William Anseume: Lugar de reclusión

William Anseume: Lugar de reclusión

William Anseume El intenso problema de los presos políticos venezolanos ha tenido la indispensable repercusión internacional; ha impactado a los Estados Unidos y la Unión Europea con fortaleza; los ha movido a acciones y manifestaciones discursivas esperadas.
Internamente algunos salen del letargo al respecto. Diputados conscientes, como Andrés Velásquez, se han acercado a la Plaza Altamira  donde los muchachos soportan las inclemencias de la calle, día y noche, encadenados, en protesta pacífica necesaria para producir el requerido  despertar colectivo ante este gravísimo asunto que a todos debe conmovernos a diario.
La iglesia,  por su parte, vocera del Papa, lanzó, ayer mismo, por boca del presidente de la Conferencia Episcopal, Monse?or Diego Padrón, su petición: “la liberación de los presos políticos como propuesta para avanzar en pro de la paz del país “. Según pudo leerse en el diario El nuevo país. Los estudiantes, nunca inactivos, continúan en lucha por la liberación de sus compañeros y se encadenan simbólicamente en Altamira, en Lara, en Trujillo.
Pero no sólo es la humillante y aterradora prisión como respuesta represiva gubernamental, después de la caterva de muertos, como mensaje cruel a los venezolanos dispuestos a protestar. No. Son los lugares y modos de reclusión los más humillantes, aterradores y vergonzantes,  propios de la trotura y de los campos de concentración tan conocidos por la in-humanidad; despreciables todos ellos.
Sabemos de lugares donde no admiten la luz en ningún momento, donde los prisioneros del régimen aprecian el paso del tiempo por los ruidos exteriores, producidos por vehículos o el tren. La “tumba blanca”. Conocemos el infrahumano hacinamiento en centros donde se comparten “celdas” sin poder dormir mínimamente “echados” sino de pie o colgados en sábanas cuales hamaquitas  improvisadas,  en las “nubes”. Con estupor nos hemos apercibido del ba?o con heces fecales a líderes fundamentales de la oposición y tenemos los relatos de quienes en Yare padecen la vejación de ser rapados y encamisados a rayas para igualarlos a antisociales acometedores de crímenes atroces. La tortura, pues, física, pero también y muy fuerte y frecuentemente psicológica.  Sin contar los casos de padecimientos de enfermedades que no son debidamente atendidas. Por algo Marcelo intentó suicidarse en Yare. No es únicamente un llamado de atención.
El estudiante de la UNET,  bachiller luminoso y apresado, Gregory  Sanabria,  hacía un conteo político: “si calculamos los muertos, detenidos y quienes están en régimen de presentación más sus familitares,  amigos,  compañeros de clase o copartidaríos,  fácilmente pasan del millón de personas afectadas”.
Y así es. Así mismo es. Como simbólicamente los muchachos se encadenan para expresar su aprisionamiento, equiparándose a sus colegas estudiantes o simplemente a sus compañeros presos políticos,  el país entero en esta “navidad”  y fin de año no puede permitirse pasar por alto el sufrimiento de esta prisión. Esta tortura vital generalizada embosta cualquier celebración posible. Sin libertad para los presos de conciencia no hay liberación del país. Es una tortura en serie y continuada.