Orlando Viera-Blanco: Esa imputación, puño y letra de Fidel…

thumbnailorlandovierablancoLa diputada María Corina Machado ha sido emplazada por el MP para comparecer como imputada del delito de “magnicidio”. No deseo caer en el análisis previsible de este holocausto judicial. El tema es anticiparnos responsablemente a un esquema circense de un gobierno desbordado en su propia torpeza, que lo ha llevado a un desmadre económico sin precedentes, a la pérdida de confianza y a un estado latente de explosividad social. La solución: distraer, controlar y oprimir, mientras la comunidad internacional les dice a los venezolanos, “cosas veredes Sancho”… y nada más.

La imputación a María Corina no guarda relación con el COPP, el Código Penal o la Constitución BV. La imputación es de carácter estrictamente política y estratégica, por represiva y funcional. Es imprimir miedo con tortura y cárcel (dixit López, Baduel, estudiantes) a quienes disienten enérgicamente, denuncian dignamente y resisten tenazmente, al estado/gobierno. Y en derecho, la justicia como herramienta retaliativa, no existe. Es redundante hacer este tipo de aclaratorias jurídicas. Pero es relevante que la comunidad internacional, misma que comparte silla y mesa en el Consejo no-permanente de Seguridad con naciones que violan sistemáticamente los DDHH; misma que desde la OEA veta voceros denunciantes de las aberraciones que suceden en nuestro país (por prevalecer sus negocios y conveniencias petroleras), reaccione firmemente con una lógica liberal, democrática e institucional -sin hipocresía ni evasivas- contra las graves y peligrosas agresiones a ciudadanos venezolanos. Porque no es sólo un ultraje contra la diputada MCM como parlamentaria venezolana, sino una cachetada a los ideales democráticos del mundo libre, plural y moderno. Es tiempo que la administración del Sr. Obama o la del presidente francés, François Hollande, o el primer ministro del Reino Unido, David Cameron, o Canadá, Stephen Harper, o de España, Mariano Rajoy, por nombrar algunos gobiernos vecinos (América), portadores de las democracias más solventes del globo o por su afinidad con Venezuela (España), tomen y hagan tomar consciencia de lo que ocurre en Venezuela. La permisividad elocuente en patio criollo es un boomerang que aviva alianzas radicales. Ahí va el partido Podemos con Pablo Iglesias ganando terreno. Ahí van radicales islámicos literalmente cortando cabezas o izquierdas agazapadas fracturando la lógica capitalista en Europa. Es tiempo que actores de peso internacional asimilen la trascendencia de sus omisiones y debilidades respecto al caso venezolano.

A lo interno debemos alertar, otra vez -sic- sobre el desenfado e irresponsable silencio de la MUD. Os invito a sus líderes hacer una parada en la estación de la sensatez. El drama que atraviesa el país dejó de ser político. Es profundamente humano y ciudadano, por lo cual no es un asunto de papeletas o curules. Lo racional no-es-anclarse (cleavages) en “arreglos dizque institucionales y consensuados” desproporcionados a nuestra desintegración ciudadana (Liphart). Eso -pactar- es maleza, ramaje, paja. Dejar sola a MCM y a López es cobarde, además torpe y retrógrado. El voto de clase (Esping-Andersen) perdió vigencia, porque no resuelve el conflicto social. Lo que lo resuelve es el consenso de las clases productivas y liberales con un renovado sentido de responsabilidad y vulnerabilidad social. Lo político no es únicamente una competencia por el poder (comprensión utilitaria de la ciudadanía.Democracy, liberty, and equality. Robert Dahl), sino un ejercicio prístino y constante de inclusividad. La justicia más que una virtud, es un sagrado mandato de armonización de intereses colectivos. Y si el estado/gobierno la utiliza como mazo de represión, corresponde a los actores políticos movilizar a sus ciudadanos para rebelarse infatigablemente. No lo digo yo. Lo dijo Juan de Salisbury en la Edad Media, en su Libro Hombre de Estado, cuando predijo que si un príncipe no gobierna con arreglo a derecho y degenera en tirano, es lícita su deposición. Lo dijo Martín Lutero que proclamó que “cuando un gobierno degenera en tirano vulnerando las leyes, los súbditos quedaban librados del deber de obediencia”. Lo dijo Calvino, el pensador más notable de La Reforma, que postuló el derecho del pueblo a oponerse a cualquier usurpación. Lo dijo Juan Altusio a principios del siglo XVII, quien alertó “que el ejercicio injusto de la soberanía popular, extra-legal o tiránica, exime al pueblo del deber de obedecer y justifica la rebelión”. Lo dijo Juan Locke en su Tratado de Gobierno: “El único remedio contra la fuerza sin autoridad, está en oponerle la fuerza”.





María Corina y Leopoldo López se oponen a la fuerza de la arbitrariedad y luchan por su libertad y por la de todos nosotros. Dejarlos solos nos imputa a todos, y esa es la estrategia miserable, puño y letra de Fidel: cansarnos, oprimir y dividirnos, forzando nuestra dimisión ciudadana. No deleguemos el lado correcto de la historia. Si nos cansamos y doblegamos estamos muertos…

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