Javier Garay: Occidente rechaza las ideas que lo hicieron crecer

Javier Garay: Occidente rechaza las ideas que lo hicieron crecer

thumbnailcolaboradores-190x130Recientemente, en una de las clases que dicto en maestría, recordé un libro de Niall Ferguson. El famoso historiador plantea que la civilización occidental está en peligro, no por las crisis económicas o por el ascenso de otras potencias, sino por el olvido que sus sociedades han hecho de los valores, principios y procesos que le permitieron a esta civilización convertirse en la más avanzada en la historia de la humanidad.

En mi clase, un estudiante manifestó que el atraso de continentes como el africano se debe a la supuesta imposición de los modelos, políticos y económicos, de las potencias europeas.

Aunque este sea un típico argumento, muy superficial, sobre lo que es el desarrollo, lo importante fue quién lo dijo y las razones por las que lo dijo. El estudiante es un joven francés que se encuentra adelantando sus estudios de maestría en Colombia. Es decir, es una persona que nació y creció en uno de los países considerados potencia occidental, con altos niveles de desarrollo. Además, es una persona que representa las ventajas del proceso de globalización: migrar de país en país para cumplir sus metas.





Las razones que adujo, sin embargo, son más preocupantes. Por un lado, sostuvo que la idea del desarrollo como creación y acumulación de riqueza para la satisfacción de necesidades y deseos materiales de las mayorías es una idea únicamente occidental, que ha sido impuesta en el resto del mundo. Por el otro, señaló que esa idea y el modelo creado lo único que generan es destrucción, guerras y degeneración.

Si creemos que el capitalismo o el liberalismo son imposiciones de Occidente al resto del mundo, tendríamos que concluir que absolutamente todo arreglo institucional es capitalista y liberal.

Lo primero, además de equivocado, es una afirmación arrogante y que, llevada al extremo, puede resultar peligrosa.

Si la producción creciente de bienes y servicios son exclusivas de una forma de ver el mundo, y no como lo demostró Ludwig von Mises, resultado del descubrimiento constante de cómo y de por qué actúan los seres humanos para mejorar su vida material, tendríamos que concluir que no todos los seres humanos podemos ser iguales. Que hay unos que pueden superar su situación de mera supervivencia, mientras que otros son incapaces de ello y por lo tanto serán víctimas del hambre y la muerte por siempre.

Si, además, creemos que el capitalismo o el liberalismo son imposiciones de Occidente al resto del mundo, tendríamos que concluir que absolutamente todo arreglo institucional, incluso los existentes en el continente africano de la actualidad, es capitalista y liberal. Es decir, si hablamos de imposición de unos modelos y creencias, tendríamos que pensar que incluso los regímenes totalitarios son expresiones de lo mismo.

Como es evidente, pensar tanto lo uno como lo otro, que los seres humanos se deben clasificar según su lugar de procedencia y que todos viven bajo regímenes liberales y capitalistas, puede llevar, de nuevo, al surgimiento de pensamientos atroces como los sostenidos por las peores expresiones del fascismo, del nacionalsocialismo o del comunismo del siglo XX.

Por su parte, está la idea según la cual la evolución de la civilización occidental lleva inexorablemente a la guerra y a la degeneración (aunque no entiendo lo que quiso decir exactamente el estudiante con este término). Acá hay un problema de comprensión de lo que es la civilización occidental, sus características y logros.

Fueron los Estados occidentales los que conquistaron, destruyeron y trataron de imponer —no el capitalismo y la libertad

Si bien es cierto que en el proceso de creación de riqueza y de mejora de las vidas de millones de individuos que hoy llamamos occidentales hubo guerras, destrucción y conquista de otros pueblos que fueron considerados, en su momento, como inferiores, esto no resultó de los principios y valores de esa civilización, sino, al contrario, fueron su negación.

Fueron los Estados occidentales los que conquistaron, destruyeron y trataron de imponer —no el capitalismo y la libertad, sino las organizaciones estatales. Si en ello algo participaron empresarios, estos fueron ayudados por esos Estados. Pero nada de esto es resultado del capitalismo o de la libertad.

Más que la demostración de lo equivocadas y peligrosas de estas ideas, lo preocupante, como lo señaló Niall Ferguson, es que cada vez más individuos occidentales rechazan lo que ha sido Occidente y su papel, no como civilización “superior”, sino como ejemplo de la posibilidad de crear riqueza y de mejorar la vida de millones de seres humanos.

El punto de quiebre en la actualidad no se encuentra en cómo saldrán algunos países de sus crisis o si estas se repetirán. Es posible que lo más importante sea si las sociedades occidentales continuarán renegando de las instituciones que les permitieron ser las sociedades más avanzadas del planeta, o si reconocerán, algún día, su importancia, con errores y aciertos, como ejemplos de lo que se debe hacer para mejorar la vida material en el mundo.

 

Publicado originalmente en PanamPost

 

Javier Garay es profesor en la Universidad Externado de Colombia. Escribió dos libros sobre temas internacionales, uno de ellos sobre el desarrollo económico, tema sobre el que está realizando su tesis doctoral. Síguelo en Twitter en@crittiko, y visita su blog personal: Crittiko.