Gustavo Tovar-Arroyo: Ceballos, el cóndor y los barrotes de brisa

thumbnailgustavotovararroyoEmpequeñecer o engrandecer una nación

La historia de cada gran nación está rotulada por la presencia de grandes espíritus que se imponen a su tiempo y lo transforman. Seres excepcionales que por la magnitud de sus hazañas, por su influencia o por su predominio sellan su momento e incluso lo nombran.

Son hombres y mujeres -no los paisajes ni la fauna- los que engrandecen o empequeñecen una nación, los que la iluminan o nublan. Sin embargo, la eminencia humana no siempre es benévola, también es malévola, en sociedades extraordinarias en ocasiones surgen personalidades perversas, escalofriantemente ruinosas.





En la Francia de Voltaire: Napoleón; en la Alemania de Kant: Hitler; en la Italia de Galileo: Mussolini; en la Rusia de Tolstoi: Stalin; o en la Venezuela de Bello: Chávez.

La oscuridad histórica, el invierno penetrante y largo de la civilización, la sequía espiritual y la miseria desbordada siempre las ha impuesto el hombre. No exageramos si decimos que el peor enemigo del hombre ha sido el hombre, o aquél que ha dejado de serlo.

El peor enemigo…, sí, pero también su mejor amigo, su compañero y sostén, su fortaleza e inspiración, su guía y abrigo: su hermano.

Y gracias a la tenacidad y entrega de esos “hermanos” la humanidad ha prevalecido. Ha sido difícil, traumático y doloroso, pero lo han logrado.

Gracias a ellos la civilización ha predominado sobre la barbarie.

 

Una condecoración imaginaria

Sabemos de Sudáfrica no sólo por lo despiadado del apartheid (la segregación y discriminación) sino por la épica de Mandela; de la India, por el personalismo espiritual de Gandhi; de la República Checa, por el juego adelantado e inconsulto de un preso político como Vaclav Havel; de Birmania, por la autodeterminación de una activista de la libertad como Suu Kyi; de Liberia, por las protestas noviolentas (y eróticas) de Leymah Gbowee; y ahora de Venezuela, por el esfuerzo de María Corina, Ledezma, López y Ceballos.

La lucha contra el chavismo no ha sido nada fácil. Chávez logró con su perversidad y su “pus” político infectar a nuestra nación hasta las entrañas. Las más ruines miserias humanas florecieron y se exacerbaron en su tiempo. Todo está contagiado, es una lepra.

Hay quienes han permanecido inmunes y han luchado con denuedo, no hincan la rodilla, batallan en cualquier escenario: electoral, social, político; arriesgan su vida y sacrifican su libertad, no se callan ni atemorizan: desafían el poder autocrático, siguen el ejemplo de Gandhi, King, Mandela o Havel.

Daniel Ceballos es uno de ellos, además es uno de los pocos que logró vencer a Chávez en todos los terrenos: electoral (él sí se atrevió a cobrar), social o político, en la calle o en el púlpito.

Me detendré sobre él para darle una condecoración imaginaria, la merece.

 

Ceballos y su tiempo

Daniel Ceballos no es nuevo en el escena política venezolana. Como líder estudiantil fue un protagonista fundamental en el alzamiento de los estudiantes venezolanos en 2007, el único movimiento social que logró meterle un lepe electoral a Chávez y vencerlo.

Su coraje y fuerza espiritual, su capacidad de organización y su determinación fueron  siempre sobresalientes entre los de su generación. Se ganó el respeto instantáneo de otros líderes estudiantiles de entonces como Goicoechea, Guevara, Toledo o Smolansky.

Daniel nunca fue un dirigente estudiantil más, siempre descolló entre los suyos. Culto, idealista, carismático y noble, muy noble, Ceballos era además un espíritu milenario y sabio.

Lo conocí en el fragor de la contienda electoral del 2007 (por la Reforma Constitucional). Fue instantáneo mi reconocimiento a su integridad moral y a su fuerza. Ceballos había amenazado con romper la “unidad” estudiantil si los caraqueñitos se acobardaban o apocaban en la hora crucial de la elección. El Táchira no se sometería ni al despotismo del dictador ni a la pusilanimidad de los capitalinos; el Táchira lucharía con honestidad hasta las últimas consecuencias e invitaba al movimiento estudiantil a que también lo hiciera

Para enfrentar a una dictadura habría que hacerlo con coraje, organización y con la libertad como destino. Habría que hacerlo además hasta el final pasase lo que pasase, sin excusas y haciendo que todos los que participasen en la lucha lo hiciesen con conciencia de lo que hacían.

El 2 de diciembre de 2007 se derrotó a Chávez porque estábamos tan organizados y decididos a materializar nuestro triunfo que el sátrapa habría tenido que matar a la mitad de Venezuela si no aceptaba su derrota.

El estudiante Daniel Ceballos fue el impulsor de ese criterio.

 

Ni líderes ni héroes: próceres

       Lo que diferencia a un hombre de las bestias es su conciencia, pero lo que diferencia a los hombres entre sí son sus ideales y sueños.

En esta Venezuela sumida en un estrépito de mediocridad y perversión, sin luz ni moral, encontrar un espíritu como el de Daniel Ceballos con ideales y sueños, dispuesto a sacrificar su libertad y a ofrecer su vida por un cambió histórico, es un prodigio.

Venezuela no urge de líderes ni de héroes, sino de próceres. Valientes que no sólo estén dispuestos a lograr la hazaña de la libertad (líderes) o a ofrecer su vida por conseguirlo (héroes), sino a culminar su tarea y conducir a su nación hacia una experiencia de democracia, justicia y prosperidad que beneficie a todo el pueblo y a las generaciones futuras (próceres).

Daniel es uno de ellos. Su grandeza viene determinada por sus ideales y sueños y por la necesidad de materializarlos, incluso teniendo que superar las peores y más humillantes adversidades.

Ceballos ha rotulado su nombre en el siglo XXI de Venezuela, ha enaltecido al pueblo tachirense y su historia apenas comienza. Tiene sueños materializados, hazañas que mostrar, pero sobre todo un impacto espiritual para que generaciones futuras sigan su ejemplo.

No hay manera de encarcelar a su alma. Es imposible doblegarlo.

 

El cóndor y los barrotes de brisa

Por mucho menos de lo que ha hecho y logrado Daniel Ceballos durante estos años de frenesí y lucha, otros líderes políticos venezolanos han sido reconocidos y elogiados ante la historia.

Daniel es la historia viva de un espíritu venezolano que no se doblega ni se rinde, su resistencia nos muestra el coraje de una nación que nació de la bravura y el ímpetu: de la épica, cuyo sueño de libertad salpicó las calles y los campos, cuyo idealismo y valor nos encumbra.

Diez mil chavistas juntos no tienen ni la fuerza espiritual ni la lucidez de un Daniel Ceballos. Está vilmente encarcelado, en condiciones infrahumanas y tortuosas, siendo sometido a todo tipo de vejámenes y humillaciones (él y su familia) y como desafío hace una huelga de hambre para levantar la moral de Venezuela y mostrar que se puede encarcelar un cuerpo, pero jamás se podrá encarcelar una idea o un sueño de libertad.

Daniel es un cóndor de lucidez en el cielo latinoamericano, son de brisa los barrotes que lo encierran. Su sueño vuela alto y resplandecerá a su era.

Te abrazo, admirado hermano mío, me sujeto a tu vuelo, volamos juntos por la libertad de esa bella palabra que es Venezuela.

@tovarr