El gran objetivo es ganar esas elecciones para hacer material que lo que el país pide a gritos: que se comience a gestar un cambio político, por vías constitucionales. El objetivo no es que la contabilidad electoral dictamine que un partido se coloque como la principal fuerza política, desplazando a otra. Es esa una aspiración legítima de una fracción política pero no el tono de lo que hoy el país reclama. Para que ello sea posible las elecciones primarias de la Unidad debe ser lo más amplia posible. Es decir, que abarque a la mayor cantidad de circuitos electorales para que sirva de instrumento de movilización de la fuerza hoy contenida de la gente descontenta con el gobierno. Ello tomando en cuenta que las internas del PSUV se realizarán después de las de la MUD. Este es un dato relevante que no puede obviarse. Unas primarias para cumplir el trámite sería visto como un engaño por parte del pueblo democrático, que podría verse frustrado ante la falta de correspondencia entre lo que se anunció y lo que finalmente se hiso. Las reuniones bilaterales y multilaterales de los partidos deben tomar nota de lo que dice la calle.
Ya ha sido probado más de una vez el valor y la fuerza que representa la Unidad. Ella es mucho más que la conjunción de esfuerzos individuales de cada partido. La manera de expresar esa fuerza es concurriendo a las elecciones parlamentarias con la tarjeta de la Unidad, la única que ha podido derrotar de forma contundente al PSUV. Ese activo, representado en una tarjeta, sería la expresión de un agrupamiento sincero, al deponer transitoriamente, cada partido su color en aras de la Unidad. Los estudios de opinión, todos, reflejan una minusvalía lamentable de los partidos, de forma tal que ir con cada tarjeta sería poner en peligro un triunfo que por primera vez luce más factible y enajenarse el apoyo de muchos descontentos pero reacios a sufragar por tarjetas partidistas. Es esta la primera vez que la Unidad arranca con una clara ventaja en las preferencias electorales y ello debe ser tomado en consideración.
Si no pisamos firmes, corremos el riesgo de haber contribuido a frustrar un anhelo de cambio en un pueblo que se cansó de Maduro y del PSUV. Pero también ayudaríamos a consolidar un gobierno con clara vocación totalitaria.