La distancia más larga RETORNO A LO ETERNO, por Alfonso Molina

La distancia más larga 2

El miércoles 10 tendremos un Cine Encuentro con ‘La distancia más larga’ en el Paseo 2 del Trasnocho Cultural.

 





Hay una idea medular que atraviesa La distancia más larga y se expresa en sus tres personajes principales: el derecho a elegir. Que implica la libertad de decisión. Es una idea y también una emoción. La siente Martina, la española de sesenta años que padece una enfermedad terminal y que elige retornar desde España al Roraima, en la Gran Sabana, para morir en el lugar donde años atrás había sido feliz. Su nieto Lucas, de apenas doce años, también decide dejar Caracas e ir a Guayana en busca de una abuela que no conoce. Asimismo, el aventurero Kayemó opta por ayudar a un niño desconocido a cumplir su sueño. Esa capacidad de elección funciona como un catalizador de los cambios que se operan en ellos. Todos serán distintos, harán lo que escogieron y seguirán sus propias vidas… largas o cortas. El primer largometraje de la venezolana Claudia Pinto revela una aguda madurez reflexiva sobre el sentido de la existencia. No importa si es la de un chiquillo, la de una anciana o la de un joven sin rumbo. Su historia es la del momento de la verdad, cuando se toman decisiones importantes, cuando la posibilidad del error es una realidad pero también la probabilidad de hacer lo correcto. Tal vez en esa idea medular resida la conexión emocional que esta película establece con el público.

Esta coproducción hispano-venezolana se construye sobre la base de los contrastes: vejez e infancia, amor y miedo, pasado y presente, ciudad y sabana, alba y ocaso, vida y muerte. Realizadora de su propio guion, Pinto teje con puntadas finas una relación afectiva que tiene como extremos a Martina y Kayemó y a Lucas como bisagra, como vínculo involuntario. Sin él ambos no se habrían conocido. El centro de atención se halla en ese chico pre-adolescente que preocupa a su padre, a quien culpa de la muerte de su madre, conmueve a su abuela, de quien espera mucho más que un recuerdo, y recibe la solidaridad del aventurero, cuya amistad conforma una hermandad. Lucas es el futuro, Martina la despedida, Kayemó la continuidad. Sobre estos factores se edifica la historia y se amplía con la mágica inmensidad de la Gran Sabana, un escenario extraordinario. Es un relato complejo pero no complicado. Eso lo siente el espectador. La vi hace unos días, a sala llena, con un público silencioso, atento, que no dudó en aplaudir al final y se quedó hasta que concluyeron los créditos finales.

Película de atmósferas sonoras y visuales, La distancia más larga trabaja la belleza de la Gran Sabana como un escenario privilegiado. Lo dota de un cierto protagonismo que matiza la historia. Está allí, como trasfondo, como visión de un mundo distante. Este trabajo conjunto entre España y Venezuela contó con la magnífica fotografía de Gabriel Guerra. el preciso montaje de Elena Ruiz, la envolvente música de Vincent Barrière y la detallista dirección de arte de Matías Tikas. Todos contribuyen a elaborar una producción de alto vuelo.

De cierta forma, La distancia más larga recuerda aquellas primeras road movies de los años sesenta y setenta, caracterizadas por ciertas libertades creativas a través de las cuales el viaje físico se convierte en ruta emocional para el hallazgo personal. Metáfora narrativa que han abordado, entre otros, el norteamericano Dennis Hooper con Easy Ryder (1969), el alemán Win Wenders con Alicia en las ciudades(1974), el británico Ridley Scott en Thelma y Louise (1991), el argentino Marcelo Piñeyra en Caballos salvajes (1996) y el brasileño Walter Salles en Estación Central (1998) y Diarios de motocicletas (2004), todas definidas por el descubrimiento de sí mismo y del compañero de viaje. El viaje de Martina, Lucas y Kayemó es un retorno a lo eterno, lo inasible, lo sabido.

También en su trama hay un estudio de las generaciones, en particular la de Martina, su esposo desaparecido, su amiga médico Lola y Tomás, el esposo de ésta. Todos sesentones, provenientes de décadas de transformación y libertad. Una generación de soñadores que fueron a parar a la Gran Sabana, en otra época, para ver el Roraima imponente, para vivir en contacto con la naturaleza, para separarse de la urbe enajenadora. De hecho, el contraste entre Caracas y esa inmensa planicie es inevitable. Allá en la Gran Sabana la trama deja a Martina, Lola, Tomás y el guía Nazsak. A la ciudad envía a Lucas y Julio. El único que queda a su libre albedrío es Kayemó.

Uno de los soportes fundamentales del film se halla en el trabajo interpretativo de la catalana Carme Elías como Martina, el niño Omar Moya como Lucas, Alec Whaite como Kayemó, Iván Tamayo como Julio, el padre, la española Isabel Rocatti como Lola, Marcos Moreno como Nasak, en los roles frontales, y de Malena González como Sara, Beatriz Vásquez como Teresa, Alberto Rowinsky como Tomás, y José Roberto Díaz como Federico, en el plano de apoyo.

Directora de los cortomerajes Una voz tímida en un concierto hueco (2000), Todo recto (2006) y El silencio de los sapos (2006), Pinto ha dado el salto al largometraje con seguridad y fines claros. La distancia más larga permite suponer un futuro promisorio.

El miércoles 10, a las 7:30 pm en punto, tendremos un Cine Encuentro con La distancia más larga en el Paseo 2 del Trasnocho Cultural. Después de la proyección hablarán la directora Claudia Pinto y el editor de El Circo de las Ilusiones José Pisano. Yo presentaré la película y seré el moderador. Están invitados.

LA DISTANCIA MÁS LARGA, Venezuela y España, 2013. Dirección, guion y producción: Claudia Pinto. Fotografía: Gabriel Guerra. Montaje: Elena Ruiz. Música: Vincent Barrière. Director de arte: Matías Tikas. Elenco: Carme Elias, Omar Moya, Alec Whaite, Iván Tamayo, Isabel Rocatti, Marcos Moreno, Malena González, Beatriz Vásquez, Alberto Rowinsky, José Roberto Díaz. Distribución: Cinematográfica Blancica.}

 

Publicado originalmente en Ideas de Babel