Los primeros en ayudar en el 11-S visitan el museo en recuerdo del suceso

(foto Reuters)
(foto Reuters)

Caminando por el Museo Memorial del 11 de Septiembre en el bajo Manhattan, John Feal, un representante de los primeros en ayudar tras el atentado con problemas de salud, dijo que revivir ese día era como un puñetazo en el estómago. Pero quizá también haya encontrado un poco de aceptación.

Feal, que junto con otros de los primero en llegar al lugar del atentado y familiares de las víctimas pudieron ver con anticipación el museo antes de su apertura oficial el 21 de mayo, se encontró a sí mismo intentando comparar los trozos de acero roto y retorcido con algo que se pareciera a la pieza que le rompió el pie, cambiando la dirección de su vida.

“Decía, ese es demasiado pequeño, ese otro no lo hizo. Ese de allí, el grande, ese pudo hacerlo”, dijo Feal, mientras estaba acompañado de otras tres personas de entre los primeros en responder al suceso y que también se enfrentan a problemas de salud.





A través de su fundación Feal Good, Feal ha impulsado la financiación del cuidado médico para los primeros en ayudar tras el ataque, incluida la Ley de Salud y Compensación 9/11 de James Zadroga, que expira en el 2016.

El museo, que se ha construido en ocho años, fue objeto de innumerables disputas sobre cuál era la mejor forma de documentar el día en el que unos aviones secuestrados impactaron en el World Trade Center, el Pentágono y en un campo cerca de Shanksville, Pennsylvania, matando a casi 3.000 personas.

En las horas previas a la visita de Feal, familiares y gente que ayudó tras el atentado tenían cosas positivas que decir sobre el museo. El New York Times escribió que ofrecía una experiencia sobrecogedora y New York Magazine lo llamó una “espectacular institución del luto”.

Es posible ver objetos grandes y pequeños como un muro de contención del río Hudson que sobrevivió al ataque y un par de gafas destrozadas. Los visitantes pueden escuchar mensajes de teléfono dejados a los seres queridos de aquellos que murieron en las torres y grabaciones de la cabina de los aviones siniestrados.

“Cuando vengo a este área se huele (en el ambiente) el 11-S”, dijo Carol Paukner, una ex agente de policía de Nueva York, que se quedó atrapada en una de las torres cuando cayó. “Me alegró tener gente a mí alrededor que se preocupa por mí”.

Para Paukner y miles de otros de los que llegaron primero al lugar, la herencia del 11-S continúa en forma de problemas de salud, algunos relacionados con respirar el polvo de las torres caídas. Paukner acaba de descubrir que tiene cáncer.

“Espero que mucha gente venga y aprenda qué fue el 11-S y que por favor vote a los políticos que van a ayudarnos con todas las consecuencias sobre nuestra salud”, dijo. Reuters