Christian Burgazzi: Al borde de un ataque de pánico

thumbnailchristianburgazziNo se asuste usted, mantenga la calma en medio de esta terrificante tempestad, que, poco a poco y más temprano que tarde, irá amainando. Ajuste sus vela y aguante.

No se desespere. El que se desespera pierde.

Los desesperados y asustados, al borde de un ataque de pánico, son los jerarcas del régimen, sus testaferros y sus sucios socios enchufados.





Hay múltiples evidencias que el miedo (ese mal consejero), atrapa a los jerarcas rojos. Varios andan dando patadas de ahogado. Cada uno quiere mandar por su cuenta. Algunos intentan salvarse, otros tratan de evitar que el barco se vaya a pique antes que puedan abandonarlo, mientras hay quienes le rompen los salvavidas a sus adversarios internos, para que se ahoguen antes que ellos.

Pretenden mostrarse unidos y coherentes, disimulan sus conflictos intimos gritando consignas vacías para el público de las galerías, ya vacías. Pero se le ven las costuras deshilachadas por todos lados.

¿Quién manda aquí? ¿Quién manda a quien?

Observe usted las contradicciones en medio de las aparentes cohesiones. No es ni siquiera necesario leer entre líneas, es suficiente leer, observar las claras señales de los acontecimientos, el ritmo del conflicto rojo, latente, al rojo vivo, a punto de ebullición.

Basten pocos ejemplos: por un lado el que “preside” “autoriza” la venta de vehículos en moneda dura ya que el bolívar es menos que blando, y sale un diputado (¿mandado por quién?) a desautorizar a viva voz lo “autorizado”, sin que el “autorizante” inicial reaccione.

Mientras el sucesor “number one” trata de congraciarse con los gringos por orden de Raúl, y, aprovechando la enfermedad, permite que el Alcalde Mayor sea operado y se quede preso en su casa, el “número dos” (ojo, sin doble sentido) agita las aguas y reacciona con inusitada represión y violencia contra sus otros presos políticos.

Ahora que más que nunca el regimen està bajo la lupa internacional, el caporal aplica sus tenazas judiciales contra medios de comunicación críticos, cada vez que se hacen públicas alucinantes sospechas contra él,

Miraflores se mantiene en silencio por muchas horas después de la más reciente noticia desde el norte contra “il capo di tutti capi”. Pero éste presiona al sucesor a retratarse con él y su banda (como amenazando, “si vamos a cambiar el traje rojo por uno naranja, nos los pondremos todos”).

La certeza de la derrota, más o menos apabullante, en las elecciones parlamentarias, los tiene aterrados. En particular al que seguramente perderá la cabeza de la Asamblea, quien además no tiene donde esconderse (ni en Cuba estaría seguro).

El ritmo y gravedad de las atrocidades y contradicciones del régimen aumentarán a medida que se acerque la fecha aún secreta de dichas elecciones. Las tensiones rojas continuarán agudizándose. La desesperación los agobiará.
Es probable que algunas de las fuerzas internas del régimen intenten atropellos extremos: suspender las elecciones o anular sus resultados por “fraude opositor”, pueden estar entre los delirios de algunos. Pero se les acabó el margen de maniobra.

El destino perdedor del régimen está sellado, es mas, ya está perdido, ya perdió; su caída final es cuestión de tiempo.

Y como no quieren hundirse solos, pueden ser mucho más peligrosos para sus “amigos” que para sus enemigos.

Después de esa histórica derrota, cualquier cosa puede pasar.

Cunde el pánico entre los jerarcas rojos.

Qué no panda el cúnico entre la gente honesta y trabajadora que quiere a Venezuela, la gente que la volverá a construir para convertirla de nuevo en tierra gracia para todos (menos para aquellos del régimen que están al borde de un ataque de pánico).

“Calma e sangue freddo”, dice mi padre a sus 93 años.