Juan Guerrero: Villa de Santiago de Cubagua

Juan Guerrero: Villa de Santiago de Cubagua

thumbnailjuanguerreroAntes, muchos años antes de ser declarada ciudad, Cubagua apenas era una isla desierta donde solo había soledad, cardones y suelo ripio. Hacia finales del siglo XV Cristóbal Colón la avistó y supo que era sitio de ostrales. Algunos historiadores comentan que ya desde sus dos anteriores incursiones, el Almirante sabía de su existencia pero se estuvo en silencio para conservar semejante riqueza.

Varias veces fui a Cubagua. De ellas, aun recuerdo la primera noche en ese lugar de tanta lejanía y vientos que vienen del este. La noche en la isla llega con un cielo cubierto de estrellas. El silencio es una bulla donde solo se escucha el ir y venir de las olas.

En su viejo embarcadero vi por primera vez la ardentía que es un fuego límpido que ilumina el fondo de la mar. Un juego de luces que arden mientras los peces buscan en el plancton su alimento.





Y mientras eso ocurre rememoro la mañana cuando caminé por encima de los restos de la antigua ciudad. Pedazos de muros que el agua de la mar eternamente acaricia. Acaso una silueta de lo que alguna vez fue el techo de una casa de “cal y canto”.

Fui en silencio y solo al cerro más alto donde se ven todavía algunos conejos salvajes que salen de sus madrigueras a recorrer la desolada explanada. Pienso, rememoro, imagino y visualizo aquellos primeros tiempos de lo que fue esa magnífica y primera población venezolana, la otrora Villa de Santiago de Cubagua (1526) que, al decir de fray Bartolomé de las Casas, eran chozas y toldos donde no había más de 50 aventureros españoles. Después fue la hermosa ciudad de Nueva Cádiz de Cubagua, con escudo y pendón.

Busco acaso las huellas de sus primeros poetas, aquellos soldados que en su largo, tedioso y trastocado poema menciona Juan de Castellanos, quien se estuvo por estas orillas cuando aun era aventurero y amante de bellas guaiqueríes.

En sus versos nombra a Jorge de Herrera, quien escribió sobre un viejo horcón, en latín vulgar, los primeros versos de lo que será después nuestra voz poética. De él sabemos después de la destrucción de la ciudad cuando aparece en el Valle del Espíritu Santo, en la Margarita,  nombrado en un juicio entre vecinos, hacia 1541. También menciona Castellanos a Bartolomé Fernández de Virués, Fernán Mateos y Diego de Miranda. Quizá este último emparentado con el famoso personaje mencionado en el Quijote, por Miguel de Cervantes.

Los imagino a ellos transitando la calle principal, toda empedrada, mientras los mercaderes se aprestan a comerciar los quintales de brillantísimas ostras que  sacan los esclavizados indígenas del fondo de la mar.

Van los poetas a encontrarse para tertuliar. Conversar sobre las historias de Juan Bocaccio, mientras burlonamente intercambian miradas cómplices de la última noche cuando libaban vino y enamoraban a las altas, elegantes y bien formadas mujeres indígenas, de cabellos negrísimos y ojos claros.

De esos nombres y escasas andanzas dan noticias pocos, escasos cultores de nuestros primeros años de lo que fue el inicio de la cultura venezolana. Y ciertamente que la historia y más aun, la cultura venezolana no comienza el 19 de abril de 1810. Ni tampoco son sus primeros grandes hombres aquellos que ilustran el siglo XIX.

Recorrer Cubagua en silencio es encontrarse con una memoria que habla en los versos de las Elegías de Varones Ilustres de Indias, de Juan de Castellanos. En sus versos se mencionan los primeros frutos que nuestros antepasados degustaron. Ahí está el anón, la piña y el melón. El cotoperís. Los vinos que se intercambian y son partes de nuestra tradición y cultura.

El hermoso sitio que fue alguna vez Nueva Cádiz de Cubagua, antes Villa de Santiago, y mucho antes, sitio y lugar para aventureros, es hoy apenas unas pocas ruinas que un huracán y un maremoto destruyeron y luego, corsarios franceses arrasaron y quemaron.

Nada visible queda en Cubagua. Acaso solo la memoria de algún poeta, como la ardentía, en su aventura de buscar orígenes, intenta rescatar la esencia de lo escrito por Jorge de Herrera, para escribir la historia, con… “seso y cordura”

(*) [email protected] / @camilodeasis