Pedro Carmona Estanga: El gobierno de la barbarie

Pedro Carmona Estanga: El gobierno de la barbarie

thumbnailpedrocarmonaAsí tituló hace pocos días Veneconomía uno de sus boletines, y en ello no yerra, pues Venezuela se encuentra en manos de un gobierno forajido, que tomó el poder como a un botín al cual se aferra, conduciéndolo hacia el abismo, bajo una estructura absolutista y mafiosa. Muchos de los comentarios que se producen a nivel mundial a través de las redes sociales, coinciden en que hay hechos tan irracionales en las ejecutorias del primer mandatario nacional, que parecen provenir de alguien que hubiese perdido el juicio.
En efecto, solo cabe en una mente perturbada llevar al país a la bancarrota, y desafiar a más de 60 pedidos de organismos internacionales, ONG, parlamentos o ex Jefes de Estado, que exigen la liberación de los presos políticos en Venezuela, el respeto al Estado de Derecho y garantías electorales, y que la respuesta sea la descalificación, o represalias contra los detenidos, hasta preferir que mueran de hambre en las huelgas que ejecutan. Ello explica por qué Maduro canceló la audiencia con el Papa Francisco, pues sabía que el Pontífice se pronunciaría en favor de la libertad en Venezuela. Nadie creyó en la otitis, y si fuese cierta, sería causada por la sordera ante las demandas planetarias por un el respeto a los DDHH.
La economía continúa haciendo agua con una inflación de tres dígitos y un empobrecimiento general, exacerbado por una política cambiaria que sería manejada mejor por un estudiante primíparo de Economía. ¿Puede acaso esperarse algo diferente de un rígido control de cambios, con paridades múltiples y dispersas, y seco de dólares debido a la bancarrota? Sólo un afán de estatismo exacerbado, para ejercer retorsión contra los agentes económicos privados, o el deseo de amparar la corrupción en las operaciones ficticias que enriquecen a allegados al régimen, explica tal despropósito. El fraude cambiario suma millardos de dólares, amén de las jugosas comisiones asociadas a las compras estatales, y de allí las denuncias sobre las cuantiosas cuentas del régimen en el exterior. Es vox populi que en Venezuela no se mueve una hoja sin “mordidas”, todo lo cual desmoraliza a la nación. Los salarios se han envilecido, a la par del valor del bolívar, y es así que un profesor universitario puede ganar como en Cuba, US$ 25 mensuales, o una jubilación representativa llega a US$ 45 al mes. Entre tanto, las reservas internacionales bordean los US$ 17 millardos, las menores en muchas décadas, pese a las manipulaciones contables.
Nos preguntamos: ¿Es concebible que la población venezolana viva en colas y que sufra para conseguir alimentos, bienes de aseo personal, medicinas, o repuestos para vehículo o maquinarias? ¿Es justificable la existencia de un mercado negro de bienes, del cual miles de “bachaqueros” hacen un lucrativo modus vivendi”? ¿Es justo que mientras la camarilla oficial malversa recursos y roba, la gente muera en los hospitales por falta de insumos?
El gobierno se coloca de espaldas al país cuando se empecina en no rectificar, y se adentra en la incertidumbre designando a gente cada vez más impreparada, como los balbuceantes Ministros del Interior, de Exteriores o del Trabajo, solo por lealtades, desafíos o nepotismo. Luce como si no leyeran las encuestas, entre ellas la oficialista Hinterlaces, pero son capaces de amenazar al país con que están listos para bañar de sangre al país si la revolución se hunde. Ese hecho deslegitima al gobierno, pero Maduro reedita viejas tácticas intimidatorias de Chávez, de que las armas están listas para enguerrillar al país, en caso de que fuesen desplazados del poder, fuese por la vía electoral pese a los fraudes, o de una protesta popular no violenta. En otras palabras, sostenerse a cualquier costo.
Como si fuera poco, la siembra de antivalores iniciada por Chávez desde el día que se posesionó en 1999, ha dado sus frutos. El país está carente de referentes morales. La trampa, el saqueo, el irrespeto a la ley, la implacable represión contra quien disienta del oficialismo, la destitución ilegal de Alcaldes o parlamentarios electos por el pueblo, la asfixia a las Universidades que no se plieguen al régimen, el maniqueísmo como política de Estado, y el respaldo impúdico a los servidores públicos que delinquen, han conducido a la mayor confusión y anarquía que el país haya conocido jamás. ¿Cómo se explica que el gobernante Maduro condecore como héroes a los cinco espías cubanos liberados por los Estados Unidos, o que designe en cargos ministeriales a los sancionados por ese país por violación de derechos humanos o narcotráfico? ¿Cómo puede elevarse a la categoría de prohombres de la patria al General Carvajal, detenido en Aruba y liberado en virtud de una movilización diplomático-militar, o al difunto Diputado Serra, o antes a Otaiza, Anderson, o a los militares acusados de vínculos con las FARC o con el cartel de los soles? ¿Es Diosdado Cabello inmune a los indicios que lo involucran, sin siquiera una duda, sino la expresión solidaria: “lo que es con Diosdado es conmigo? ¿Es o no Venezuela un aliviadero o reducto de guerrilleros o terroristas, muchos de ellos amparados con documentos de identidad venezolanos? ¿Es aceptable que la política internacional sea manejada con los pies y que no responda a los intereses vitales y permanentes del país, sino a afinidades ideológicas del régimen? ¿Son tolerables a la nación y a la comunidad internacional las ofensas que el régimen profiere contra ex presidentes o líderes políticos internacionales que no comparten la ideología oficialista, o la negativa a permitir visitas humanitarias de la Iglesia o de expresidentes a prominentes presos políticos? ¿Es correcto ofender a Colombia declarando a ese país hermano como exportador de pobreza, sin respeto siquiera a los ancestros de Maduro? ¿Dignifica a los venezolanos ver al país convertido en uno de los más inseguros del mundo, y que la impunidad campee en favor del hampa y el crimen organizado? ¿Es entendible el apoyo oficialista a las violentas bandas armadas denominadas colectivos, como mecanismo de defensa del régimen?

No, ello es el producto del talante totalitario y de degradación moral que se enseñorea en el país, llevándolo a la etapa más oscura de su historia. Los índices mundiales muestran que Venezuela comparte puestos con los países más atrasados del planeta, y ello estimula un éxodo sin precedentes de lo mejor del talento humano, mientras otros prefieren pasar estado de necesidad fuera, a tantas vejaciones. Solo la movilización con un mensaje alternativo hacia el pueblo, y la desobediencia cívica a la ilegalidad, permitirían vislumbrar un cambio en elecciones con garantías. Por algo el régimen vacila en  convocar a los comicios parlamentarios de este año, pues siente que los tiene perdidos. Es el momento de evocar a Juan Pablo II y repetir: ¡Venezuela: despierta, reacciona, no tengáis miedo!

“Para la verdad, el tiempo; para la justicia Dios”

 





Publicado originalmente en Desde la Distancia