Entre el “encabronamiento” de Nicolás Maduro y la nacionalidad de Eric Clapton

Entre el “encabronamiento” de Nicolás Maduro y la nacionalidad de Eric Clapton

Nicolás Maduro lee un periódico durante la cumbre de Panamá en compañía de su mujer, Cilia Flores. / AFP
Nicolás Maduro lee un periódico durante la cumbre de Panamá en compañía de su mujer, Cilia Flores. / AFP

 

“Y perdonen la expresión: yo me encabrono. En Venezuela esa palabra no es mala palabra; puede ser que sea en otros lugares, pido disculpas. Yo me encabrono cuando hablan de Venezuela, porque yo no hablo de ningún país. Imagínese que nos pongamos a opinar, que yo me pongo a opinar, y el otro y la otra… no, en tal país, ¿por qué privatizaron la educación? ¿Por qué hay tanta hambre? ¿Por qué reprimen a la clase obrera, a los campesinos? ¿Por qué les niegan los derechos a los indígenas? Ah, sería el fin, el caos. Cada quien maneja su país con los métodos de su constitución”.

En su intervención en la ‘cumbre de las Américas’, Nicolás Maduro marcó un avance en la Ciencia Política al extender a la teoría del Realismo en las Relaciones Internacionales -la teoría de que los estados son entidades autónomas que se mueven por principios racionales para maximizar su poder- el argumento del encabronamiento.

Es algo que, en su limitación intelectual, ni Hans Morgenthau, el fundador de la teoría, ni Stephen Walt y John Mearsheimer, sus dos defensores más conocidos hoy en día, pudieron prever. Pero, más allá del hallazgo intelectual del presidente bolivariano, su ‘encabronamiento’ es grave porque es un símbolo.

Maduro pidió perdón por si esa palabra ofendía a otros países. Ése es el problema, presidente: usted está en un foro, hablando a otros 34 jefes de Estado y de Gobierno. No puede llegar con palabras que en su país significan una cosa y en otros, algo muy diferente. Supongo que los que escriben los discursos de los políticos españoles se lo piensan antes de escribir la palabra ‘coger’. O la palabra ‘concha’.

Pero, lo que Maduro estaba diciendo, era que dentro de sus fronteras cada país puede hacer lo que quiera conforme a su legislación. George W. Bush estaría de acuerdo. De hecho, hasta creó una teoría legal para justificar la tortura en EEUU. La inspiración de Maduro es, así pues, George W. Bush y Dick Cheney. No se ‘encabrone’, señor presidente.

Lo malo es que el resto de los grandes países bolivarianos y Argentina siguieron por la misma senda. Rafael Correa, de Ecuador, dijo que “cabría preguntarse si una sociedad puede llamarse verdaderamente libre cuando el derecho a la información y la propia comunicación social están en manos de negocios privados con fines de lucro”. En su opinión, “es un problema planetario” que alcanza su culmen en Latinoamérica, donde “la prensa latinoamericana es mala, muy mala”.

Tan mala, tan mala, señor presidente, que en lo que va de año ya van asesinados cuatro periodistas en Brasil. De hecho, de los 11 países más peligrosos para ser periodista en el mundo, tres están en América Latina: Brasil, Paraguay y México. Los otros son Siria, Ucrania, Irak, Israel-Palestina, Somalia, Pakistán, Afganistán e India. Es una selecta compañía.

Evo Morales, por su parte, volvió a hablar de los ‘golpes blandos’. Es decir, de los golpes de Estado indemostrables. Por ejemplo, desde el entorno de Maduro se habla del ‘golpe petrolero’, y se dice que Venezuela jugaba un papel de criado de EEUU bombeando más petróleo del acordado en la OPEP hasta que llegó Chávez y empezó a cumplir las cuotas. Y el precio subió. Ahora, según esa teoría, Arabia Saudí ha adoptado el papel de Venezuela y ha empezado a bombear para destruir a Irán, Rusia y Venezuela.

Es una teoría sin pies ni cabeza ni tronco ni extremidades. Porque la OPEP está constituida fundamentalmente por dos cosas: Arabia Saudí y los demás. Y si los saudíes están exportando crudo es para hundir a los productores de Estados Unidos. Aunque a muchos les cueste entenderlo, a Riad le importa muy poco Caracas. Y una de las mayores victimas del petróleo barato es un país al que Washington no tiene el menor interés en desestabilizar, puesto que es grande, una potencia regional, un aliado y, además, tiene un grave problema de fundamentalismo islámico: Nigeria.

Claro que con el realismo mágico ‘encabronado’ de Maduro, los golpes blandos de Morales y la prensa independiente de Correa, no hace falta la realidad. Es algo que ya decían en el Gobierno de George W. Bush, cuando, en la invasión de Irak, dividieron a la clase política de Washington en dos grupos: la “comunidad basada en la realidad” y la “comunidad que no está basada en la realidad”. Bush y sus asesores, por supuesto, estaban en el segundo grupo.

De ahí al compló judeo-masónico-marxista del Caudillo Invicto solo hay un paso. Un paso que Cristina Fernández facilitó cuando la tomó, de nuevo, con los golpes suaves, “en los que se utilizan los medios masivos de comunicación internacionales, denuncias falsas, asociaciones caprichosas de Estados con otros Estados para hacer no sé qué cosas y qué conspiraciones (…). Y siempre encuentran su origen bajo nuevas organizaciones bajo el nombre de ONG. El otro día lo leí en un artículo muy interesante en un diario de México: ONG que siempre luchan por la libertad o por los derechos humanos que nunca compartimos. Que nunca se sabe de dónde se financian”.

Así pues, el Realismo Encabronado Bolivariano no acepta ni las ONG, ni la prensa independiente, y, gracias a los golpes suaves, puede ver enemigos donde otros ven periodistas o activistas pro derechos humanos. Maduro dijo que él no tiene nada en contra de Estados Unidos. Y citó como ejemplo que le gustan Jimi Hendrix y Eric Clapton. Señor presidente: Clapton es inglés. De Ripley, muy cerca de Londres. Recuerde que a los ingleses les gusta el blues más que a los propios estadounidenses. Son así. Pero Clapton no solo es inglés, sino que tiene pasaporte inglés. Ya sé que esto lo dice un medio de comunicación. Y que la mejor forma de comprobarlo es Wikipedia, o en Google, que son respectivamente una organización sin ánimo de lucro y una empresa privada que no están sometida a ningún control de ningún Gobierno. Pero créame. Solo por esta vez.

El problema de esas actitudes es que obvian la realidad. Y con materias más serias que el pasaporte de Eric Clapton. Son mensajes dirigidos, como la acepción de ‘encabronar’ de Maduro, al consumo interno. O regional. Barack Obama quiere una relación diferente con América Latina. Más global. Washington ve cada vez más a la región como un mercado emergente. Algo similar a Asia. O a medio camino entre Asia y África. Los demócratas estadounidenses siempre dan prioridad a la economía en las Relaciones Internacionales (por eso son más realistas que los republicanos), y lo que Obama quiere tener con Latinoamérica es la misma relación que tiene con China. Pero da la impresión de que una parte de América Latina quiere volver a 1970. Parafraseando a Borges, tiene “todo el pasado por delante”.

Porque, si alguien podría estar de acuerdo en las diatribas bolivarianas es Barack Obama. Procede de una minoría étnica en su país, donde los negros solo son el 13% de la población de EEUU. Que yo sepa, por poner un ejemplo, en la élite cubana todos son más blancos que el que escribe esto. Por no hablar de Dilma Rousseff y sus ojos azules, o Cristina Kirchner, cuyo país tiene a sus espaldas la ‘conquista del desierto’, una forma lírica de llamar a un genocidio indígena que explica que la inmensa mayoría de las personas de rasgos indígenas que hay en Argentina sean inmigrantes bolivianos.

Obama también sabe lo que es la prensa. La buena y la mala. Los medios de comunicación, encabezados por los de Rupert Murdoch, le han cuestionado desde el primer día hasta el extremo de crear el falso mito de que no nació en EEUU o de que es un ‘socialista’ o musulmán. La gobernadora republicana de Arizona le pegó una bronca en público apuntándole con el dedo, como si regañara a un niño malo. Un congresista de ese partido berreó “¡Mentiroso!” al presidente mientras éste participaba en el acto político más importante del año en EEUU: el Discurso sobre el Estado de la Unión. No parece que Maduro, Correa, Morales o Kirchner fueran capaces de aguantar semejante oposición sin que les diera una sofoquina. Y, sin embargo, Obama fue capaz de improvisar una lección de democracia a Correa -“y a algún otro”- al explicarle que los medios de comunicación no son “malos” por criticarle a uno.

Y lo más alucinante: el dictador que heredó el poder de su hermano no solo no recibió ninguna crítica, sino que fue casi unánimemente felicitado. Ver para creer.

Lo cierto es que, después de escuchar a Maduro, a Correa, a Fernández, a Morales, resulta que en la sala había muy pocos estadistas. Entre ellos, estaban, precisamente, Barack Obama, Raúl Castro, Juan Manuel Santos y Stephen Harper. Cada uno es, ideológicamente, hijo de un padre y una madre muy diferentes. Y Castro se sitúa, en el terreno de la ética un abismo por debajo de los otros tres. Pero, al menos, no se les puede reprochar que sean capaces de estructurar discursos o políticas. Y, al menos en el caso de Obama, hasta de improvisar un poco. Todo, sin ‘encabronarse’. Y, posiblemente, sin fallar en el lugar de nacimiento de Eric Clapton.

 

por PABLO PARDO Enviado Especial Ciudad de Panamá de el diario El Mundo (España)

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