Fernando Nunez-Noda: La tecnología es anterior al lenguaje escrito

Fernando Nunez-Noda: La tecnología es anterior al lenguaje escrito

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Fernando Nunez-Noda

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Con la madera y fuerza adecuadas, la fricción concentrada en un punto genera suficiente calor para la ignición.

Un poco de prehistoria





Hace escasamente 400 mil años, la única variedad de homínidos era el llamado Homo Erectus, muchísimo más cercano al humano moderno en contextura, tamaño y peso. Bídpedos, por supuesto, cambio que había ocurrido 4 millones de años antes. Sus instrumentos habían alcanzado un grado de especialización tal, que fueron los primeros en cazar exitosamente animales varias veces más grandes y fuertes que ellos mismos.

Ya el género homo se había extendido más allá de las legendarias sabanas africanas, había cruzado el Oriente Medio, algunas regiones de Eurasia y llegado a los extremos del lejano Oriente y los archipiélagos del Mar de la China. El mundo vivía un cruento período glacial y sin embargo la humanidad avanzaba.

El frío obligaba a las tribus a crear refugios de piedra o especie de tiendas hechas con pieles. Una cueva era una pieza de “bienes raíces” invaluable y fue precisamente en una caverna cercana al Beijing actual, donde se encontraron vestigios de un asentamiento de homo erectus. Además de fósiles y herramientas pétreas, se desenterraron los restos fosilizados de una hoguera.

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Un arco con una cuerda alrededor de un palo aumenta la fricción y la rapidez de generar calor y chispa.

Hay una película fascinante, dirigida por Jean-Jacques Annaud, llamada Quest of Fire (La Guerra del Fuego, 1981). Se desarrolla mucho después del “descubrimiento” que mencionamos (alrededor de 80 mil años aE), pero da cuenta de una tribu que no conocía cómo producir fuego y lo buscaba desesperadamente.

 

 

Spoiler Alert——————-

Un rayo produce un incendio y toman varios troncos encendidos y van llevando esa yesca con ellos en medio de todos los peligros imaginables: pantanos, tigres diente de sable, tribus caníbales. Cuando el pedazo de madera está por perder su masa combustible prenden otro y así van.

Al final, los protagonistas conocen y salvan a miembros de una tribu poco robusta y aparentemente débil. Pero las apariencias engañan. Estos extraños y sofisticados habitantes del bosque tienen el secreto del fuego, su generación por frotación de maderas. Al conocerlo, los héroes son libres de generar llamas en cualquier lugar y en cualquier momento. El sueño prometeico.

Fin del Spoiler Alert——————-

Prometeo paga el precio, en esta ánfora del siglo 6 aEC, de la colección del Museo Vaticano.

Miles de “miradores de luna” (el homínido soñador de2001 Odisea Espacial, 1969) explorarían las candelas en diversos lugares del mundo, de acuerdo con materiales y condiciones disponibles en sus ecosistema. Por ejemplo, varas secas de madera, tablas, alguien con el tiempo y la paciencia para girar un palo sobre madera plana hasta lograr temperatura de ignición. Imagino otra escena: un homínido se enfada con otro y le lanza una piedra. Falla pero el proyectil choca contra una pared de granito y produce chispas. Alguien, el “Mirador de Luna” más cercano usa rocas y, con una cama de yesca seca, comienza a chocar pedernales hasta lograr chispas que la encienden.

Lo cierto es que no llegó del cielo, como en 2001 Odisea Espacial o en los mitos helénicos. ¿O sí?

La mitología griega idealiza este evento anónimo, con la leyenda de Prometeo. Este dios Titán le roba el fuego a los dioses y se lo entrega a los hombres, contra el mandato expreso del Olimpo. Le lleva la ciencia, le abre los ojos, inicia la civilización. Zeus lo castiga con un tormento horrible: que se repita todos los días el desagradable evento de que un águila se coma su hígado, hasta que el gran Hércules lo rescata.

Este mito expresa el profundo poder inherente al fuego, poder transformador, destructivo y constructivo a la vez. Creador y domador de la civilización. ¿Será la electricidad una forma muy concentrada y direccionada de fuego? Me gusta pensar que sí. Energía en diferentes campos pero energía al fin.

El fuego lo cambió todo, la topografía, los hábitos de vida, inauguró la “ciencia química” y le dio a los homo erectus poder sobre el resto de los animales. Energía transformadora de la materia y productora de luz.

“En una palabra, el fuego da comienzo a la primera época de relativa ‘alta tecnología’ de la humanidad”.

Isaac Asimov

La alquimia, la química, la cocina, la agricultura, la guerra, la tecnología… todas son hijas de ese “mágico” elemento.

Representación “forense” de un Neardenthal. Museo Smithsoniano de Historia Natural. Foto del autor.

¿Neardental religioso y filósofo?

Solemos centrar la atención en herramientas y cambios físicos, pero igual intriga y fascina saber cuándo nacieron ciertos movimientos intelectuales y espirituales (algunos dirían sencillamente “psíquicos”). Hacia 200 mil años aE el homo erectus, domesticador del fuego, se había extinguido. Surgieron básicamente dos géneros, los llamados homo sapiens neardentales y finalmente loshomo sapiens sapiens, cuyas peripecias conocemos mejor.

Los neardentales poblaron fundamentalmente Eurasia y su rango de existencia va de 200.000 aE hasta 30 mil aE, lo cual los hace relativamente recientes. Fueron innovadores en el diseño de herramientas, en los métodos de caza y en la organización de sus tribus. Producían fuego a voluntad, eran pues, plenamente prometeicos.

Pero hubo una costumbre que inauguró un orden social distinto y, muy probablemente, una forma de pensar plenamente humana. Se trata de que enterraban a sus muertos, con ceremonia y ornamento. Esto da una idea del arraigo que se iba generando entre las tribus y sus entornos, sus asentamientos, un fin del perpetuo desplazarse. ¿No está aquí, quizá, el auténtico inicio de las ciudades?

Pero hay más, mucho más. Las tumbas neardentales incluyen objetos, alimentos, flores, los rudimentos del ornato individual. La disposición y la intención parecen de aquellos que creen en la vida de ultratumba, una trascendencia que ya supera la consideración puramente biológica de la especie.

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De un diorama sobre un entierro neardental. Museo Smithsoniano de Historia Natural.  Foto del autor.

Dice Asimov: “… Se trataría de las primeras manifestaciones de lo que llamamos “religión”: un sentimiento de que en el Universo hay algo más de lo que resulta aparente a los sentidos”.

Más allá de la fe en lo que no vemos, estas consideraciones más sofisticadas sobre la vida y la muerte obligan a crear categorías mentales: el alma, el ser, la conciencia. La filosofía primigenia, una interrogación a nosotros mismos sobre el sentido último de la existencia.

Increíble y épico que los primeros filósofos vistieran pieles, en general murieran antes de los 30 años de edad, algunos no ajenos al canibalismo, pero movieron la cultura muchos pasos hacia adelante.

Epílogo

El catálogo de Asimov nos pasea por el arte: rebaños en las cuevas de Altamira de 20 mil años de antigüedad, a la vez preludio de la pintura y de códigos comunicacionales. Por cierto que en el arte rupestre se ven arcos y flechas, así como lanzas, trampas, todo un equipamiento para ser más eficiente en la protección y en la caza (eventualmente la guerra).

Menciona la cría de animales, que ayudó a subir varios escalones de desarrollo humano: mejor control y variedad en la dieta, amigos y aliados en la caza y en la casa: perros, gatos, aves. Dedica especial atención a la agricultura, un salto cuántico que multiplicó las capacidades de producción y estableció el sedentarismo como un modelo de organización social que todavía prevalece, a pesar de automóviles y aviones.

La Edad de los Metales, tan épica como una historia de Tolkien, inauguró los ejércitos y mejores instrumentos, más precisos y fuertes. Cobre y bronce para armas y utensilios. Hubo tejidos, cerámica y regadíos.

Será importante seguir con una segunda parte de este ensayo, para llenar ese intervalo que termina de asentar la humanidad mal llamada “prehistórica”.

Todo ello hasta llegar a la escritura, el código ancestral que a pesar de internet y del colisionador de hadrones, todavía compartimos.