Es posible que las compras realizadas ahora por el usurpador que tampoco sabe qué hacer con el dinero que no tiene, hayan sido reportadas a Castro como parte de la rutina militar que consiste “en dar parte” al superior de cualquier novedad. Hay que reconocer que Castro a la hora de solicitar que le den su parte no escatima esfuerzos; y al mismo tiempo ha logrado que los dadores se sientan agradecidos para con él por haberles recibido la parte que le corresponde.
Sin embargo, es muy poco probable que ese juicio sobre el nivel de equipamiento del ejército venezolano encuentre fundamento en una información sólida y al día. La afirmación es ya de por sí ridícula, si se toma en cuenta que los Estados Unidos forman parte de América. Innecesario para los propósitos de este artículo mencionar algunos otros países que por su sola dimensión y población confirman la ridiculez de la afirmación; y colocarían a Venezuela, de ser cierta, en la posición de líder armamentista en el mundo.
¿Qué ha impulsado a Castro a formular esa apreciación sobre el nivel de equipamiento del ejército venezolano que lleva implícito, por supuesto, el del apresto? Nada nuevo. Todo lo nuevo entre y sale en su mente senil de manera casi simultánea. Lo que yo conjeturo que si está presente en la mente de Castro es su derrota hace más de medio siglo por el ejército venezolano. Ese recuerdo para él es imborrable, como lo es para los venezolanos que resisten la invasión cubana, resienten la traición a la patria de los que se someten a sus órdenes y convierten al ejército, que es instrumento para la defensa de la soberanía en una mesnada para reprimir a la ciudadanía inerme, al igual que lo es en Cuba, comprometiendo su capacidad y voluntad para enfrentar a alguien igualmente armado.
Caracas, 24 de marzo de 2015