Venezuela, explosión de emociones

Venezuela, explosión de emociones

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Angustia, rabia, impotencia, miedo, desesperanza, indignación, agresividad, apatía, tristeza, frustración, desamparo e incertidumbre sacuden a los venezolano con fuerza. Trastornos psicosociales como ansiedad, depresión y otras exacerbaciones emocionales prevalecen, incluso en niños, como nunca antes se había registrado, debido a la crisis social, económica y política sostenida que se vive en el país.

El diagnóstico es parte del pronunciamiento de la Federación de Psicólogos de Venezuela, suscrito por la Red de Apoyo Psicológico que reúne a las universidades, Simón Bolívar, UCAB y UCV, alertando sobre el aumento de solicitudes de ayuda psicológica en consultas privadas y públicas. Los especialistas están preocupados: Es un problema de “salud pública”.





La disminución del poder adquisitivo, la inflación [alcanza 25% en lo que va de año], el desabastecimiento, el deterioro del sistema de salud. El aumento de la criminalidad con la tasa más alta de homicidios de América Latina [82 por cada 100.000 habitantes] y de la impunidad estimándose que 90% de los delitos quedan sin castigo [Observatorio Venezolano de Violencia]. Más la polarización y la corrupción, “están afectando la salud mental, psicológica y física de los venezolanos”. La psicólogo clínico e investigadora del Instituto de Estudios Políticos de la UCV Yorelis Acosta explicó que especialistas de diversas ramas de la medicina reportan el aumento de las consultas por problemas psicosomáticos. “La gente anda estresada y se le sube la tensión, se le fracturan los dientes, duele la espalda. Incluso aumenta el registro de niños en edades escolares con problemas de ansiedad”.

Y por menos se produjo el ‘Caracazo’ en 1992, se escucha a donde quiera que se llegue en busca de algún producto que escasea. ¿Por qué no pasa nada? ¿La gente se “acostumbró” a lo malo o ahora somos muy pasivos? Las interrogantes afloran por doquier.

“La sociedad venezolana está totalmente disfuncional por los constantes maltratos a los cuales ha sido sometida”, responde el psiquiatra Luis José Uscátegui. “No tiene estabilidad alimentaria, habitacional, ni en la prestación de los servicios públicos y hay debilidad institucional. ¿Qué más peligro en una sociedad donde no se respetan las normas? Se vive con un miedo tremendo, en un caos continuo y crónico, bajo la dominación del totalitarismo mediático”.

No es justo que se acuse a los venezolanos de apáticos o que son pasivos frente a las circunstancias que se afrontan en el país. El sociólogo Carlos Raúl Hernández percibe más bien que han estado solos en sus luchas. “No han participado masivamente en las protestas para sacar al Gobierno porque creen que no es el camino, por esa vía no tienen nada que ganar y sí mucho que perder, por el saldo mortal de las ‘guarimbas’ del 2014 y las consecuencias del paro petrolero del 2003”.

No puede expresarse

Los venezolanos no encuentran mecanismos para expresar claramente su rechazo a los acontecimientos en desarrollo, entre otras cosas, porque el chavismo se encargó de destruir todos los medios de expresión para manifestar los descontentos. “Acabaron con el movimiento sindical, las organizaciones políticas, los medios de comunicación libre [son pocos los que quedan] el parlamento es una especie de ministerio grandote al servicio del Gobierno. Quedan pocas opciones que permitan a la gente expresar su malestar”, concluyó Carlos Raúl Hernández.

Para el psiquiatra Luis José Uzcátegui, el Gobierno juega con la mente de los venezolanos, apostando a que las dificultades, generan la “relevancia hedónica”, es decir, hacer largas colas esperando la gratificación del logro por comprar “medio kilo de azúcar”,100 gramos de café o un paquete de papel higiénico. “Al conseguir lo buscado, la mente borra lo que se sufrió; es un proceso normal en la psiquis de los humanos al atravesar por circunstancias difíciles”.

La psicóloga Yorelis Acosta en su último estudio examinó que las principales preocupaciones son la inseguridad y la economía, no el tema político. “Los llamados a marchas o a protestas no conseguirán la misma participación que en años anteriormente, ya que el deterioro de los derechos humanos inhibe la manifestación popular”.

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