La sociedad encadenada, por @RafaelValera_ de @VFutura

La sociedad encadenada, por @RafaelValera_ de @VFutura

thumbnailrafaelvaleraNos mentiríamos abismalmente si afirmásemos que somos siquiera una sociedad: correctamente estructurada, con su natural índole ascendente e independiente. Es claro que estamos atrapados -algunos nos sentimos así- dentro de una coraza que, al exterior, muestra un puñado de entes de la estirpe más grosera. Estos dejan su virtud libre a merced de aquello que los perjudica, extirpando así esperanzas de sí mismos como si de sacrificar o prostituir fuerzas se tratare la vida.

Este fenómeno ha sido una catástrofe humana no sólo entre nuestras naciones, sino también en el resto de la población mundial. Las constantes igualaciones (más bien alienaciones) de hombres se han tornado rutinarias, volviéndose una especie de obra caritativa, con el despreciable argumento de la compasión… salvavidas de toda debilidad.

Tomemos como argumento introductorio el paradigma del cristianismo. Este dogma esclavista ha sido el verdugo del individualismo, condenándolo constantemente y denunciándolo a los cuatro vientos. Y así, continúan alegando que «el hombre, por sí solo, jamás llegará a la felicidad» (que no es esa utópica “paz”, sino la satisfacción alcanzada mediante el imperio de la autoafirmación).





Destruyeron la plataforma del Yo y decidieron destruir el rumbo del über-pensante, para dar paso a una era de deleznables autómatas que se afianzan en el todo-es-bueno y execran la valoración del cuerpo: sede del pensamiento… ¡Vaya mundo nuevo!

Caras vemos, sociedades no creemos. Opto por dar la primera brazada en este océano, con este aforismo, para desocultar radicalmente la premisa de que las sociedades sólo son (debido a su carácter no-tangible). La sociedad es una estructura humana capaz de perpetuar un entramado autosuficiente de relaciones interpersonales. Nosotros aspiramos a vivir en una sociedad en la cual el auge de la retroalimentación sociocultural sea fluido y sagaz; buscando la reivindicación del hombre de ayer, para transformarlo en un mejor hombre para el mañana.

Hay que ser francos y encontrar convicción en la tesis de que el hombre está “destinado” al error para resurgir de él. Renace revitalizado – y aquí el uróboros me respalda de manera vasta. Esto, en el siglo XXI, varía; de modo que siempre algún error es minimizado o, peor, olvidado, y sólo se toma en cuenta la “intención”… ¡El taciturno error se ha vuelto un lastre de la sociedad!

Es menester reiterar la índole de este problema. El mismo trasciende idiosincrasias y burlonas críticas. El seguir convalidando -de una manera u otra- todo aquello que nos enmohece pero no nos mata, en realidad nos sofoca. Este letargo sólo debilita nuestra sed de conquista y nubla el horizonte. He allí, de pronto, la sustancia libertaria naciendo de entre las malas hierbas: la decidida aurora del hombre libre es indetenible.

Cenizas, décadence; Fénix, aristocracia. Sin la necesaria exaltación y superación de sí mismo; sin sufrir el porvenir; sin sentir el parto de la lucha por la excelencia, el hombre no tiene razón para vivir. ¿Para qué existir sin intenciones de revitalizar a Dionisio? O, ¿por qué vivir para responder, cual autómata, a Apolo? Y pudiese basar nuestra gesta libertaria en otras cuestiones más, porque de evaluar todo cauce para accionar frente a la cosmovisión nace la sabiduría, como arma más filosa y escudo más sólido.

En la historia el ser ha buscado responder a los impulsos que naturalmente lo guían a pisar los peldaños más altos. Entonces reafirmamos que esta contracultura de la mediocridad es nuestro principal enemigo. Por ser aquélla el principal apoyo para la supuesta “reflexión” de los cansados, ahora se atrofió – al único punto de genuflexión para con lo decadente.

Claros estamos de que esta «Esfinge» que nos espera pacientemente, será cientos de veces más audaz y escurridiza a la hora de desafiarnos. Pero para los hombres más dignos será ésta su mayor batalla, y a partir de ella la Nación resurgirá libre; mientras derrotemos a los seres que la destruyen (y a quienes los defienden). Más contundente es un susurro de la Libertad que el grito de un amo y sus esclavos. Por ello soy totalmente enfático al decir: ¡háganse a un lado! ¡La Élite Futura irrumpirá en Venezuela!

 

Avt libertas avt nihil