Juan Carlos Sosa Azpúrua: La lucha vale la pena

Juan Carlos Sosa Azpúrua: La lucha vale la pena

thumbnailjuancarlossosaFeb2014-190x130Venezuela quedó atrapada en un círculo cuyos gases desvirtúan la realidad, creando un escenario ficticio que se vuelve cotidianidad, material de discusión y tendencia mediática.  Todos estos años ha venido operando una estrategia de adormecimiento progresivo, filtrando en el aire acontecimientos que se repiten circularmente con la idea de acostumbrar  a las víctimas para hacerlas dóciles ante lo inaceptable, volviendo potable lo que en circunstancias normales sería intragable.

La víctima es la sociedad venezolana en su totalidad, que podría dividirse en compartimientos estancos de tragedia, pero que al fin se une  completa en una sola catástrofe, que no es otra que la transformación del país en algo que nada tiene que ver con lo racional, un manicomio donde el mundo funciona al revés.

Uno de los síntomas más sensibles de la enfermedad que carcome es la parálisis del tiempo y el espacio en una órbita que se aísla y hace de Venezuela un hábitat donde los hechos se repiten sin dejar una estela de aprendizaje, como si el cerebro nacional  estuviera atrofiado, en un estado perenne de obsesión fatal, sufriendo la maldición de Sísifo sin percatarse de ello.





La misma estructura política cuyas decisiones han producido este presente, pretende sin ninguna vergüenza continuar erigiéndose como vocera de un fenómeno que no ha deseado confrontar con las herramientas adecuadas para entenderlo y resolverlo. Es una actitud asombrosamente banal que se limita a repetir proclamas huecas, que solo satisfacen un minúsculo universo de intereses, dejando al país huérfano de pensamiento, a la deriva en una aguas que no conducen a nada.  ¿Dónde está la política? ¿Cómo se pueden encontrar ideas en este manicomio, y un lugar para diseñar estrategias finales que sí rompan el círculo y abran un camino hacia otra parte?

Ese lugar no se encontrará jamás en el ámbito donde se cuaja la locura, en ese espectro de país que concentra a unos partidos políticos que juntos no superan el 10% de la población que sufre la destrucción de lo que es valioso en la vida.   Pero si se lo permitimos, el círculo seguirá inflándose con sus gases de ilusiones, y la realidad se mantendrá atrapada en la oscuridad, mientras la ficción sigue siendo el teatro donde suceden las cosas que definen el destino.

Nada más tentador que dejarse atrapar por el círculo y convertirse uno en un actor de la mentira, porque hasta ahora solo estos actores parecen llevarse lo mejor de la historia, son éstos los que han capitalizado en un negocio que funciona para quien esté dispuesto a decir las palabras mágicas: “gobierno”; “elecciones”; “espacios “;  etc.

Pero para salvar la integridad que facilita el respeto por uno mismo, no se puede hacer silencio ante lo que nos ocurre, aún sabiendo perfectamente el costo que tiene no cantar en el coro aceptado,  ser un “pincha globos” en una piñata donde el club de los amigos chévere, los sospechosos habituales, controlan lo que se dice y lo que no.  Es un club de políticos, periodistas, chefs, encuestadores, escribidores, bufones; quienes, junto a su corte de aduladores, durante todos estos años han monopolizado la discusión pública, alimentando la ficción hasta que la misma es percibida como real.

Aquí nos traen otra vez su circo electoral, dándole “play” al disco de los hits que la gente desea escuchar para seguirse mintiendo a sí misma y continuar creyendo que no viven en un manicomio y que hay todavía espacio para un país normal, donde las cosas suceden como en otras partes.

Fuera del círculo no hay un metro disponible para la ficción. Aquí se nota con luces brillantes que un régimen que hizo un pacto con las tinieblas no cederá jamás un ápice del puñal que raja el círculo de gases que lo nutren y dan existencia.  Desde aquí se puede notar que desde adentro no se puede salir, porque el círculo es hermético y tiene defensores hábiles que amurallan sus flancos vulnerables.  Son piedras dentro del manicomio que replican la retórica de las sirenas, un canto dulce cuyo eco incesante adormece al incauto, para ahogarlo sutilmente, mientras el club de amigos sigue sus negocios como ya es habitual; ejerciendo sus actividades lucrativas que han denominado “política”, siendo por supuesto la electoral la rama del “business”  más apetecible.

Y para darle un poco de picante a esta historia de Sísifo, le sellan en la roca tatuajes coloridos con rostros de actores que parecen rebeldes, hasta que todo lo que hacen conduce al mismo lugar; al negocio del club de amigos que cohabita con el dueño del círculo, prometiendo una tierra de esperanza donde el tiempo de Dios solo es perfecto para ellos; desplegando una paciencia digna de los santos que nunca existieron, porque no ha vivido santo capaz de sobrevivir el Apocalipsis abrazando viejitas y cargando bebés.

Las tácticas son de aire pero algunos las toman como sólidos argumentos de convicción.  Afirman que Pinochet salió por elecciones; que el fraude puede evitarse con mucha participación vigilante; que la OEA y la UE son observadores válidos;  que a la tiranía pueden hacérsele peticiones y que ésta por presión las acatará.  Así habla este club de amigos, y sus voces se convierten en los ecos que repiten las piedras, los cantos de sirena que aboban al mundo circular y lo hacen condenarse a esa repetición constante que nunca trae nada bueno ni nuevo, salvo para los miembros del club.

No dicen que en Chile no existía el club de amigos, ese mundo de ficción que convalida fraudes y hace negocios inconfesables mientras se vende como “oposición”.   Tampoco dicen que allí no había un Narco Estado sostenido por el comunismo y la izquierda internacional que siempre voltea para otro lado cuando son sus tiranos quienes controlan el poder.  Jamás dirán que allí se pudo pactar con un dictador dispuesto a ceder y que la transición fue un proceso negociado por agentes que no estaban infiltrados hasta los tuétanos por los creadores del mal.  En estos cantos de sirena será imposible escuchar que la OEA, que siempre mira hacia la izquierda,  fue la que “borró” el fraude descomunal del referéndum revocatorio; y que la Unión Europea tiene en su seno lobbies que cobran millones de euros mensuales para sembrar el cuento de ficción venezolano en las consciencias más tercas. El club de amigos será incapaz de reconocer que un Parlamento en tiranía es una falacia siempre destinada a tener sillones fantasmagóricos y que unas elecciones, donde se eligen casi doscientas personas, son tantas elecciones como candidatos compiten; y que allí siempre habrá suficientes “triunfadores” “opositores” para silenciar cualquier voz que se le ocurra gritar fraude.

Pero aquí seguimos.  El círculo sigue engordándose con sus gases alucinantes.  La Narco tiranía está en el radar de la realidad, pero dentro del manicomio se insiste en creer que quienes marcan el camino de las trampas son los aliados deseables para superarlas, y los shows nunca faltarán.

Desde la frontera exterior al círculo afirmé que éste se percibe en toda su magnitud farsante.  Aquí nos encontramos los renegados, aquellos que no formamos parte del club de amigos cuyos integrantes son los socios del negocio, esa mentira lucrativa que ellos insisten en llamar “política”.  Y solamente desde aquí se puede organizar una comunidad de seres que estén dispuestos a romper el círculo, para que se escapen los gases que cubren la realidad con su manto de locura.

Poco a poco, progresivamente, esta comunidad crece. El mundo de la realidad se abre ante los ojos de más y más venezolanos que estamos hartos del manicomio, y sabemos que es posible crear un país maravilloso a partir de la realidad más tenebrosa.  Conscientes estamos que seguir dentro del círculo es condenarnos a vivir un cuento que no termina bien.  Aquí el mensaje no es un canto de sirena, es un grito de libertad que nos invita a unirnos en torno a la verdad; y nos insta a ser rebeldes y desconocer el poder del círculo, no permitirle atraparnos.

Seguiremos sumándonos, tenemos la visión de una Venezuela libre, fuerte y brillante que espera por sus hijos lo que toda madre desea: lo mejor.   No es tarea fácil y eso en cierta medida es bueno. De la experiencia saldremos fortalecidos y más sabios. Una Venezuela futura no se construirá desde lo banal; al contrario, será parida con muchas cicatrices y memoria. Pero este es el reto que hemos de asumir aquellos que no estamos dispuestos a dejar que la mentira se eternice.

La lucha vale la pena.

@jcsosazpurua