Los diarios del explorador Alejandro Humboldt ven la luz por primera vez en 150 años

Los diarios del explorador Alejandro Humboldt ven la luz por primera vez en 150 años

Foto: Manuscrito de Alexander von Humboldt / elmundo.es
Foto: Manuscrito de Alexander von Humboldt / elmundo.es

 

Nueve polvorientos tomos acompañaron a Alexander von Humboldt (Berlín, 1769 – Berlín 1859), durante su expedición al Nuevo Continente. Incluso cayeron con él a las aguas del Orinoco y hubieron de ser rescatados de la corriente, secados y vueltos a encuadernar antes de que el naturalista pudiese continuar con sus anotaciones, insustituible testimonio de buen maridaje entre la ciencia y el humanismo. Por primera vez y tras 150 años de peripecias históricas, los diarios de viaje del explorador son ahora expuestos al público durante solamente unos días, del 4 al 6 de diciembre. Se trata de un apetitoso aperitivo de su posterior digitalización y la Biblioteca Estatal de Berlín cuenta con colas de horas de espera.

“En las estrechas calles transversales, entre los muros de los jardines, las hojas colgantes de las palmas y de las plataneras forman pasajes arqueados, sombríos… “, anotó Alexander von Humboldt a su llegada a Santa Cruz, horas antes de emprender la escalada al Teide. Había zarpado con Bonpland desde La Coruña con la corbeta española Pizarro rumbo a las Islas Canarias, donde hicieron una escala en la Graciosa y un breve recorrido por Tenerife entre el 19 y el 25 de junio de 1799. “Un refresco para el europeo que acaba de desembarcar y para el que el aire del país es demasiado caluroso”, escribía, prácticamente inaugurando el estilo y el tono de las anotaciones que dejaba para la posteridad de la aventura científicaque ha sido considerada en muchas ocasiones como el segundo descubrimiento de América.





Las anotaciones incluyen asuntos sobre vulcanismo y geografía vegetal, como la descripación de la violeta del Teide.

Sin ir más lejos, en el Teide realizóexperimentos para el análisis del airecomplementarios a sus mediciones con el cronómetro de Berthoud o el sextante de Ramsden como garantía métrica. La alternancia de datos empíricos, reflexiones e impresiones personales compone una deliciosa mezcla incluso literaria y mantiene vivo, casi palpable, el espíritu de un científico rebelde, que se negó a entrar en el juego de la élite cultural alemana del momento y que constató de primera mano el nacimiento de los nacionalismos americanos con la misma pasión con la que estudiaba la flora y la fauna de aquellos territorios, su orografía y sus recursos.

 

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