Los sapos laborales están sueltos por @jair_defreitas

Los sapos laborales están sueltos por @jair_defreitas

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Apenas hace un mes publiqué en mi columna semanal de La Patilla la opinión intitulada ‘Purga Laboral Roja Rojita’. En ella analicé desde el punto de vista jurídico, el recorrido histórico del derecho a la igualdad y prohibición de discriminación por razones políticas en las relaciones laborales del sector público. ¿Premonición? No creo. Más bien lectura del momento político y análisis de una inolvidable frase pronunciada por un Diputado de la Asamblea Nacional: “Tenemos escuálidos infiltrados en los organismos públicos”. No son palabras sueltas, está claro que el objetivo de quienes regentan es atornillarse en el poder al costo que sea.

El desespero es de un tal que aquella expresión acuñada a Maquiavelo “el fin justifica los medios” se quedó corta. Verbigracia, la forma inmoral como nombraron a los integrantes del poder moral da cuenta de la exigua democracia del país. Francamente, cuando no aplastan el escenario político, arman una estructura paralela y simplemente desconocen la existente. ¿O no es verdad que a la figura de la Alcaldía Mayor le crearon una Gobernación del Distrito Capital y un Ministerio para la Transformación de Caracas vaciando de contenido las competencias exclusivas del cargo ocupado por Antonio Ledezma?. Los protectores de Petare y Miranda (que por cierto, han debido llamarlos dementores) fueron otro intento desesperado ante la pérdida política de la Alcaldía y Estado en cuestión. Los Consejos Comunales: la carta bajo la manga para convertir a las autoridades municipales en carcazas burocráticas.





La copia al carbón del viejo modelo cubano es evidente: consolidar la hegemonía comunicacional, aniquilar el poder económico espantando a los grandes y doblegando a los pequeños, fabricar miseria, reprimir y criminalizar todo tipo de disidencia. La descomposición y el psicoterror como estrategia que genera el éxodo de muchos y el silencio de quienes no huyen, está presente en nuestra sociedad en múltiples formas: la impunidad delictiva, la ausencia de seguridad jurídica y la descomposición social son apenas algunos de sus rostros más visibles. Pero totalitarismo que se respeta necesita un ingrediente más: promover al delator, al chismoso, al acuseta y darle sustento normativo con su respectiva Ley Sapo o cualquier otra de naturaleza análoga.

Que el presidente obrero diga que habilitaron un correo electrónico y una línea telefónica para denunciar a “los infiltrados” es un fisgoneo que violenta las libertades públicas. El delirio alcanzó la evangelización política, esto es, que alguien toque la puerta de su casa para identificar si está o no con el proceso. Pero no se asuste, usted no necesariamente es un traidor, puede ser un “confundido” que no ha entendido las inexistentes bondades de la revolución solitaria, digo socialista.

Lo propio comienza a ocurrir en las empresas. La milicia obrera armada ya arrancó la cruzada organizacional en la que el discurso seductor de izquierda se une al fusil para mercadear frases fuerza como esta: ¡Camarada, usted está como está por causa del patrono explotador!, ¡la clase trabajadora tiene que prepararse para el control obrero!. Que nadie se llame a engaños, el objetivo de la visita no es promover ideas ni ganar adeptos, sino identificar disidentes, vigilarlos e incluso amedrentarlos por aquello de “tus compañeros de trabajo saben dónde vives”.

La gente se abstiene de opinar sobre política por terror a perder su estabilidad laboral, peor aun, porque algún delator lo identifique y de noticia de ello. Las incorporaciones en la Administración Pública y empresas del Estado se han hecho premiando la lealtad política antes que las competencias del aspirante. La rotación en oficinas ministeriales, se hace garantizando un acuseta por espacio cerrado, quien rinde parte frecuente al mejor estilo del CDR cubano. En las empresas privadas, desde hace rato se teme no solo de algún líder de notorio actuar, sino hasta de discretos aprendices INCES que cambiaron formación para el oficio, por la ideología de izquierda y que admiten en su entorno (como el famoso caso del video aquel) que están “en modo espía”, esto es, en la fase práctica en el centro de trabajo. No hay duda: los sapos laborales están sueltos.