Lo que más enerva ánimos, es ver y sentir en carne propia los efectos de esa humillante corrupción o escucharla narrada, de primera mano, por otras víctimas. Quienes amanecen en las colas, que no son únicamente los “bachaqueros”, nos relatan: “Nosotros, cargados de impotencia, rabia e indignación, y muchas veces bajo amenaza, vemos en altas horas de la noche o en la madrugada, como las diferentes policías, la Guardia Nacional y dueños de establecimientos comerciales sacan grandes cantidades, entre otros productos, de pollo, arroz, harinas, azúcar, jabón y papel higiénico. Estos, descaradamente se lo llevan en camionetas y grandes camiones.” Otros testigos agregan: “Nosotros los hemos seguido y visto. Algunos llegan a ciertos sitios para descargar o, sencillamente, salen rumbo a la frontera.” Si los presentes se atreven a reclamar, son amenazados o apresados por los encargados del orden público. Muchas veces, los policías y guardias, allí mismo, dicen a familiares reclamantes o a los detenidos: “Si no quieren gastar mucho billete en jueces, nosotros los soltamos por 50 mil bolívares.” (…) Otros manifiestan: “que en las mismas colas oyen y ven, que los encargados del orden público, piden, entre 300 y 1000 bolívares, por dejar pasar a alguien de primero.” Y los relatos que se escuchan acerca de los acontecimientos y la corrupción que ocurre en las alcabalas que están antes de llegar a la frontera son de antología, la magia narrativa de la ficción literaria queda rezagada. Por supuesto, hay policías y guardias muy dignos que se enfrentan, por estas causas, a sus compañeros. Están los que sienten pena ética por lo que está sucediendo; pero se silencian con amargura, porque sus vidas corren peligro.
De manera determinante, las dantescas colas arrojan controversiales desencuentros, conatos de saqueos, peligrosas peleas, muertes y heridos por estampidas humanas, por insolación, trasnocho, cansancio, alguna enfermedad crónica o por vejez. Esto, además de aterrador, es muy peligroso para la integridad del país. Los Poderes Públicos, que deberían hacer contraloría social, económica y política, carecen de ética, rompieron con la imparcialidad, la responsabilidad y el equilibrio. La administración política actual que en hora buena pudo haber prevenido y orientado, al proceso organizativo y la planificación, hacia una celosa evaluación y control de sus instituciones, organismos y personal, para hacer más eficiente y eficaz la ejecución de sus políticas, perdió la autoridad y la corrupción se les salió de madre. Cuando esto ocurre, lo remedial, sería cambiar a los jefes de la administración política Nacional.
Víctor Vielma Molina/Educador/victormvielmam@gmail.com