Industria automotriz no mueve ni una tuerca en Venezuela

Industria automotriz no mueve ni una tuerca en Venezuela

Foto Archivo
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A pesar de que es hora punta, en la ensambladora de Jeep en Venezuela no se mueve ni una tuerca.

La enorme fábrica en un parque industrial de Valencia, una ciudad a 172 kilómetros al oeste de Caracas, produjo su último vehículo hace cinco meses. Desde que se agotó la materia prima, la mayoría de los más de 1.000 trabajadores de la planta fueron enviados a casa.

“Están pidiendo el despido de 119 trabajadores”, dijo Henry Ospina, el secretario del sindicato de trabajadores de Chrysler, la marca dueña de Jeep.





“Estamos dando la pelea. Pero la empresa argumenta que cada día se les pone más cuesta arriba los costos que implican mantener una nómina”, dijo en una entrevista junto a la planta donde las máquinas paradas están cubiertas con plástico y los pasillos y oficinas están casi vacías.

La paralización de la industria automotriz venezolana es otro síntoma de las distorsiones generadas por el control de cambios en la nación petrolera, cuya economía se adentra -según analistas- en una dolorosa estanflación.

Sin suficiente acceso a dólares para importar autopartes e insumos, las empresas se vieron forzadas a parar las líneas de producción. Y como consecuencia, la espera para comprar un auto cero kilómetro en Venezuela puede ser de años.

El drama del sector automotriz es producto de la escasez de billetes verdes por el estancamiento de la producción petrolera, fuente de nueve de cada 10 dólares que entran a Venezuela y que son cruciales para la importación de insumos.

Chrysler, subsidiaria de la italiana Fiat-, no es una excepción. Las plantas venezolanas de Ford, General Motors, Toyota, Iveco de la italiana CNH Industrial-, Mack de la sueca Volvo y la japonesa Mitsubishi trabajan al mínimo por los retrasos en la asignación de divisas a través de un control de cambios creado hace una década por las autoridades de la nación petrolera.

Hasta julio de 2014 fueron ensamblados en Venezuela apenas 7.000 vehículos, un 84 por ciento menos que en el mismo período del año anterior y un volumen que Argentina fabrica en apenas unos días.

Los empresarios venezolanos dicen que la escasez de dólares en las arcas públicas y el mal manejo del control de cambio han generado retrasos en la asignación de 15.000 millones de dólares desde el 2012, 1.900 millones de ellos para las ensambladoras de autos.

El gobierno asegura que no faltan divisas y el presidente socialista Nicolás Maduro, que suele acusar a los empresarios de librar una “guerra económica” contra su gobierno, responsabilizó a los fabricantes de autos por la crisis en el sector.

A fines del año pasado el Gobierno acusó a General Motors de “usura” por vender repuestos con un margen de ganancia superior al establecido legalmente y la multó con el equivalente en bolívares a 85.000 dólares.

Y a comienzos del 2014 acusó a Toyota de “crear escepticismo y clima contrario a la actividad económica” porque el fabricante japonés planeaba cerrar una planta en Venezuela.

Reuters contactó a la mayoría de las empresas automotrices que operan en Venezuela, pero ninguna quiso hacer comentarios.

COSTO SOCIAL

Con una meta de producción de apenas 15.000 vehículos para el 2014, o apenas una décima parte de su capacidad instalada, la crisis ya cobró sus primeras víctimas.

Decenas de gerentes y administrativos han aceptado en los últimos meses acuerdos de compensación ofrecidos por las automotrices extranjeras para abandonar sus puestos sin recurrir a la legislación laboral venezolana, que impide los despidos, dijeron a Reuters trabajadores familiarizados con los casos.

En las plantas que no cerraron, los obreros trabajan medio tiempo. En las otras sólo resuenan los pasos de los trabajadores que dan mantenimiento a las máquinas en caso de una reactivación que nadie sabe cuándo ocurrirá.

Con sus ingresos ya diluídos por una inflación anualizada de más del 60 por ciento, los obreros ha sufrido además recortes salariales. Y algunas empresas se han acercado a las instancias laborales del Estado solicitando los permisos para los despidos.

“Están en riesgo 1.500 puestos de trabajo en toda la industria automotriz”, dijo Cristian Pereira, presidente de la federación que agrupa a los sindicatos del sector incluyendo a fabricantes e importadores de autopartes.

Tras mucho insistir empresarios y sindicalistas lograron reunirse esta semana con el gobernador del estado de Carabobo donde está Valencia, Francisco Ameliach, un aliado de Maduro. El funcionario prometió proteger los puestos de trabajo y agilizar la liquidación de divisas para la industria.

Reuters solicitó entrevistas con funcionarios de los ministerios de Industria y Comercio, pero no fueron concedidas.

El Gobierno firmó además un convenio para importar 13.000 vehículos de la gigante china Chery Automobile, con los que pretende cubrir parte de la demanda doméstica. Pero eso irritó a muchos trabajadores de la industria, en su mayoría identificados con las políticas socialistas del fallecido presidente Hugo Chávez, el mentor de Maduro.

“Por cada vehículo importado se pierden hasta cinco puestos de trabajo”, dijo Williams Ruíz, un dirigente del sindicato de Chrysler en Valencia, en su oficina adornada con fotos del “Comandante Chávez”.

ESCAPARATES VACÍOS, SALARIOS MENORES

Con la gasolina más barata del mundo y unas autopistas que en el pasado fueron la envidia de toda Latinoamérica, los venezolanos se apasionaron a mediados del siglo pasado por los autos de gran potencia y las camionetas todo terreno.

Y, durante los años de la bonanza petrolera, hasta el carismático Chávez promovió la compra de carros familiares con facilidades de crédito y exenciones de impuestos, garantizando la asignación de divisas a las ensambladoras.

En el 2008 la industria automotriz venezolana comenzó su espiral descendente tras tocar niveles de producción históricos de 172.000 unidades el año previo. Con el desplome del precio de crudo por la crisis financiera mundial, que sumió al país en una recesión, los carros dejaron de ser una prioridad.

Hoy la planta de Ford en Valencia ensambla sólo 10 unidades diarias y General Motors 15, según los sindicatos, una fracción de su capacidad de 300 vehículos por jornada.

La caída de este año no tiene precedentes: en julio fueron producidos apenas 876 autos en el país, una caída interanual del 87 por ciento, según la Cámara Automotriz de Venezuela.

Sin oferta, las ventas de autos cero kilómetro se desplomaron un 85 por ciento en los primeros siete meses del 2014 hasta 9.821 unidades. Las vitrinas de las concesionarias están vacías y para adquirir un vehículo en Venezuela hay que anotarse en una lista y esperar pacientemente más de dos años.

Los problemas de la industria dispararon los precios en el mercado de segunda mano produciendo más distorsiones: un auto usado puede costar hasta cuatro veces más caro que uno nuevo.

“Llegamos a manejar hasta 10 modelos de vehículos”, lamenta Mariana Moreno, una vendedora de Ford en Caracas. “Llegamos a ser un concesionario con una nómina altísima. Daba gusto vender carros. Era una industria en expansión. Hoy se desmanteló totalmente”.

Y la crisis está teniendo un impacto devastador en Valencia, una ciudad de casi 2 millones de habitantes conocida una vez como la “Capital Industrial de Venezuela” donde las calles hoy lucen vacías en días laborables.

El grupo empresarial Fedecámaras calcula que 8.000 puestos de trabajo fueron eliminados en lo que va del año en el parque industrial de Valencia, donde un 75 por ciento de las empresas tiene al menos 1 línea de producción detenida.

“Los trabajadores somos los verdaderos afectados en una época tan difícil de crisis económica”, dijo Ospina, el líder del sindicato de Chrysler en Valencia. “El bolsillo se afecta, el comercio sufre. Es una reacción en cadena”. Reuters