Médica cubana relata su odisea en Venezuela: “Tuvimos múltiples deserciones”

Médica cubana relata su odisea en Venezuela: “Tuvimos múltiples deserciones”

Médicos cubanos que desertaron de misiones en Venezuela manifestándose en Bogotá el pasado 22 de agosto. (Dened Vega para 14ymedio)
Médicos cubanos que desertaron de misiones en Venezuela manifestándose en Bogotá el pasado 22 de agosto. (Dened Vega para 14ymedio)

 

Tania (nombre ficticio) es una de los 3.525 trabajadores del Ministerio de Salud Pública residentes en Camagüey que colaboran en alrededor de 50 naciones de todo el mundo. Su misión médica en el extranjero acaba de terminar y ahora trata de adaptarse de vuelta a su país. Sin embargo, dos años fuera de su provincia natal han cambiado a esta especialista en terapia y rehabilitación para siempre.

Orlando Palma | 14yMedio





“A pesar de todas las dificultades a las que me tuve que enfrentar allá, tengo la impresión de que al regresar he viajado atrás en el tiempo”, explica. Su estancia en Venezuela no estuvo exenta de contratiempos. Viviendo en un barrio pobre de Caracas, Tania tuvo que lidiar con la violencia, el desabastecimiento y la ojeriza que levantan entre muchos venezolanos los cubanos que se encuentran en misión oficial.

En Venezuela laboran 2.063 cooperantes provenientes de esa provincia cubana. La mayoría brinda servicios en las llamadas misiones Barrio Adentro y Operación Milagro. Varios colegas de Tania fueron distribuidos por los estados de Apure, Aragua, Carabobo, Guárico, Miranda y Zulia. Ella dice haber “tenido más suerte” al quedarse en la capital, “donde hay más opciones”.

De los 323 técnicos de la salud camagüeyanos que se contabilizaban a mediados de este año en el país sudamericano, no todos han llegado hasta el final del tiempo reglamentario. “Tuvimos múltiples deserciones y una manera de evitar que la gente se siguiera escapando para Colombia o Estados Unidos fue retirar el pasaporte a todos nosotros”, explica esta mujer. Y asegura: “Nunca se me pasó por la cabeza irme, porque aquí tengo a mis dos hijos y después me castigan y no puedo verlos en años”, detalla.

A través del programa conocido como Cuban Medical Professional Parole (CMPP), desde 2006 quedó implementada una disposición que permite a galenos cubanos que participan en misiones médicas oficiales, acogerse a un visado para entrar a Estados Unidos. Más de 720 profesionales de salud de la Isla se habían fugado de Venezuela desde enero a finales agosto de este año.

Tania tenía un objetivo fijo en mente: “hacer dinero para ampliar la casa de mis padres y tener un lugar privado para mi matrimonio y mis hijos”, relata. No obstante, el dinero acumulado en meses de privaciones en Caracas no ha sido suficiente para levantar la tan ansiada vivienda. “Todos los materiales de construcción están muy caros y aún no hemos podido terminar el baño ni la cocina”. Logró ahorrar después de dos años de trabajo el equivalente a cinco mil dólares, que trajo consigo.

“Para esta tierrita tuve que sudarla”, comenta. “Estábamos en una casa compartida y tomábamos sopas instantáneas casi todos los días”, dice de su vida en Caracas. “Todo lo que compré fue para traérselo a mis hijos, un televisor pantalla plana y una laptop para el mayor”. Para lograrlo cuenta que debió “pasar mucha necesidad. “Nos tenían como a perros en un albergue, unos arriba de otros, sin privacidad ninguna”, recuerda.

Bachaqueo de bata blanca

A su regreso a Cuba, la joven ha entrado en el negocio de la reventa de productos alimenticios y bebidas, que compra con un descuento gracias a la tarjeta magnética que le corresponde por haber hecho una misión en el extranjero. “Aquí –dice mientras muestra el rectángulo de plástico– tengo acumulado el salario cubano que me pagaban cada mes y que no podía cobrar desde allá, además de una bonificación en moneda convertible”.

Como profesional de la salud que participó en Barrio Adentro, ahora tiene una rebaja en los productos que compra en las tiendas en moneda convertible. “Puede llegar a un 10 o un 15 por ciento de descuento, en particular en refrescos y cervezas”. De manera que la especialista en terapia y rehabilitación ahora se dedica a revender las bebidas a familias que están organizando fiestas de bodas o de quince. Todos ganan.

“Con eso voy a completar para el juego de taza y lavamanos que me falta por comprar”, puntualiza. No obstante, cree que la remuneración que recibió por su trabajo en el extranjero fue “poca para el esfuerzo”. No se trató solo de la carga laboral, precisa. “Tengo una amiga que se enfermó de los nervios porque la atrapó una guarimba en medio de una carretera; todavía está bajo tratamiento psiquiátrico y, como no terminó el contrato, no le tocó el estímulo salarial”.

A pesar de las dificultades, Tania quiere regresar a una nueva misión. “Ya hice contactos en Sudáfrica para un contrato individual”, pero esta vez aclara: “Me voy con mi familia… y si te he visto, no me acuerdo”.