Miguel Méndez Rodulfo: El cambio y las verdades que hay que decir

Miguel Méndez Rodulfo: El cambio y las verdades que hay que decir

thumbnailmiguelmendezEstamos al término de un período histórico muy lamentable para Venezuela, que para fortuna nuestra ya se agotó. El desencanto con el régimen y con su nefasto modelo, es casi total. Sólo un 15%, fanatizado, de la población, aún apoya al gobierno. Éste hace aguas por todos lados y las diferencias en su seno se multiplican exponencialmente. De manera que en la gente ya se instaló un encendido deseo de cambio que quiere, a toda costa, dejar atrás este estado de cosas ruinosas en que ha quedado el país como secuela del régimen, después de 16 años de mentiras, engaños, ineficiencias, mediocridades, arbitrariedades y corruptelas. La historia caracterizará a este régimen como el período más oscuro de la vida republicana de la nación. El cambio se producirá bien por la renuncia, bien por una insurrección popular o por una asonada militar. Lo que es muy claro es que la continuidad del régimen será interrumpida por la fractura del modelo económico, social y político que en forma administrada nos quisieron imponer.

Ahora bien, en este momento cuando la gente hace cola para comprar alimentos cada vez más caros y escasos, o no consigue los medicamentos que su familiar enfermo necesita, la indignación y la ira inundan el alma de las personas, sobre todo por la frustración de pensar que esta situación se perpetuará mientras este régimen gobierne. Lo que sí muy cierto, es que luego de producirse el cambio, durante el período de transición y una vez hayamos elegido un  nuevo gobierno, el sentimiento de la gente ya no será de frustración sino de esperanza. El inconsciente colectivo se habrá tornado hacia el optimismo generado por  un futuro promisorio; sin embargo, la gente no se llamará a engaños, sabrá que tiene que hacer sacrificios para volver a vivir en un país próspero. Tendrá muy claro que un país no se reconstruye en un año y que en un lapso que no será corto, todos debemos ejemplarmente dar nuestra cuota de abnegación, que para nada será fácil, porque la reconstrucción de nuestra nación no será gratis, sino que tendrá un alto costo, al cual todos debemos contribuir.

En este sentido, corresponde al liderazgo que le tocará asumir el cambio hablarle claro al país. Decir la verdad por delante. La población tiene abierta una ventana, luego de su gran desencanto con el populismo, para asimilar un mensaje que le señale el duro camino que hay que seguir para recuperar y mejorar su calidad de vida, pero que a la vez promueva la esperanza en un futuro mejor. La gente quiere que le hablen claro, ya sabe que el camino fácil conduce al despeñadero. Ahora quiere saber cuan empinada es la cuesta y cuánto tiempo nos tomará remontarla. La gente no es tonta, sabe que debe hacer cola y comprar hoy porque mañana puede no haber o va a estar más caro. Igualmente sabe que para cambiar esta pesadilla debe pagar un alto precio, algo que con gusto está dispuesta a asumir.





Así las cosas hay que decirle muy claro al país que hay que devaluar que los precios se duplicarán, que el dólar no va a bajar de un solo tirón, que las colas se mantendrán por más de seis meses, que la recuperación del sistema de abastecimiento nacional tardará por lo menos un lustro, que la recuperación de Pdvsa tardará años, que los yacimientos fueron mal mantenidos y dañados, que el precio del petróleo no va subir en un año por lo menos, que bajar las cifras de criminalidad será una labor titánica y durará años, que la recuperación de los hospitales será lenta, que la construcción de nuevas escuelas, liceos y prescolares tomará un tiempo considerable, que podremos hacer pocas viviendas pero que en su lugar haremos muchas parcelas con servicios para solucionar en forma más eficiente el déficit habitacional, aunque eso inicialmente sea una ranchería. De todo eso y más hay que hablar descarnadamente. Además hay que aprovechar la oportunidad histórica para salir del rentismo y hacer de Venezuela un país productivo.