El mercado: ni perverso, ni maligno

El mercado: ni perverso, ni maligno

Mercado Brasil

 

No creo que vivamos tiempos de especial confusión, incertidumbres o distorsiones en las ideas o decisiones. Es más, en aspectos tales como las perspectivas económicas o qué debe hacerse para salir de una crisis y crecer, las incertidumbres o confusión son menores de las que prevalecían en 2008 o 2012, por ejemplo.





Si acaso, son las mismas de siempre solo que, tal vez, ampliadas por la abundantísima y creciente cantidad de información disponible, no siempre adecuada o correcta, que, dada la sempiterna escasez de tiempo, dificulta y reduce nuestra cuantía y capacidad de análisis de esa información, dando muchas veces por buena o veraz cualquier idea que parezca tener sentido o posibilidad de ser real.

Sí. A pesar de las versiones discrepantes publicadas, sabemos lo que económicamente debe hacerse para que una sociedad crezca, se desarrolle y prospere; en definitiva, constituya lo que Adam Smith denominó una sociedad decente o digna. Desde entonces lo sabemos, aunque a muchos repele o resulta cruel e indigno porque consideran, creen cierto o simplemente les han referido que el mercado es algo perverso, inhumano, injusto o imperfecto. Pero eso es atribuirle, buscar en el mercado, lo que no es y que en realidad forma parte de la muy compleja naturaleza humana.

A diferencia de muchas ideas, arquetipos o nociones, como el marxismo o el fascismo, el mercado no es, ni aspira a ser, una doctrina, una ideología, ni una filosofía o una teoría. Tampoco es una religión, ni un modo de vida o comportamiento, ni una moral o ética. El mercado es una institución y, como tal, ciertamente tiene reglas o normas; y éstas atienden a unas ciertas formas de comportamiento que, lejos de lo que se cree y dice, no son contrarias a la naturaleza del ser humano y promueven conductas que favorecen las relaciones sociales en marcos o ámbitos pacíficos, de prosperidad o felicidad, de respeto y, sobre todo, de libertad. Y que parten de la esencial búsqueda de cooperación entre las personas para resolver el problema o conflicto de satisfacción de sus necesidades por vías alternativas y diferentes de la violencia.

Ni debe esperarse del mercado todo o cualquier cosa, ni que resuelva todos nuestros conflictos o problemas. A diferencia del marxismo, del fascismo o de muchas filosofías y religiones, el sistema de mercado o de libertad natural, como gustaba llamar Smith, analiza la naturaleza humana no para corregirla o encauzarla según se consideren sus aspectos positivos o negativos en el ámbito de las relaciones sociales, sino para entender por qué las cosas o las personas son y actúan como lo hacen en economía. Pues, como definió Alfred Marshall, “la Economía Política o Economía es el estudio de las actividades del hombre en los actos corrientes de la vida”. Pero incluso esto es el análisis o teoría económica, que estudia el mercado como una realidad, una institución, con sus leyes o normas internas; no el mercado en sí.

Ni siquiera debe esperarse del mercado un corpus de conducta moral, porque el mercado apenas es un lugar. En el pasado fue un lugar físico y hoy lo es también virtual, factible, implícito o como quiera decirse, donde se llevan a cabo transacciones, acuerdos, contratos… entre dos partes denominadas demandantes y oferentes. No hay perfección, ni cabe en esta realidad; ni de competencia ni de monopolio. Pero para que funcione de forma competitiva, como juego de suma positiva, o constituya un sistema de libertad natural debe cumplir tres condiciones: no coacción, no engaño y libertad de entrada y salida.

Después de todo, los intercambios en el mercado lo son de información que, a su vez, también se genera en el mismo. Para que ésa sea auténtica, de calidad, relevante y eficiente son precisos ciertos comportamientos que también se premian en la vida corriente: ser puntual, creíble, honrado u honesto, responsable, cumplidor, inteligente, perspicaz, dispuesto, diligente, trabajador, resuelto, valiente…

Como ya advirtiera Smith, eso no siempre se cumple y no por “fallos del mercado” sino por cómo es la naturaleza humana. Así, son precisas otras instituciones para que, en el juego del intercambio, la negociación, el acuerdo… en el ámbito del mercado, se limite el libre albedrío irrestricto o se encaucen deseos y caprichos sin límites de las personas que, además, pueden imponerse mediante maniobras o tretas contrarias a la libertad de los demás. Smith habló de los industriales, comerciantes y productores que engañan, confabulan o se alían en contra de los intereses de los demandantes para obtener sus propósitos, lejos del retrato de defensor a ultranza y sin restricciones del mercado con que suelen presentarse sus ideas y obras. De modo que cuando la propia moral, la conciencia, la dignidad, honorabilidad o la honradez -naturales o aprendidas- no surgen efecto, aparecen la reputación, el qué dirán… y aún más contundente, la ley, la policía, la justicia… el Estado.

Por Fernando Méndez Ibisate/Reuters