Filosofía de la grandeza Por Richard Rivas (@RD_RIVAS) de @VFutura

Filosofía de la grandeza Por Richard Rivas (@RD_RIVAS) de @VFutura

thumbnailrichardrivasCuando hablamos de grandeza nos referimos a todo aquello concerniente a la magnanimidad del ser, la cual es perseguida por todo humano, entendida como una voluntad de extenderse y dominar su entorno.

Existen dos visiones de grandeza. Alguna de ellas determinará los valores, principios y convicciones bajo los cuales el individuo regirá su actuar, y tendrá influencia en su percepción de la vida, afirmándose a sí misma a partir de la práctica de tales virtudes, sin importar su estrato social, religión o sexo. Estas dos vertientes son: la posesión y el honor.

De la grandeza por posesión





Cuando hablamos de la grandeza por posesión, nos referimos a la gloria alcanzada a través de una conducta que gira en torno a la obtención de bienes materiales, parejas sexuales, poder, prestigio o dinero como fines en sí mismos. Esta concepción de la vida se caracteriza por la exteriorización y transferencia de cualidades -por parte del individuo- hacia la posesión de estos bienes, lo cual le hará sentirse enaltecido en el momento en que los adquiere, y pobre si llega a perderlos. Por lo tanto, considerará que su propia valía estará determinada por la tenencia y acumulación de tales bienes – sin importar cómo los obtuvo. Esto podría conllevar a la traición de sus principios éticos con tal de tener dichos bienes.

Lo anterior denota una carencia de identidad sólida, puesto que, al depositar su seguridad y valía en sus bienes, un individuo así sólo evidenciará su propia inestabilidad. Quienes conquistan la grandeza de esta forma suelen ser cobardes, mezquinos… no piensan más que en la utilidad y se humillan a sí mismos, y a los demás, para conseguir lo que quieren; son capaces de negar al otro para afirmarse a sí mismos. Son individuos tan pobres que lo único que tienen es dinero.

Estas personas no necesariamente pertenecen a un estrato o esfera de la sociedad específicos, puesto que poseen una concepción de la vida que está presente en muchos hombres, y se puede esperar de ellas una conducta típica, sin importar el cargo que ejerzan (desde obreros hasta políticos). Sin embargo, por cuestiones de extensión y pertinencia, me limitaré a hablar de las características de los actores políticos que se ubican en esta categoría.

Lógicamente, la primera palabra que podría venirnos al pensamiento al hablar de grandeza por posesión sería corrupción, término relacionado con el uso del poder y de bienes públicos para la obtención de beneficios privados. No obstante, esto no es nada nuevo; por lo que hablaré de la grandeza por posesión como elemento psicosocial subyacente en ciertos movimientos políticos.

Cuando se instituye un gobierno de hombres que persiguen la grandeza por posesión, sólo podremos encontrarnos con una tendencia: la perpetuación de la hegemonía de esa élite política, a partir de la simpatía y popularidad entre las masas, recurriendo a políticas destinadas a “favorecer” a los estratos socioeconómicos bajos. Esto sólo conlleva a crear dependencia de parte de tales sectores de la población hacia el Estado, mermando así las libertades individuales de los “beneficiarios” y empoderando todavía más a esa reducida cúpula política; favoreciendo la expansión burocrática del Estado y generando mayores niveles de corrupción. Adicionalmente, aquellos hombres sólo podrán ascender y mantenerse en el poder a partir de la opresión y castración de la población, por lo que no se puede llamar verdadera grandeza a aquella que fue adquirida a costa de otros.

De la grandeza por honor

Quienes se atreven a perseguir la grandeza a través del honor son individuos de un espíritu elevado. Su foco en la vida no es recibir, sino dar como expresión de su propia vitalidad y poder. La fe de este tipo de individuos está depositada sólo en sí mismos, y no en algo externo a ellos… ya que pueden ser pobres en bienes materiales pero ricos en espíritu. El que entra en esta categoría se afirma a sí mismo, en función de sus propias convicciones, sus principios y sus capacidades individuales. Es por ello que el robo, el engaño o la negación del otro no constituyen un marco para su conducta, llevando a esta clase de hombres a la tenencia de virtudes tan nobles como la veracidad y el coraje.

El Yo de este individuo no es únicamente su sujeto físico, sino una promesa a sí mismo: un ideal de hombre que él aspira a realizar por sus propios medios, persiguiendo siempre su propia elevación. Su máxima es la misma recomendación del poeta griego Píndaro: «llega a ser el que eres».

El hombre que se honra a sí mismo es incapaz de prostituirse a cambio de algo material, o de cualquier tipo de bienes exteriores a él. Sus méritos no se miden en base a sus posesiones sino en base a sus propios logros nacidos del esfuerzo.

Para hablar una vez más del ámbito político, la grandeza de los hombres de honor en cargos de Estado reside en su afán por el engrandecimiento de una Nación a partir de la no intromisión en las libertades individuales de los ciudadanos, permitiendo y creando las condiciones para que cada quien se desarrolle a partir de su propio criterio. Estos Estados tienen una presencia mínima en la vida del individuo, y en consecuencia no cuentan con una amplia maraña burocrática. No olvidemos que una gran cantidad de dependencias siempre contendrá el espíritu del Estado, y por ende una pesada carga ideológica.

La grandeza de aquellos hombres será alcanzada a través de su incorruptibilidad, para llevar a cabo el ideario y los objetivos de una sociedad noble. Es éste el tipo de individuos que necesitamos para crear la Venezuela Futura.

 

Libertad o nada.