Los delincuentes no abandonan sus propósitos de manipular a los pueblos electoralmente e impulsar a sus aliados a los espacios de poder.
Es muy amplio el debate sobre la confiabilidad del sistema electoral y el CNE, que en muchas ocasiones ha dejado a un lado, su carácter de árbitro para convertirse en “la casa del truco”, al servicio de la parcialidad roja. Mientras existan delitos electorales hay que denunciarlos y no caer en el falso dilema de que llevarlos a la vindicta pública estimula la abstención. Si un ciudadano esta consciente de su responsabilidad, repudia las tropelías electorales, no debe permitirse el lujo de entregarles los espacios de representación pública a rufianes, malhechores y autoritarios, por la indiferencia de no votar.
Muchas son las consejas sobre el pasillo, que doña Tibisay nos muestra en cada madrugada comicial cuando se le ponen las papas duras al status que desgobierna y arruina este hermoso país. El Gobierno continuamente muestra su hegemonía para intimidar a la gente y hacerla sentir impotente, desesperanzada, en la falsa creencia, de que no hay salida pacífica.
Aquí pueden existir mecanismos para que el cogollo rojo sepa quienes no han votado, pero saber por quién votaron es una gran mentira. El fraude electoral de la actualidad lo hacen en la mesa cuando los miembros se prestan para ello y la oposición no coloca un buen testigo a defender los resultados. Los abstencionistas son hoy utilizados por los delincuentes electorales, a quienes les proporcionan la lista en cada mesa de quienes no asisten para que metan el dedo en la maquina por los ausentes y abulten los resultados a su favor. El Gobierno tiene control de muchas cosas pero ya no es mayoría en el país, ellos saben que están perdiendo, siguen tirándole piedras a la luna, para que se produzca un acto esotérico al estilo DAKA.
Las encuestas dicen que votara más del 80% de los venezolanos el 6D, si esto ocurre es imposible concretar el fraude, única tabla de salvación de Maduro y Diosdado, actuales regentes de la cosa pública. VENEZUELA NO SE RINDE.