La trágica experiencia de un turista uruguayo en la Venezuela “chévere” (Fotos)

La trágica experiencia de un turista uruguayo en la Venezuela “chévere” (Fotos)

Foto Referencial
Foto Referencial

Un turista Uruguayo en Venezuela relata al ministro sus penurias y decepciones con el trato y los servicios que ofrece el Estado venezolano. Por Javier da Silveira

A continuación la carta:

Sr. Ministro:





Soy un ciudadano de la República Oriental del Uruguay que visitó la República Bolivariana de Venezuela entre el 23 de Febrero y el 23 de Marzo del presente año. Escribo estas líneas preocupado, como Latinoamericano que soy, del tratamiento al turista que recibí. Inspirado en este motivo, decido ponerle al tanto de mi experiencia en el país, esperando que, en mi próxima visita, pueda ver un desarrollo mucho mayor del turismo.

En primer lugar, decirle de las dificultades que tuve para conseguir todo tipo de información turística en la web de la marca país Venezuela. Me resultó muy poco exhaustiva en cuanto a la información que se brinda. Mucho más si hablamos de elementos multimedia, como vídeos, a los que sólo se accede mediante un registro previo y que, una vez en la videoteca, se puede acceder a sólo uno. Otro tema alarmante es la falta de mapas de las ciudades y de sitios de interés turístico. Sólo tres ciudades cuentan con mapas accesibles a través de las páginas de las Corporaciones estaduales de Turismo: Guanare, Mérida y San Cristóbal. Encontrar un mapa de ciudades como Caracas o Maracaibo es todo un desafío, el cual sería interesante que Ud. incursionara. En definitiva, la web oficial más importante del turismo de Venezuela, es, cuanto menos, limitada. Basta entrar a las páginas de otros países latinoamericanos como Chile, Ecuador, México, Panamá o Uruguay, para notar la diferencia. Considerando que previo a cualquier viaje, los turistas solemos hacer búsquedas, muchas veces exhaustivas, de información general, mapas y otros contenidos, creo que su cartera debería explotar este fuerte medio para desarrollar el turismo.

Este panorama bastante infértil para el desarrollo turístico mostrado en la web del ministerio que Ud. dirige no se vuelve mucho más alentador si se decide explorar las páginas de las Corporaciones Estatales de Turismo. Un ejemplo emblemático es el de la web de la Corporación de Turismo de Bolívar, que se encuentra tan desactualizada que aun figura el calendario de juegos de la Copa América de 2007. Si ese ejemplo no es suficiente, la Corporación de Turismo de Anzoátegui, aun con una página más elaborada, al entrar a sectores como “Atractivos turísticos”, un gigantesco error 404 trunca toda posibilidad de acercarse a los destinos del Estado Anzoátegui.

Una vez llegué a Caracas, me dirigí a la sede del Ministerio que Ud. dirige, en el Municipio Chacao, sobre la Avenida Francisco de Miranda. Fui en busca de un mapa del centro de Caracas, así como para evacuar algunas dudas sobre el Parque Nacional Waraira Repano y recibir recomendaciones turísticas. Ni bien me acerqué a la reja exterior del edificio, un guardia del Ministerio salió a mi encuentro impidiendo el acceso al edificio, recibiéndome con un tosco “¿Qué quiere?”. Al explicarle los motivos por los que me acerqué a la sede ministerial y haciendo una respuesta que reducía todas mis necesidades a un mapa, respondió “Ahora no hay, venga en 15 días”. La atención, que fue muy grosera, dejó en mí una primera mala impresión del tratamiento que desde las oficinas del estado se les da a turistas que, como yo, creemos en Venezuela y decidimos vivirla y recorrerla, aun encontrándose en una situación poco propicia para el turismo. Tan mala es la imagen, que mi agente de viajes, al solicitarle un pasaje para Caracas, se asombró y me recomendó que no visitara Venezuela, que debería de estar muy seguro para llegar a Caracas y que hacía años que no vendía a un uruguayo un pasaje para la Sucursal del Cielo.

Ya me había sorprendido que The Washington Post colocara a Venezuela junto a Irán, Bolivia, Pakistán, Mongolia y otros paíse que tienen la peor recepción a los turistas de todo el mundo. Esto es cierto pero en partes. El pueblo venezolano a mí me hizo sentir muy cómodo y como en mi casa. El trato negativo y absolutamente repudiable lo recibí únicamente de funcionarios del Estado. No me sorprende en consecuencia la baja afluencia de turistas, que usted ubica en 1.200.000, incluyendo a los propios venezolanos radicados en el extranjero. En ese mismo período, países más pequeños y/o menos diversos que Venezuela lograron cifras muy superiores, como Costa Rica, Guatemala, o Uruguay. Sinceramente, me indigna y me costaba entenderlo, hasta que lo viví en propia piel. Sólo persiste la indignación. Siendo tan grandiosa y agraciada como lo es Venezuela, no puedo creer que seamos tan pocos los que nos atrevemos a nadar en sus entrañas, a descubrir sus sonrisas, sus aromas, sus colores.

En lo que respecta al trato poco amable que recibí por parte de funcionarios públicos venezolanos, le ejemplificaré con una muy desagradable situación que viví en el Estado Táchira. El día 10 del corriente mes me encontraba en San Cristóbal y tuve que cruzar a Cúcuta para recibir un giro de dinero, debido a la incapacidad de cobrarlo en suelo venezolano. Al llegar a la frontera sellé mi salida de Venezuela, y enseguida mi entrada en Colombia. En el puesto de Migraciones de ese país, consulté si podía ir y regresar en el mismo día. La funcionaria colombiana me aseguró que no tendría ningún inconveniente.

Mi recorrido en Cúcuta se limitó a cobrar el giro, cambiar los pesos colombianos en bolívares y regresar a San Cristóbal. Al regresar a la frontera, sellé mi salida de Colombia y, al entrar en Venezuela, me negaron el ingreso, alegando “que no había pasado veinticuatro horas fuera del país”. Me pareció algo delirante, siendo que soy un ciudadano Mercosur y que en virtud de los acuerdos entre los Estados Parte, yo podría hasta solicitar una residencia provisoria con solo exhibir mi pasaporte. ¿Cómo puede ser que pueda radicarme en un miembro Mercosur pero que no pueda entrar y salir libremente?

Al encontrarme con la negativa del funcionario del Servicio Administrativo de Identificación, Migración y Extranjería (SAIME) en San Antonio, solicité llenar una tarjeta Andina, ya que antes de partir de Uruguay, desde el Consulado de la República Bolivariana de Venezuela en Montevideo me aseguraron que podría ingresar en Venezuela con solo presentar mi Cédula de Identidad uruguaya. Tampoco accedieron, alegando que “debería ingresar a Venezuela por tierra”. Dos cosas, la primera es que desde Colombia estaba ingresando por tierra y, la segunda, ¿es factible que el Consulado me asegure el ingreso solo con mi cédula sin aclararme que debería entrar por tierra, es decir, realizar en coche un viaje de 7.274 kilómetros entre Montevideo y Caracas? En todo caso, el taxi en el que viajaba y donde había más pasajeros debía continuar.

El taxista me aseguró que podía devolverme a la posada donde me alojaba y a la mañana siguiente podría regresar a sellar mi ingreso. En base a esto, seguí viaje. En la primera alcabala, un GNB en un sospechoso estado que le llevó a estar unos diez minutos sin pestañar, solicitó mi cédula. Acaté, y extrañado por la clase de documento que le presenté, me preguntó: “¿Qué verga es esto?”; mi cédula, respondí. A continuación, me hizo bajar del taxi y comenzó a registrarlo y me exigió el pasaporte (lo que no condice con la respuesta que me dieron desde el Consulado venezolano en Montevideo). Al verificar la ausencia del sello y aunque le expliqué toda mi situación, me indicó que me conduciría a una oficina del SAIME para que me otorguen “un pase de deportación”. Una de las chicas que iba en el taxi, originaria de San Cristóbal y acostumbrada a la zona de frontera, le preguntó: ¿Cuánto es? ¿Cien? ¿Doscientos?”. A lo que el GNB respondió “hoy no estoy buscando reales”. Después de casi diez minutos revisando todo el auto y de hasta pedir esposas para colocármelas, hizo que el taxista abriera el capot y, resguardado con él, algo se dijeron y el GNB le dio mis documentos al taxista, a la vez que me ordenaba que ingresara en el coche “o me deportaba inmediatamente”.

Casi una hora en un estado al borde del pánico fue el saldo de tan lamentable situación, que para muchas personas hubiera sido suficiente para tomar el primer vuelo y regresar a la tranquilidad del Uruguay. Al día siguiente, al ir a sellar mi pasaporte en San Antonio en un taxi, mientras discaba el número de emergencias consulares de Uruguay por si acaso recibía algún otro abuso en la frontera, el conductor me puso en evidencia el nivel de corrupción de esa frontera. Cincuenta bolívares es la “cuota” que pagan aquellos que contrabandean con harina, aceite y otros productos, por cada bolsa que transportan; trescientos bolívares es lo que aportan quienes contrabandean gasolina. Es alevoso y aterrorizante el nivel de corrupción de esa frontera. No creo que ningún turista decidirá entrar por ese paso. Y pensándolo bien, creo que por el de Zulia o La Guaira, tampoco. Estando yo en un taxi en la carretera rumbo a San Rafael del Moján, a la altura de Santa Cruz de Mara, el taxista se detiene por un pequeño embotellamiento y veo una situación alarmante: Una camioneta de las que tienen un importante tanque de combustible y afuera su conductor entregándole dinero a un GNB. Si me permite una metáfora un tanto soez, podría decir que la corrupción en las fronteras de Venezuela es como una película pornográfica, tiene muy poco de sensual y mucho de explícito. Con los ciudadanos tanto de Zulia como de Táchira con los que tuve una conversación al respecto, me aseguraron lo común que son esas escenas y una idea recurrente: “Todo el mundo lo sabe”.

Regresando a temas exclusivos de la cartera que Ud. dirige, quería comentarle mis experiencias en los hoteles Venetur de Maracaibo y de Mérida. Al final de esta carta, podrá encontrar fotografías que avalan mis palabras, así como las facturas con mi nombre y apellido, que demuestran que definitivamente, yo consumí estos servicios.

Los vecinos más añosos o con buena memoria de Maracaibo, recuerdan al Hotel del Lago como lo máximo, lo más exclusivo, el lugar donde se hacían las mejores fiestas y donde todo el mundo quería estar presente. Fue impactante para mí el estado de ese hotel, en el que me hospedé cuatro noches. En cuanto a la habitación, estaban en una paupérrima situación. Sillones con quemaduras de cigarrillo, marcas de vasos, cortinas y alfombras sucias entre otras asquerosidades que me sugieren que las “cinco estrellas” del Venetur Maracaibo, sólo se perciben si abría la ventana de la habitación en la noche y las contaba en el infinito cielo del hemisferio norte. Ah, y como detalle final, en dos oportunidades se me calló un panel del techo del baño de la habitación. Lejos de tener algún tipo de cortesía, se limitaron en la segunda oportunidad a cambiarme de habitación.

El resto del hotel no estaba en mucho mejor estado, los manteles y servilletas del restaurante estaban manchados, la piscina estaba en un calamitoso estado de limpieza y las reposeras en donde se debería de disfrutar cómodamente, o estaban sucias o les faltaban retazos. Ah, y todo esto a un precio de más de dos mil bolívares por noche. Sinceramente creo, que si son hoteles del Poder Popular para que los ciudadanos puedan vacacionar en su país, con un sueldo mínimo de poco más de tres mil bolívares, dudo mucho que sea el Poder Popular el que se aloje en ese hotel. Para gastar una cifra así, los sueldos de los huéspedes debieran tener cinco cifras, al menos.

En Mérida, también decidí hospedarme en un hotel de la cadena Venetur. Este hotel, de tres estrellas, estaba en tan mal estado como el de Maracaibo. La habitación tenía la puerta rota, un caño de agua explotado que, al abrir el grifo para lavarme las manos, inundó toda la habitación, le faltaban las puertas del ropero, tenía el espejo y las cerámicas dañadas entre otros detalles que dejan en relevancia el deplorable mantenimiento de estos hoteles.

Los manteles del restaurante también estaban manchados, los sillones del lobby rotos, al igual que todos los porta lámparas de luz del pasillo y hasta una ventana que, habiendo recibido un impacto de piedra, no se molestaron en reponer ni tampoco en cubrir con un nylon, al menos, para evitar el ingreso de viento y de lluvia.

Sinceramente, le pido como turista y como latinoamericano que ama a Venezuela, que mejore la calidad de los hoteles de Venetur, son una tarjeta de presentación del país y con el estado que tienen, dejan en evidencia lo inadecuada de la infraestructura del país para la recepción del turismo.

Me animaría a decirle que las pequeñas posadas privadas, que cubren algunas carencias de infraestructura con un excelente trato, además de tener un precio más conveniente, estaban en mucho mejor estado que el Venetur. Como ejemplo, le cito la Posada Pirineos de San Cristóbal, la Posada Narhuaca de Santa Ana de Coro y la Posada Kaori de Ciudad Guayana. Estos lugares dejan mucho mejor parado al país que los hoteles que deberían ser los abanderados del turismo en Venezuela.

Pero como no todo es negro en la vida, quiero aprovechar para reconocer a la única Corporación de Turismo venezolana que da un tratamiento humano y cálido como se debe dar a los turistas. Se trata de CorFalTur, la corporación Falconiana de Turismo. En esa institución recibí un tratamiento más que satisfactorio, evacuaron todas mis dudas e incluso me obsequiaron una completa guía bilingüe con cada destino turístico de ese maravilloso estado de Falcón. Mi reconocimiento para su personal que realmente saben tratar a los turistas.

Por último y antes de terminar, quería hacer notar algo, ya que estoy hablando de Falcón. En uno de los pueblos costeros más bellos de Venezuela, La Vela de Coro, Patrimonio Cultural de la Humanidad de UNESCO, los vecinos se encargaron de montar un museo que se mantiene con sus propios aportes y que tiene una estética y un contenido, además de la calidez de sus guías, que no temo decir que sobrepasa al tratamiento que recibí en el Ecomuseo del Caroní, en el Estado Bolívar. Estos vecinos no reciben un sólo bolívar ni de la UNESCO ni del Ministerio de Cultura. Me consta que no es una responsabilidad de su cartera, pero la cultura también es turismo y sinceramente creo que hacen muchísimo mérito en esa institución para tener el respaldo del Gobierno ya que sin dudas aportan no sólo a la cultura, sino al captación de turistas para La Vela de Coro.

Cierro esta carta preocupado por Venezuela pero también con algo de alivio, sé que estoy haciendo lo correcto y espero sinceramente que Ud. entre en contacto con las realidades que pretendí dejar sobre la mesa. De corazón se lo digo, Venezuela merece estar en lo más alto en cuanto a turismo. Eso depende de todos, pero Ud. tiene la responsabilidad de construir la Venezuela que quiere ser “El destino más Chévere” en lugar de “El destino más chimbo”.

Vía El Canal

Fotos: Javier da Silveira