Lo que la periodista Sebastiana Barráez le escribió a Rodríguez Torres

Lo que la periodista Sebastiana Barráez le escribió a Rodríguez Torres

Miguel Rodríguez Torres / Foto archivo
Miguel Rodríguez Torres / Foto archivo

 

La periodista Sebastiana Barráez, en su columna Sebastiana sin Secretos, en el semanario Quinto Día, dedica unas letras al ministro del  Interior, Justicia y Paz, general Miguel Rodríguez Torres. Barráez le critica duramente al ministro su actuación en las protestas estudiantiles.

Ministro, he ahí a sus terroristas

Sebastiana Barráez Pérez





MIJP. Es el del Interior, Justicia y Paz, general Miguel Rodríguez Torres. Debo confesar que lo conocí y le tome estima desde hace años. Es trabajador. Y aunque no lo crean es un hombre conciliador y considerado. Ha hecho esfuerzos por demostrar su eficiencia en ese mundo policial y de inteligencia, tan lleno de intrigas. Las protestas  estudiantiles sacaron lo peor de él como ser humano. Está convencido que trata con terroristas. Su desempeño, desde que fue director por primera vez de la entonces Disip, ha sufrido conspiraciones, traiciones y ataques incluso desde el interior del gobierno y del chavismo. Uno lo ve con su cara de niño bueno declarar, con pasmosa tranquilidad, que jovencitos, acabados de salir de la adolescencia, son los culpables de lo que le pasa al país. Y con esos ojos que entorna, casi buscando comprensión, este hombre es capaz de llamar terroristas a esos jóvenes que persiguen una quimera. Mi estimado ministro, y lo digo sin un ápice de ironía, usted está sentenciando como delincuentes a unos muchachos que apenas empiezan la vida. ¿Que hay en el país unos cuantos extremistas que quieren tumbar el gobierno? Ah, no me cabe la menor duda, pero no los busque entre esos jóvenes estudiantes. Usted fue a la academia muy joven, y le formaron con el espíritu y la mente del militar, por eso no sabe lo que es pensar en absoluta libertad, en dejarse envolver por la natural rebeldía de quien se quiere comer el mundo. Hace unos días, ministro, yo fui por los campamentos de los jóvenes en la avenida Francisco de Miranda. Caminé entre ellos como una turista, pero con la mirada de la reportera que siempre he sido. ¿Que entre ellos haya consumidores de droga? No lo dudo, ministro. Igual que en las universidades, en los liceos, incluso en las escuelas. ¿O es que usted cree que en los cuarteles no hay consumidores? Que haya entre esos muchachos algunas relaciones promiscuas, no lo dudo. ¿Pero es que alguno de nosotros, mi estimado ministro, puede hablar de pureza en cuerpo y alma? Peor aún, nos hemos convertido en una sociedad de hipócritas que tratamos de ocultar bajo la alfombra todo aquello que sobre el sexo no queremos admitir. ¿Terroristas? Eso es lo que más terrible de lo que usted ha dicho y de lo que repiten algunos gobernadores inmorales. Cuando era chica yo también lancé piedras, yo también tranque calles, yo también corrí con un guardia a mis espaldas, yo también recibí un peinillazo y tragué lacrimógenas, yo también protesté ante la injusticia y por la impotencia de gobiernos de turno que sólo defienden el poder que ocupan. A los adecos y copeyanos de entonces no se les ocurrió levantarnos expedientes ni mandarnos para las peores cárceles del país. Este gobierno, que habla de revolución, de justicia y de humanidad, ha mandado para las penales a jóvenes golpeados y vejados. ¿Y usted, ministro, señala con de delincuentes a los chicos que hoy protestan contra el gobierno? Su señalamiento es coreado por el ministerio Público, por los tribunales, por los militares, por los policías. Permítame decirle, con el debido respeto, que en la frontera sí sabemos dónde están los terroristas y dónde están los campamentos. La guerrilla colombiana (ELN, FARC) y la venezolana (FBL, FPLN), los paramilitares (Los Urabeños, Los Rastrojos) sí usan armas, también drogas, explosivos, aplican el sicariato, el secuestro y la extorsión. Y ni usted ni la Fuerza Armada les tiran un triquitraqui. Esos sí son violentos y le aseguro que si usted le llega a uno de esos campamentos, como le llegó a los estudiantes desnudos y dormidos en Altamira, la respuesta sería otra y el desenlace también. Por favor, señor ministro, no siga asesinando el futuro de esos jóvenes cuyo único delito es responder a la natural rebeldía de su edad.

 

Publicado originalmente en Quinto Día