¿Por qué los aviones comerciales no tienen paracaídas para pasajeros?

¿Por qué los aviones comerciales no tienen paracaídas para pasajeros?

Foto de marcianosmx.com
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Si has viajado en avión, seguramente escuchaste alguna vez estas instrucciones de parte de las asistentes de vuelo. En ningún momento te indican: “Su paracaídas se localiza bajo su asiento para su uso en caso de un accidente grave en el avión”. La realidad es que los vuelos comerciales no tienen este equipamiento y, curiosamente, muchas personas ignoran los motivos.

La primera razón es que resulta casi seguro que no salvarán la vida a nadie. Pero, antes de hablar del por qué, repasemos las característica de los aviones más populares empleados en los vuelos comerciales.

Una de las series más populares en vuelos comerciales alrededor del mundo es la del Boeing 737. Un ejemplo es el modelo 737-800 que es capaz de transportar a un total de 200 personas.





Aunque sus velocidades son variables, en promedio un 737-800 viaja a 960 km/h, a una altitud de crucero de 10.6 mil metros. La altitud de crucero es proporcionada por los controladores de tráfico aéreo y generalmente alcanzan los 12 mil metros, excepto para vuelo largos, que pueden subir un poco más.

En vuelos particulares donde se práctica el paracaidismo, el avión generalmente viaja a velocidades de entre 130 y 180 km/h cuando el paracaidista hace el salto. Los saltos en caída libre acelerada tienen lugar a entre tres y cuatro mil metros, mientras que los saltos de línea estática implican altitudes más bajas, como los mil metros.

Los paracaidistas experimentados pueden hacer saltos más arriesgados, aunque cuando los descensos empiezan en altitudes superiores, de 4.5 mil metros, el riesgo de hipoxia (deficiencia de oxígeno) aumenta significativamente, afectando la toma de decisiones seguras y eficaces en los momentos críticos.

Por este motivo, los paracaidistas que saltan a una distancia de 4.5 mil metros o más llevan una máscara de oxígeno suplementaria. Ahora, imagina un salto a seis mil metros. Entonces ¿cómo sería el caso si saltaras de un avión comercial? El riesgo de la falta de oxígeno es terriblemente mayor, además de que la velocidad de la aeronave es mucho más rápida.

Otra razón es el momento ideal para que las personas salten del avión es cuando está estabilizado. Sin embargo, los accidentes más fatales suceden durante los despegues y aterrizajes.

Peor aún, por lo menos uno de esos accidentes tuvo lugar por culpa de fuertes ráfagas de viento o tormentas intensas. Dos situaciones en las que el uso del paracaídas es totalmente desaconsejable, aunque se sea un especialista en el área.

Los extraños casos de supervivencia sin paracaídas.

Según los informes de la Aircraft Crashes Record Office, con sede en Ginebra, entre los años de 1940 y 2008, se han registrado 157 casos de personas que cayeron de aviones durante un accidente, sin paracaídas, y milagrosamente sobrevivieron para contar su historia.

Además, 42 de estos casos tuvieron lugar en alturas de más de tres mil metros. Uno de los casos involucró a un oficial británico cuyo avión fue derribado en 1944, durante la Segunda Guerra Mundial. El hombre cayó desde una distancia de 5.5 mil metros sin paracaídas. Su caída fue amortiguada por pinos y nieve suave. Tras su “aterrizaje”, salió sin heridas graves, con apenas un corte en la pierna.

Mientras que Vesna Vulovi?, una azafata yugoslava, sobrevivió a una caída de 10,160 metros cuando el avión en el que viajaba explotó sobre Checoslovaquia, el 26 de enero de 1972. Ella se aferró a su asiento de tripulación en la cola del avión, que se mantuvo unido a los baños.

Estas partes del avión cayeron sobre una montaña cubierta por nieve, lo que de cierta manera amortiguó el impacto de la caída. Vulovi? se rompió ambas piernas, quedó 27 días en coma y temporalmente paralitica. Ningún otro pasajero sobrevivió ese día.

En diciembre de 2006, Michael Holmes, un paracaidista británico, sobrevivió a una caída de 3.9 mil metros, cuando su paracaídas principal y también el de reserva fallaron en la apertura. Cayó en Nueva Zelanda, sobre un arbusto de moras silvestres, se rompió un tobillo y se perforó un pulmón.

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