William Anseume: ¿Quién resulta favorecido con una ley “seca”?

William Anseume: ¿Quién resulta favorecido con una ley “seca”?

William Anseume Una “ley seca” es una alcabala. De las peores por cierto. Lo primero en aparecer en la mente es lo que podría ser su antítesis: una ley mojada. No puede haberla seca si no la hay mojada. Risible, como el carnaval y su “disfrute”. En las alcabalas, volviendo a aquello, usted pasa liso o “se baja de la mula”. Literalmente. En ese sentido, el de a-pearse. Detenerse y echarse abajo con todo su peso, especialmente el monetario. La antítesis del carnaval, de una festividad cualquiera y más de la fiesta de la carne o carnestolenda, es la sequedad que en buena medida vivimos recientemente en estas “celebraciones” venezolanas.

La alcabala la montan en cada período de “disfrute” vacacional como si no les bastara con “limpiarnos” en el permanente apeamiento de la mula que significan los costos de las libaciones: alcabala de los impuestos “legales” que nos restriegan en cara. Evitar el consumo de alcohol puede hacerse y se hace con campañas de conciencia, de esas que dicen, sin empacho: “no lo haga usted”. Cuando Luis Herrera Campins, un presidente de esos que tuvimos tan cerca del cielo y sus allegados, se evitaron las campañas que inducían a comprar productos del alcohol y sus derivados. Raro que Lusinchi no haya insistido en su propaganda y masificación, no solo por haber sido un presi más terrenal, por adeco. Quien me pareció peor en aquellos tiempos fue el, ahora muy respetado por mí, exalcalde Claudio Fermín, cuando impuso que los locales cerraban a las 12 de la noche y Caracas debía dormir toda a esa hora. Lo aborrecí en su absurda disposición que me hacía correr a las fronteras caraqueñas en diversas oportunidades de flirteo, de reuniones prolongadas, de compartir conocimientos, voces, saberes ucevistas.

¿A cuál mente insana se le atribuirá el haber creado esa “ley seca” tan coartadora de libertades económicas e individuales que este gobierno y sus agentes imponen con saña macabra en cada día libre?





La fulana ley no beneficia a los comerciantes ni a los consumidores. No es, pues, un beneficio civil el obtenido. Me dirán: “ocurren menos muertes y accidentes viales”. Les rezongaré: “¿Sí? Y donde no imponen tan deleznable ley mueren todos?”

Nos han acostumbrado a ser mandados y a obedecer cretinos. Tenemos que acostumbrarnos a la libertad, aunque nos cueste, y a las diversas responsabilidades que la libertad acarrea. Un ciudadano libre es dueño de sus actos. Si maneja consumiendo alcohol debe ser sancionado, si agrede a los demás debe escarmentarse. Pero sus decisiones con respecto a lo que asume como persona y como actos de desenvolvimiento individual y colectivo deben ser más sagradas que religión alguna o santo entronizado.

Por eso será que estos gobiernos dictatoriales, por tanto, menos creyentes en libertades económicas y/o individuales latiguean a sus ciudadanos con la aplicación feroz de una ley que debe ser derogada en cuanto salga este gobiernito mediocre.

Esperemos que no tengamos que vivir, en este torbellino de prisiones y muertes, otro carnaval seco, encima. Recordemos a uno de los más acuciosos pensadores de las festividades vinculadas a la carne y sus beneficios, Mijail Bajtin, cuando señalaba que “En el curso de la fiesta sólo puede vivirse de acuerdo a sus leyes, es decir a las leyes de la libertad. El carnaval posee un carácter universal, es un estado peculiar del mundo: su renacimiento y su renovación en los que cada individuo participa”.

La “ley seca” debe mojarse de la manera más inmediata que se pueda, o congelarse o romperse o engavetarse o quemarse en plaza pública con fiesta y celebración inacabada en pro de las libertades ciudadanas. ¿A quién favorece esta ley? Respóndase, amigo lector. Creo que a quienes hacen las alcabalas de siempre.

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