Oswaldo Páez-Pumar: Yo lo excuso

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Leo en la prensa comentarios y declaraciones reclamando del gobernador del Táchira Vielma Mora con ocasión del asesinato del joven Kluiverth la renuncia al cargo, por la simple razón que él, el año pasado, expresó que si había un solo muerto, refiriéndose al control y represión de las manifestaciones, renunciaría.

No puedo unir mi voz a la de los que reclaman la renuncia, porque si lo hiciera equivaldría a darle crédito a cualquier palabra que pronunciara su boca. Podría, repasando algo del archivo, agregar a esa promesa de renuncia algunas otras sandeces dichas por el capitán con ocasión del ejercicio del cargo de gobernador, que también conducirían a solicitarle la renuncia.





No me detendré tampoco en alguna de las proezas llevadas a cabo en el ejercicio de cargos anteriores, como la superintendencia del SENIAT, que ejerció con atropello de los ciudadanos de a pie, incluidas empresas grandes y pequeñas, frente a las cuales los cierres arbitrarios y las multas campearon más de una vez con características propias de lo que se conoce como extorsión; y absoluta pasividad frente a los funcionarios investidos de autoridad.

Voy a referirme a las primeras palabras por él pronunciadas que conformaron la puerta de entrada del capitán como adulto en la vida nacional. Esas palabras fueron: “si, juro”, al recibir las presillas de subteniente como resultado de haber concluido los estudios en la academia militar. Por supuesto, esas palabras fueron precedidas por la fórmula ritual “jura cumplir la constitución y leyes de la República…”.

La promesa de renuncia del capitán al cargo de gobernador no estuvo revestida de la solemnidad de un juramento, mientras que el cumplimiento de la constitución y las leyes de la República si lo estuvo; y de poco valió ese juramento. La palabra pronunciada por el capitán no parece por lo tanto digna de crédito.

Esta es la razón por la cual yo no uno mi voz a la de los que reclaman su renuncia invocando la palabra pronunciada por él hace un año. Seguramente hasta se le olvidó que la dijo; y porque no, lo que dijo. Por eso yo lo excuso de la obligación de renunciar que se desprende de su palabra.

No quiero eso decir que no pida su renuncia, la pido por incompetente, pero no porque esté obligado a hacerle honor a la palabra empeñada. No sabe de eso.