José Machillanda: ¡Falso… No hubo golpe de Estado!

José Machillanda: ¡Falso… No hubo golpe de Estado!

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El régimen político que preside Nicolás Maduro, obligado a enfrentar las gravísimas acusaciones hecha en los Estados Unidos por un desertor militar chavista, maniobra en 360° intentando señalar la existencia de un golpe de Estado en Venezuela. Un golpe de Estado es una operación militar compleja y peligrosa que requiere de una Orden de Operaciones para que en su Párrafo 3a.-Concepto de la Operación, el Comandante del golpe de Estado defina el ataque de las unidades militares a las organizaciones políticas del Estado.

Nicolás Maduro debe tener a buen resguardo esa Orden de Operaciones y el país tiene que conocer quién es el militar, que como Comandante se hace responsable del golpe anunciado.  De no ser así, no existe golpe de Estado y no se puede inferir y definir un golpe de Estado como lo hace Nicolás Maduro, quizás como consecuencia de un entorno interno militar perverso que hoy vive el elemento armado venezolano, y del cual no ha sido informado por la Cúpula Militar que le acompaña.





Desde el año 2002, de acuerdo a los estudios de la Sociología Militar, en especial del entorno interno militar, se reconoce que en el elemento armado venezolano hay luchas inter e intra fuerzas como consecuencia de unas inadecuadas relaciones civiles-militares y de la carencia de una Pauta de Relación entre el poder político y el elemento miliar. De ello es responsable la Cúpula Militar Claudicante y el Poder Político. Por lo tanto, si se trata de confundir esa realidad con un golpe de Estado – además de una ingenuidad es mostrar por parte de Nicolás Maduro una gran ignorancia y falta de autoridad – para exigirle a la Cúpula Militar que responda por la disciplina, obediencia y ética de los hombres de uniformes que le corresponde comandar.

No hay golpe de Estado. Lo que existe en Venezuela, no en el elemento militar sino en toda la sociedad es una demanda soterrada, que crece cada día más para que algún miembro del elemento militar utilice las armas de la República, intervenga en política y eso resulta menos que imposible, habida cuenta la ingobernabilidad militar. Pero además de la ingobernabilidad militar, la existencia a lo interno de la organización de comisarios políticos, delatores y caporales que de manera más burda e infame son capaces de vender a compañeros de armas en el ánimo de conseguirse el apoyo y/o beneficio de algún comandante o de algún político.

Comandante o político, por cuanto el elemento militar dejó de ser la institución responsable por la defensa del Estado desde hace ya mucho tiempo, y con más razón después el 5 de julio del año 2014 cuando en una vergonzosa intervención de Padrino López en la Asamblea Nacional, el ahora Ministro de la Defensa empleando paráfrasis, galimatías y recursos sin sentidos se atrevió a crear una nueva categoría sociológica: “la unidad cívico-militar”. Con esa unidad cívico-militar lo que logró Padrino López fue poner al elemento militar como partido político armado a la orden de la revolución.

Si la situación del entorno interno militar era enrarecida, a partir de ese momento ha seguido creciendo el malestar a lo interno de la organización, así seguramente se exponeció la murmuración, aumentaron las críticas sobre el gobierno, los comandos y el poder político, todo ello generando un enorme malestar para con quienes ejercen el poder político, ya sean civiles o militares.

Nicolás Maduro pareciese que alguien le hubiera recomendado que colocando de nuevo la posibilidad de un hecho de armas en la República, en la opinión, la conversación cotidiana y el relato del régimen, podría maniobrar políticamente generando una diversión, distracción o maniobra envolvente para colocar en el centro de la discusión política el golpe de Estado y las elecciones legislativas. Nicolás Maduro lo practicó y cree que ha logrado, orillar esta vez las graves acusaciones en los Estados Unidos del jefe del Primer Anillo de Seguridad de Chávez y Cabello, que acusan a altos personeros políticos y militares cercanos al poder.

El golpe de Estado inexistente, ha permitido a Nicolás Maduro -seguramente empleando murmuraciones, delaciones o medias verdades de parte de algunos militares- reorientar el ambiente político real a que se piense que hay una ‘intentona’ militar contra su gestión. Allí se muestra exponencialmente el empleo del confusionismo polémico del régimen, pero no se da cuenta que es mucho más fácil que una posible intentona de golpe, analizar los estudios de opinión pública en los cuales se muestra un franco y mayoritario rechazo hacia su gobierno. Todo esto como consecuencia de su incapacidad, pero además, por haber fallado en resolver las demandas pospuestas y carecer de legitimación de gestión.

Nicolás Maduro usa de mascarón al golpe de Estado para que no se discurra, discuta y analice sobre Venezuela como Estado forajido. Usa el golpe de Estado para que se desvíen los análisis sobre el tráfico de drogas y el ethos militar y, quizás, con mayor incidencia, para aumentar la fatiga del cuerpo social y la posibilidad de una explosión social como consecuencia de la inmensa ingobernabilidad y de las grandes necesidades que hoy abaten a la sociedad como un todo, gracias a su ineptitud como gobernante.

Nicolás Maduro está harto comprometido y se compromete ante la Historia cuando de manera lineal y simplista cree que puede hacer una maniobra de diversión y de engaño a la sociedad venezolana, sociedad que ratifica a diario su rechazo por el régimen, que está indignada por el lacerante maltrato del elemento armado en la calle, por las colas en los espacios públicos, pero además, porque el tejido social venezolano está consciente de que en el país la corrupción, el dolo y el cohecho más la incapacidad de quienes nos gobiernan, ellos son los únicos responsables por la grave coyuntura político-social y ética que atraviesa la República.

Falso… no hubo golpe de Estado, ni habrá golpe de Estado en Venezuela por dos razones: en primer término porque la ingobernabilidad militar dificulta que se concreten apoyos inter e intra fuerzas para conducir una operación compleja y riesgosa que termine en una asonada militar; pero además, en segundo término y quizás lo más importante, porque desde el 12 de febrero de 2014 y después de las operaciones militares dirigidas por Rodríguez Torres contra la protesta legitima y constitucional de los venezolanos, la mayoría de las mujeres y hombres dignas y decentes del país, están dispuestos a que haya un cambio en la política y ese cambio está previsto en la Constitución y tiene que ver con la posibilidad de Renuncia cuando quien es gobernante no ha logrado la legitimidad de gestión como es el caso de Nicolás Maduro.

Es original,

Dr. José Machillanda

Director de CEPPRO