Fernando Núñez Noda: (Pequeño Catálogo de) Monstruos

Diablo de Yare. Composición sobre foto de José Díaz publicada en El Nacional.

No hay monstruos reales en este ensayo…

Los de aquí son fantásticos. Me gustan los monstruos ficticios porque reflejan muchas tipologías humanas. Ahora ¿Qué es un monstruo?

El Diccionario de la Lengua Española ofrece estas opciones:





 

monstruoZZ

“Bragadula” del autor. Clic en la imagen para verla más grande.

 

1. Producción contra el orden regular de la naturaleza. 2. Ser fantástico que causa espanto. 3. Cosa excesivamente grande o extraordinaria en cualquier línea. 4. Persona o cosa muy fea. 5. Persona muy cruel o perversa.

Hace años contemplé un desfile de los Diablos de Yare (de Miranda, Venezuela, patrimonio cultural de la humanidad), hombres con máscaras diabólicas, multicolores, en una danza a veces frenética que data del siglo 18.

Es la cofradía religiosa más antigua del continente americano, por cierto.

No hay acuerdo sobre su simbología precisa, unos dicen que fueron producto de la invocación de un cura de 1740, frustrado por no tener ni dinero ni fieles para sacar la procesión del Corpus Christi y pidió como castigo que veniesen los diablos. Y aparecen de repente y dan la misa.

Otra versión involucra a la población negra, que reza por lluvia ante una cruel sequía con la promesa de vestir de diablos para pagar el milagro. En estos casos se construyen monstruos que no son sus respectivos portadores.

¿Cómo es eso? El hombre se pone la máscara de lo que no es, su sacrificio: pagar la santidad con lo no santo. El monstruo se exhibe porque no somos nosotros.

 

El rostro siempre joven de Dorian Gray vs el deterioro físico y moral en el cuadro, según una película reciente.

 

Un caso diametralmente opuesto es El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde, en la que el monstruo de las miserias es el lado escondido. Que sea un cuadro no lo hace menos monstruoso, ya que tiene vida propia y cambia a medida que el otro envilece por dentro.

“Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte”, dice Wilde. El cuerpo siempre joven de Gray era una obra de arte, ajena a la moral. Pero su humanidad había acumulado los estragos de la ruindad, una especie de pozo séptico ético. “Ningún artista tiene simpatías éticas”, al decir de Wilde, pero por entropía los pecados de Gray tenían que verterse en alguna parte.

El monstruo es la entropía sobre dos patas (o tres o cuatro o cinco…)

En ambos ejemplos los monstruos son representaciones morales o éticas, es decir, sociales (los diablos de Yare) o individuales (el alma de Gray retratada).

Los monstruos de la infancia

Para mí La odisea de Homero no fue una asignación escolar, sino un libro de aventuras que leí con fruición. Imaginé las Gorgonas (mujeres con serpientes por cabello), los cíclopes (gigantes con un solo ojo); la Escila, un monstruo marino con varias cabezas. Recuerdo una película que debe haber poblado pesadillas de muchos: Jason y los argonautas, hecha con la mejor tecnología de stop-motion del momento (1963). Aún todavía causa asombro, a pesar de los avances de la animación computarizada. El caso es que combaten contra harpías (brujas aladas), sirenas (que también acecharon a Ulises y que, contrario a la imagen moderna, eran feroces y hórridas), tarántulas gigantes y, entre otros, unos guerreros esqueletos realmente terroríficos.

No ha habido, a mi juicio, una gran película sobre esta mitología recientemente. Extraordinarios efectos pero quizá pobre representación. Más han logrado las sagas tipo El Señor de Los Anillos y, hay que decirlo, Harry Potter en revivir algunos de estos seres tremendos, fantásticos pero llenos de connotaciones.

Un esqueleto no es, por definición, un monstruo. Pero uno con escudo y espada… decidan ustedes.

Otro monstruo que me impresionó de niño, debo decirlo, fue el de la Laguna Negra. Muy bien hecho para la fecha de la primera película, de 1954, pero sobre todo porque me gustaba nadar en el mar y en los ríos, siempre pensando que una criatura me seguía en el fondo. Aunque, viéndolo bien, al de la Laguna Negra le gustaba fisgonear mujeres, como se evidencia en el clip siguiente (incluso, después, la secuestra y la lleva intacta a la cueva que tenía por casa). Un stalker prehistórico.

El trío hollywoodense

 

Vlad Tepes (1431–1476).

 

Hay tres monstruos emblemáticos, especie de celebridades del mundo espantoso. Se trata de Drácula, Frankenstein y el Hombre Lobo. Tres orígenes muy diversos que confluyen principalmente en los estudios Universal de los años 30 y 40 en Hollywood, California.

Drácula viene de la tradición de los Carpatos, una cordillera de Europa oriental, en Rumania. Vivió y luchó allá el prínciple Vlad III, El Empalador, que defendió los reinos cristianos contra los moros en el siglo 15. Su fervor religioso y su odio al enemigo lo llevaron a extremos de crueldad, que probablemente implicaron algunos ritos con la sangre. Dicen que de éste se inspiró Bram Stocker, el autor británico que popularizó a los vampiros conDrácula en 1897.

Como seres malditos de las frías montañas carpacianas y luego de todo el este europeo, los vampiros habitan leyendas folklóricas… Menos famosos, otros chupasangres pueblas las mitologías de la India, de Japón (emparentadas con el “ghoul”), ni qué decir Haití, con su vudú de muertos vivientes. Incluso, según afirma una novela, hay vampiros en Maracaibo.

Sí, amigos, en la capital zuliana parece que andan escondidos algunos chupasangres. La novela Un vampiro en Maracaibo de Norberto José Olivar es, a grandes rasgos, la obsesión de un profesor de historia por encontrar a un vampiro que bebe sangre para lograr la inmortalidad. Junto a un detective jubilado, su pesquisa es intensa y no exenta de episodios hilarantes. Con la exuberancia gastronómica del Zulia y sobre todo su capital, no dudo que un chupasangre marabino sea muy exuberante a la hora de alimentarse.

Nosferatu, de F. W. Murnau (de 1922) y el remake de Werner Herzog (en 1979), ambos alemanes, muestran una versión rábida y repulsiva del vampiro. No obstante, más profunda en su metafísica del horror. En cambio, contra su voluntad o no, el Drácula de Bram Stoker se estilizó e incluso sensualizó, sin perder su aire siniestro. Es la medida de los vampiros del siglo 20, que se han transmutado en “vampiros emos” del siglo 21, que le deben más a los efectos especiales que a la fuerza del personaje.

 

Tres versiones de Drácula. Izquierda: Nosferatu de Murnau. Centro: el hollywoodiense, Bela Lugosi. Derecha: Gary Oldman en el Drácula de Coppola.

 

Tal vez el mejor tratamiento de Drácula como monstruo lo da Francis Ford Coppola, en su Bram Stoker’s Dracula de 1992. Una película no precisamente amada por la crítica, incluso yo no veo allí lo mejor de su director, pero se mantiene con una magnífica actuación de Gary Oldman, una puesta en escena exuberante y un monstruo que es, tal cual, muchos monstruos: a veces un vetusto psicópata, o un murciélago de tamaño humano o un lobo o ratas o una especie de demonio.

Que todo eso esté escondido en un noble rumano, a veces un playboy, a veces un anciano, lo hace un todo mayor que la suma de sus monstruosidades parciales.

En el siglo 15 Drácula había sido un príncipe rumano que combatió contra los musulmanes (¿Vlad III?). Con trampas, el enemigo logra engañar a su amada Elizabeta quien se suicida. Vlad le increpa a Cristo el abandonarlo luego de luchar por Él durante años y, de alguna forma, Dios o el diablo lo transforman en un monstruo. Un monstruo maldito.

 

Viñetas de Tex Arcana.

 

Su existencia tiene explicación solo y únicamente porque hay una batalla entre las fuerzas del bien y del mal, allá arriba y se manifiestan en él, sus poderes y también su tormento. Drácula es un atormentado.

 

Hasta Raúl Amundaray encarnó a un príncipe de las tinieblas de (tele)novela.

 

Subsumido en la cultura popular Drácula o los vampiros dan para todo: desde una epopeya de vaqueros con colmillos (Tex Arcana, que seguí una vez) hasta vampiros adolescentes, afroamericanos, el abuelo de los Munsters, mejicanos, los rostros de Van Helsing, el actor venezolano Raúl Amundaray y uno setentoso que bailaba disco de nightclub en nightclub. En los canales vintage veo por curiosidad films de los años 30, 40 y 50. Varios de ciencia-ficción. Mientras el hombre lobo es lineal, Drácula es más humano, sofisticado, versátil.

En una novela luego hecha películas, incluso el mismísimo Abraham Lincoln combate una manada de vampiros que conspiran contra la Unión mucho más que los confederados. La idea supera la ejecución en el film, pero la celebro como uno de los argumentos más audaces y extravagantes que he visto últimamente (Abraham Lincoln, cazador de vampiros).

Los cultores de Bolívar ¿qué esperan? ¿Páez el vampiro que gana?

Connan Doyle introdujo un monstruo de la noche: El Sabueso de los Baskerville, un can grotescamente grande que expulsaba vapor por la nariz y brillaba en la oscuridad. Shrelock Holmes, que suele ser un “detective de ciudad”, se ve obligado a integrarse a la vida campestre e incluso nómada, encerrado en una choza de las montañas por varias semanas. Al final llega a la raíz y mata al monstruo, pero descubre que no era lo que creía. Que el Sabueso infernal estaba más en el terror de la mente que en el cuerpo de un perro.

Los perros rara vez son monstruos (en Cujo, de Stephen King, un San Berdardo se transforma en uno), pero los lobos lo son casi siempre. El de la caperucita o el de los tres cerditos o el que Cristo denuncia como “con piel de cordero”.

No obstante, ninguno tan terrorífico como el hombre-lobo, es decir, un ser humano que se transforma no en lobo, sino en un licántropo, engendro que cumple la definición 1 del DRAE. Una mutación, por ejemplo. Las leyendas hablan del influjo de la luna llena, mencionado por primera vez en la epopeya teogónica griega: Licaón se convierte en lobo por designios de Zeus.

 

Un caso real de hipertricosis en una familia mexicana.

 

Hay, por cierto, una condición llamada “hipertricosis”, un crecimiento anormal del pelo en todo el cuerpo y del cual puede haberse alimentado la leyenda. Son personas con un desorden genético, en cambio los licántropos ya no son propiamente humanos. Un hombre-lobo es uno de los seres más peligrosos en medio de la naturaleza. La tenacidad y voracidad del lobo junto a la heurística humana. Conviven las dos especies.

A pesar de su profunda animalidad, dentro de este monstruo laten algunas emociones humanas. Los he visto debatirse entre descuartizar a una víctima o perdonarla sobre la base de amistad o amor. Incluso los he visto enamorados, luchando contra sus instintos asesinos en nombre del querer. Hay una canción de La Unión llamada El hombre lobo en París sobre un tal Denís:

Mientras está cenando
junto a él se ha sentado
una joven, con la que irá a contemplar
La luna llena (sobre París)
Auuuuha transformado en hombre a Denís.

 

Izquierda: el Hombre Lobo paradigmático del cine, caracterizado por Lon Chaney Jr. En el centro el muy famoso licántropo de “Un hombre lobo americano en Londres” de los 1970s y a la derecha una de las últimas versiones fílmiscas: “Wolfman” con Benicio del Toro.

 

La enemistad entre hombres-lobo y vampiros viene fundamentalmente de los Estudios Universal, donde mezclaron a ambas bestias en varias películas y los enfrentaron. En un film hilarante de la época (1948) el dúo de comedia Abott y Costello protagoniza con los tres monstruos. Allí pelean el vampiro y el licántropo. En otras se enfrentan para lograr control sobre Frankenstein o por alguna rivalidad ancestral.

Más allá del folklore, nacido esta vez de la mente de una joven de 21 años, el más complejo de estos seres viene de Frankenstein o el Moderno Prometeo. Frankenstein no es el nombre del famoso monstruo sino el apellido de su creador: Victor, un médico suizo obsesionado con develar los secretos de la vida y la muerte usando electricidad.

Para entonces la electricidad era una sensación científica. El italiano Luigi Galvani, a finales del siglo 18, había comprobado que cargas de corriente aplicadas al músculo de una rana muerta la hacían mover. Con un influjo más diverso y dirigido de electrones ¿sería posible activar o reactivar la vida misma? La ciencia iniciaba una lenta pero indetenible marcha hacia dominar la civilización, pero entonces era mirada con desconfianza y miedo. No dudo que la cultura popular ubicara a los científicos muy cerca de los brujos. Y respecto a revivir con electricidad, se ha logrado algo en la atención médica pero no lo que Victor logró con un cadáver de cerebro equivocado.

De modo que el libro traía un profundo cuestionamiento moral. Recordemos que Prometeo desafió a los dioses, robó el fuego y lo llevó a los hombres. Por esto fue cruelmente castigado. El “Prometeo Moderno” desafiaría a los dioses creando vida por su cuenta, tomando la materia inanimada como insumo. Ciencia muy imperfecta o un castigo del destino crearon un engendro, un humano defectuoso, monstruo por su tamaño y por su aspecto… pero humano.

En el libro es mucho más complejo espiritualmente que el de la película de Boris Karloff (digamos, el “meme” del personaje):

“Satán tuvo compañeros, diablos como él, que lo admiraban y alentaban. Yo, por mi parte, estoy solitario y odiado.”

Por su parte, el creador fallido, el Prometeo iniciador del incendio que no sabía cómo terminar, vivía su propia tribulación. Shelley narra que:

El remordimiento anulaba cualquier esperanza. Era el autor de males irremediables, y vivía bajo el constante terror de que el monstruo que había creado cometiera otra nueva maldad.

No obstante su fuerza bruta y descontrol, Frankenstein tiene un excelente ángulo jocoso. Herman Munster es un Frankenstein noble, mejor que cualquier otro ciudadano “normal”. Padre de familia, escrupuloso cumplidor de la ley… ya eso da risa con el personaje que lo encarna. Otra representación burlona se ve enFrankenstein Jr., de Mel Brooks, en la que al monstruo lo ponen a cantar en un burlesque.

 

Izquierda: el Frankenstein encarnado por Boris Karloff, el modelo de los que seguirían. Al centro el de “Hotel Transilvania”, una película infantil reciente. Derecha: el más simpático Frankenstein: Herman Munster.

 

Para que dé risa, al monstruo lo suelen presentar tan bonachón y normal como sea posible. Caso en cuestión: el Monstruo Milton, un dibujo animado en el que una especie de creación frankensteineana decepciona a su creador por la bondad de su conducta (y eso que bota humo por la cabeza).

Los de Tolkien

Por sugerencia de @marialexpi incluyo a J.R.R. Tolkien, un escritor monumental que creó un universo completo, idioma incluido. Curiosamente lo conocí a través de la música de Led Zeppelin, que menciona a Mordor y al Gollum, entre otros.

 

El Gollum según la saga de Peter Jackson.

 

Rescato a dos monstruos: el Gollum mismo, un hobbit que se transforma en un ser horrible, ambiguo y salvaje por la ambición y el influjo del anillo. No dice su tamaño y aparente fragilidad cuánto daño puede hacer, cuánta mentira puede guardar. Pero, más allá, dentro del alma del Gollum hay un tormento permanente, una dualidad entre lo que fue y lo que es, una prueba de que la codicia desmedida es un poder superior a la voluntad si logra poseernos.

Los otros son los “Ents”, gigantes hombres-árboles que cuidan el bosque, que hablan y se desplazan. Luego de deliberar por varios días y a instancias de los hobbits, son claves en la batalla de Isengard, que define la guerra contra Saruman. Son de una fuerza impresionante y, sin duda, de una sapiencia milenaria.

Hay pues, monstruos nobles y otros mixtos, protagonistas de cruentas batallas internas.

El esperpento

 

“Saturno devorando a sus hijos”, Francisco de Goya (1821).

 

Goya, para muchos el creador de la pintura moderna, supo darle a sus monstruos un trazo que ya no era gótico. Una connotación más psicológica que meramente figurativa. El Saturno devorando a sus hijos se me parece a esos monstruos de la ciencia-ficción de los 60, de pelo largo, tipo hippie. Pero no hay nada noble o amable en ese monstruo, ni en ninguno de Goya.

Sus monstruos, sus humanos caricaturizados o satirizados introducen una nueva dimensión en el dibujo, una profundidad metafísica de la ruindad humana, del tormento de la vida diaria, de la disolutez, de la falibilidad.

Hay libros que yo le agradezco a la universidad haber leído. Luces de Bohemia (1920), de Ramón del Valle-Inclán, introduce el concepto del “esperpento” como una medida de distorsión del espíritu clásico, un indicador de la decadencia del siglo XX. El protagonista es un poeta ciego: Max Estrella, alcohólico como todos sus amigos, en un Madrid pobre y de bohemia decadente, de hecho, uno de sus mejores amigos es un noble arruinado.

«Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada. […] Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas. […] La deformación deja de serlo cuando está sujeta a una matemática perfecta. Mi estética actual es transformar con matemática de espejo cóncavo las normas clásicas».

No hay que buscar mucho para descubrir que es Goya el verdadero antecesor del esperpento.

El ideal distorsionado, como la flexible cara de un héroe que se estruja hasta deformarse. Muchas veces el “monstruo” es el héroe mismo: Cuasimodo, el jorobado o Hellboy, un mutante que da cualquier impresión perversa menos la de ser un héroe y padre de familia. Incluso King Kong es inocente: fue sacado de su ambiente, y al final es un gran gorila y no podemos juzgarlo por la ley humana.

La definición de “monstruo” del DRAE es tan amplia que incluye buenos, incluso nobles, cuya única “culpa” es ser feos, deformes, bestiales en su apariencia y actos (bueno, no poca cosa). Digamos que sufren discriminación basada en su aspecto. El increíble Hulk, creación de Stan Lee para Marvel Comic, es un hombre normal que recibe una descarga muy intensa de una poderosa radiación.

Cuando se enfurece (y vaya Bruce Banner tiene un problema de control de ira) se convierte en un ser macizo de color verde, ligeramente parecido a Frankenstein, un Frankenstein en esteroides diría yo. No es malo, pero no puede evitar actuar monstruosamente, dislocar columnas, tumbar bibliotecas accidentalmente, romper vasos al no poder sostenerlos suavemente. Sería suicida para una mujer una cita romántica con Hulk, así que les advierto a mis amigas en caso que se les presente la ocasión.

Si notamos sutilmente a los monstruos modernos, veremos que hay una gran cantidad que nacen del Frankenstein de Shelley. El monstruo de la ciencia. Si el ideal moderno pasa por la NASA, por el Genoma, por la física cuántica… el esperpento científico es el humano fallido con los dos tornillos en el cuello, sí, pero también el robusto Hulk, o el Duende Verde (enemigo de SpiderMan), producto de una sobrecarga de tecnología marcial que seguramente implicó radiación.

La radiación es muy pertinente para crear monstruos porque separa los átomos y las moléculas, induce mutaciones que disparan deformidades aunque en los comics también cambios en las capacidades físicas que tardarían milenios en formarse.

Las “aves-noche”

 

Una supuesta foto de un "ave-noche", tomada en 1932. Fuente: Archivo General Amazónico.

Una supuesta foto de un “ave-noche”, tomada en 1932. Fuente: Archivo General Amazónico.

 

Yo tengo un cuento de monstruos: La Cruz de Tiuatán, donde un héroe lucha por escapar de una estirpe monstruosa de seres parte murciélago, parte topos, en las profundidades bajo las ruinas de una castillo del siglo XVI. Cito un fragmento:

Un audaz guardia desafió el cerco y se lanzó suicidamente sobre mí. Levanté la tela ardiente, que lo envolvió y pronto era una tea humana que se abría paso entre sus compañeros aterrorizados.

Yo continuaba usando a Puma como escudo, pero comenzó a ponerse difícil, a sacudirse y rehusar continuar. En ese forcejeo le arranqué la capucha. ¡Oh! Contemplar su rostro casi me partió el corazón del impacto: era una cabeza oblonga, plena de pliegos, cubierta totalmente de minúsculos bellos, con orejas negras grandes y puntiagudas… ¡Era un murciélago! Una especie intermedia, un horrible mutante.

Monstruos bíblicos

La Biblia sabe meter miedo y no necesita ciencia-ficción. Bueno, digo yo, para algunos la Biblia es un zenit de ciencia-ficción. J.L. Borges decía con su ironía sin fin que la teología era un género de la literatura fantástica.

 

Las cuatro bestias de Daniel. Fuente: christiantrumpetsounding.com.

 

Leviatán, por ejemplo. Un gigante marino, una ballena con tentáculos quizá, aunque en la mayoría de las versiones es más parecido a una ballena simple. En Job capítulo 41 se le describe: “Con sus estornudos enciende lumbre, y sus ojos son como los párpados del alba. De su boca salen hachones de fuego; centellas de fuego proceden. De sus narices sale humo, como de una olla o caldero que hierve. Su aliento enciende los carbones. Y de su boca sale llama.”

Para muchos Moby Dick es una versión moderna del Leviatán, encarnada plenamente en el naturalismo, es decir, en un animal.

En el libro del profeta Daniel se habla de cuatro bestias: una como león con alas de águila; otra similar a un oso; la tercera un leopardo con cuatro alas en la espalda y la cuarta “espantosa y terrible y en gran manera fuerte”, con “dientes grandes de hierro…”, “diez cuernos”, muy diferente a las demás.

Pero, obviamente, el súmmun lo veo en la espectacular conclusión del Nuevo Testamento, el Apocalipsis de Juan de Patmos. El dragón de siete cabezas es un señor monstruo, una criatura monumental que representa nada más y nada menos que al enemigo supremo de Jesucristo.

Hay simbología por ser especies de serpientes, por ser siete, por surgir del mar… Los monstruos bíblicos a veces son mapas, como estructuras que quieren moralizar a través del terror.

 

El dragón de las 7 cabezas contra el Arcángel Miguel en un códice medieval.

 

Monster Inc

Hay una película de animación del estudio Pixar, Monster Inc, que me gusta mucho por sus personajes y su argumento. Trata la amistad de una niña y un monstruo de gran corazón, Sully. La única forma de comunicar a ambos mundos era con puertas especiales, diríamos multidimensionales. Una vez devuelta la niña a su cuarto, desde donde por accidente había cruzado la frontera, Sully pensó que no vería más a su amiguita. Y resulta que la encuentra una vez más, cuando abre la puerta reconstruida tiempo después, y es saludado por la aguda voz de la niña que lo llamaba “gatito”.

Un monstruo supuestamente terrorífico que es visto como un gatito grande por una niña, que contradicción tan hermosa. Y de paso, tiene uno de los más commovedores finales que he visto en el cine. Esta película es buen muestrario de los monstruos como tipología de humanos “buenos y malos”.

Cuando uno escucha la palabra “ángel”, uno piensa más o menos la misma idea. Pero cuando oye “monstruo” hay decenas de variantes, desde la degradación hasta la heroicidad.

Zombis

Los zombis son otros “monstruos de la ciencia”, aunque no lo parezcan. En principio, nacen de ceremonias misteriosas trasladadas de África a Haití. Pero el folklore les da origen en sustancias que le inoculan a los muertos o a los que pronto van a morir, más a que a poderes puramente místicos. En mi canal vintage he visto films de zombis de los años 20 y 30, casi todos producto de un siniestro doctor occidental (uno era Bela Lugosi) que hace experimentos inspirados en los ritos haitianos indígenas.

Los zombis de entonces no son un ejército desaforado de comedores de carne sino un monótono (aunque terrorífico grupo de alelados sin dirección, abúlicos y con un cociente intelectual casi nulo). En versiones contemporáneas, sobre todo a partir de The night of the living dead (1968) y en fenómenos de taquilla como I legend o la serie The walking dead, los zombis son (ex)humanos expuestos a extrañas pandemias surgidas de laboratorios de biotecnología.

En este caso le aumentaron la velocidad y son más rápidos y fuertes: persiguen a los protagonistas, hacenparkour y pueden ser bastante robustos y fieros. Pero de cualquier forma a los zombis se les suele combatir por lotes, de modo que no pueden ser demasiado fuertes. Hay que poder deshacer a varios de un solo golpe.

En los Cuentos del tatarabuelo menciono:

Apiñados a lo largo de la cubierta, aferrados a los mástiles, un pequeño ejércitos de muertos vivientes, en un extraño proceso de descomposición sostenida. Si se agitaban perdían un brazo o se les zafaba el hombro, que quedaba agitándose entre las camisas raídas. No tuve tiempo de esconderme, pero la velocidad de esos bólidos apenas me permitió colocarme detrás de unas escuálidas palmeras. Un zombi volteó a verme pero se le salió un ojo y eso lo confundió mucho y se olvidó de evaluar si había visto algo extraño o no.

 

Fuente: 10W Publishing.

 

Frases

“Hay muy pocos monstruos que garanticen los miedos que les tenemos.” André Gide

“La fantasía, aislada de la razón, sólo produce monstruos imposibles. Unida a ella, en cambio, es la madre del arte y fuente de sus deseos.” Francisco de Goya

“Quien con monstruos lucha cuide de convertirse a su vez en monstruo. Cuando miras largo tiempo a un abismo, el abismo también mira dentro de ti.” Friedrich Nietzsche

Grande, que te quiero grande

¿Qué hay de los gigantes? Los nazis, en sus primeros años, se alimentaron de las teorías más anticientíficas imaginables, como la de la Tierra Hueca o aquella de que hubo alguna vez cuatro lunas alrededor del planeta.

Esa gravedad extra produjo gigantes en nuestro mundo, de modo que los nazis dedujeron que los antepasados de la raza germánica (si cabe el término) habían sido magníficos individuos de más de cuatro y cinco metros de altura.

Hitler, ya gobernando, envió una legión de arqueólogos a buscar los rastros de este gigantesco ancestro ario, pero lo que encontraron fue decepcionante: restos de personas no mayores de 1,69 m, una estatura normal por cierto, pero nada espectacular.

Leo en un análisis de la Cosmología que dio inicio al nazismo:

Todos los Antiguos se saben descendientes de Dioses y Gigantes. La Polinesia, Egipto, Asiria, México, Grecia, Escandinavia. Todas las tradiciones, todas las leyendas nos hablan de Gigantes que desarrollaron a los hombres, que les enseñaron la agricultura, los educaron en las artes, los guiaron en las ciencias y los iniciaron en el manejo de su propia espiritualidad…

El gigante de Jack y las semillas mágicas es espantoso, igual los troles (trolls), gigantes escandinavos que son fieros pero no metidos e insoportables como sus homónimos actuales: los troles del mundo 2.0 (me salí del tema, pero no de la monstruosidad). Hay una película danesa llamada El cazador de troles, muy al estilo de la El proyecto de la Bruja de Blair, un supuesto documental en búsqueda de los legendarios troles según la tradición nórdica. Es interesante, aquí una secuencia:

Ah y en Estados Unidos hay gigantes en San Francisco (una broma inocente, disculpen).

Compendium monstrorum

Sonia González, mi cuñada, es una consumada titiritera y una de sus obras recorre los Espantos y aparecidos de Latinoamérica. Uno de los personajes es “Caipora el padremonte” y nos dice que “es original de Brasil. Caipora es un ente fantástico, demoníaco y cruel con los que no lo atienden. A veces, se lo representa como una mujer de un solo pie, o como un campesino encantado que fuma pipa y recorre el monte desnudo. También se dice que es un hombre peludo que cablaga sobre un puercoespin, o un cazador malencarado de pelos verdes y pies volteados hacia atrás. La palabra Caipora viene de la lengua tupi y significa habitante del bosque.”

 

Representación de Caipora según el Teatro Naku. A la derecha, manipula el títere @milagrosblue.

 

Un libro de mi hijo tiene una gran recopilación de monstruos “del mito, el folklore o la ficción”. Allí veo que el mundo infantil de los héroes se ve sobrepasado por el de monstruos y villanos. A veces ellos mismos, los héroes.

Otro notable monstruo latinoamericano es el chupacabras, un ser pequeño, aparentemente bípedo más emparentado con un alienígena. Se le traza desde Puerto Rico, México hasta pasar a Texas y otras zonas del sur estadounidense. Tiene algo de vampiro y un poco de hombre lobo, pero miniaturizado.

 

sayona

La Sayona en su modo terrorífico. Ilustración de Miguel Rumán Zew. miguelrumanzew.blogspot.com

 

En Venezuela hay muchos aparecidos pero no monstruos. Acaso la Sayona, una leyenda que yo especulo fue creada por sacerdotes o por mujeres. Una dama lívida con dientes filosos como hachas, que castiga a los hombre infieles. El imaginario popular la describe de formas diversas.

Se dice que puede presentarse como animal o incluso una mujer hermosa que súbitamente resulta ser un súcubo o algo parecido, un monstruo demoníaco. Los “súcubos” son demonios en forma de mujer y se les atribuyen entre otros, colas con puntas triangulares, ojos de serpiente, culebras a-lo-Medusa.

En los Estados Unidos está, por supuesto, BigFoot o Sasquatch, una especie de simio bípedo gigante que muchos dicen haber visto pero del cual no hay evidencia física convincente todavía, a mi humilde juicio.

Hay un programa de TV llamado Finding BigFoot y tiene ya tres temporadas sin encontrar más que dudosos indicios. A continuación el video con el pietaje más célebre, supuesto avistamiento del gran monstruo en 1967, por dos locales en California: Roger Patterson and Robert Gimlin. Ha sido refutado y afirmado con la misma intensidad por unos y otros.

Voy con otros, de pasada:

Tiburón. En la película Jaws se cumple aquello de que un animal puede ser un monstruo, pero no por su naturaleza sino por el guión y la dirección. Spielberg prefigura, quizá por causas incluso ajenas a su voluntad, la eficiencia de no mostrar al monstruo sino al final, anticipándolo, sintiendo que se acerca poco a poco pero irremisiblemente (al compás de la inseparable banda sonora) .

La momia. Sólo recientemente la momia ha tenido personalidad. En la película original de Karloff era apenas un psicópata torpe vendado, que camina a un kilómetro por hora, que no habla, casi ciego. En La momia con Brendan Fraser, es un antiguo gobernante que fue asesinado y enterrado vivo y vuelve para vengarse. Se regenera, habla y tiene emociones.

alienVSpredatorAlien y Predator. Gran monstruo de la ciencia-ficción. En la primera película el director Riddley Scott tiene el acierto de no mostrarlo hasta el final, creando un efecto que sacudió al cine por años. Lo copiaron en Predator, por ejemplo, con resultados menos espectaculares porque no tiene la misma calidad fílmica. El de Predator, por cierto, es uno de los mejores monstruos recientes que he visto, en términos de maquillaje. Las secuelas de todas las películas de monstruos son malas, eso sí. Las de Alien son débiles y las de Predator son casi risibles. Y ni que decir de esa caricatura bufa de Alien vs Predator, puro entretenimiento barato, indigno para dos monstruos respetables de la ciencia-ficción.

Terminator. Son dos monstruos en uno, en la primera entrega. El primero es Arnold Schwarzenegger como el robot del futuro sin sentimientos, ni dolor, ultra eficiente, que va sin freno a aniquilar. Al final, cuando lo incendian, surge el esqueleto metálico que vuelve a contestarnos que sí, que un esqueleto puede ser un monstruo si está vivo y tiene súper poderes.

Los tornados

Si hay un monstruo natural e irracional que a mí personalmente me aterra, es el tornado, ese fenómeno atmosférico producto de una tensión de presiones entre la altura y la superficie, que crea el famoso cono giratorio. Nunca he presenciado uno en persona, pero al verlo en televisión o en fotografías siento la presencia de una bestia desatada.

Un huracán no tiene forma, un tsunami es masivo, tan grande que no puede abarcarse con la mirada, pero el tornado se yergue, se desplaza como un espectro iracundo. Para mí es un monstruo.

Les dejo algunas secuencias que tienen lo suyo:

Epílogo

Como casi todos los niños, compartí mis primeros años y mis primeras habitaciones con monstruos. Son parte obligada de nuestro imaginario. No sé si son metáforas de lo malévolo o lo desproporcionado o también de lo paradójico (en el caso de los monstruos nobles). No sé si los construimos para asustar o para moralizar o ambos y algo más.

Poco a poco los moldeamos, los hacemos más invisibles y escondidos, más sofisticados dentro de nuestro inconsciente.

Llega un momento que son inseparables de la vida: hay gente que vampiriza, gigantes en lo que hacen, troles en las redes sociales, harpías en algunas relaciones y un largo etcétera. Sin monstruos no tendríamos representaciones de lo que en inglés llaman “bizarro”, es decir, extravagante, anormal, amorfo, fuera de canon.

Los “monstruos” también disfrazan aspectos oscuros de nuestra persona. Lo salvaje, lo creido indetenible. Al final, por cierto los monstruos son derrotados o contrarrestados en casi todas las historias. Alguien da cuenta del monstruo malo.

El resto es el monstruo intermedio, el personal, que tiene todas las variedades que le damos los portadores. He llegado a sentir que los albergamos y otorgamos preferencias. Es un juego de oscuridad que luego la imaginación y la narrativa transforman en miles de presencias que han aterrado y movido a la humanidad desde sus mismísimos comienzos.

Y, a excepción de los tornados, todo lo demás es ficticio. Por eso les decía que los monstruos de este ensayo no eran reales.

.

.

.

……………………………………………………………
IMÁGENES: Ilustración inicial: Lúdico con foto del Nosferatu de Murnau y Diablo de Yare en composición sobre foto de José Díaz publicada en El Nacional. Otras imágenes: dominio púlico de la WWW o crédito en la leyenda de foto.

UNA NOTA SOBRE ESTE ENSAYO

  • Su objetivo no es práctico, sino intelectual y catártico.
  • No es una recopilación. Es una lista de items que recuerdo o que me ha alegrado encontrar sobre un tema específico.
  • Si alguien siente que el autor “no incluyó” algo es probablemente porque no lo sabía o no se acordó.
  • Les sugiero que agreguen esos recuerdos o hallazgos en la caja de comentarios y aprendemos más, todos.

 

Publicado originalmente en Ciberticon