Jose Luis Zambrano: Un balazo a la vuelta de la esquina

Jose Luis Zambrano: Un balazo a la vuelta de la esquina

thumbnailjoseluiszambranopaduaySi abaratasen los chalecos antibalas creo que se vislumbrarían colas como en los supermercados, así deba desbaratarse el presupuesto del hogar. Creo que si Robocop deambulara por estos predios, hace tiempo hubiese sido objeto de vándalos y ser desvalijado de su metálica indumentaria para ser vendida en el mercado de la indecencia al mejor postor.

Nuestra sociedad ha mutado. Dejó de lado los convencionalismos y emprende la ardua lucha por sobrevivir como en un territorio apocalíptico. Las noches son el pintoresco e inminente experimento de la guerra cuasi selvática de supervivencia del más acto.

Ahora hasta la gramática tiene modificaciones en su entendimiento redaccional. Pasamos de decir “hicimos una fiesta y botamos la casa por la ventana” a esgrimir con desdén que “hicieron fiesta: se metieron a la casa por la ventana”. Nos convertimos en gendarme de nuestros hogares, vigilantes de nuestros bienes. Aunque dormidos, en la apacibilidad de nuestros sueños, podemos ser objeto de cualquier hurto y hasta de secuestro domiciliario.





La delincuencia se reproduce bajo el firme estandarte de la impunidad. Antes, al perpetrar el acto delictivo, nos decían que levantáramos las manos, pues era un asalto. En la actualidad, sin miramientos, debemos bajar las manos como en ademán de defensa, con temores bullendo  y un hilillo de sudor descendiendo por nuestra sien, a sabiendas de la ruleta existencial que por capricho, podríamos perder la vida si al asaltante se le antoja pegarnos un pepazo.

Hasta la bella durmiente se despertaría de su dogmático y fantástico sueño, cuando una de esas comunes noches escuchase el estruendo de un rosario de balas por enfrentamientos en las calles.

También en el “Oscar” delincuencial obtuvimos un reconocimiento por nuestro caótico sistema de seguridad. Según un estudio publicado por el Consejo Ciudadano para la Seguridad Pública y la Justicia Penal A.C., Caracas es la segunda ciudad más violenta del mundo. A tan ominosa distinción se le puede agregar que agosto cerró en la ciudad capital con la espeluznante cifra de 400 homicidios, mientras el Observatorio Venezolano de la Violencia (OVV) sentencia que por cada 100 mil habitantes se cometen 79 asesinatos en el país.

En esta nación crispada por la sombra socialista de la desesperada igualdad en pobreza de sus ciudadanos, percibe ahora de forma cotidiana la generación de epidemias, pero las mismas no son originadas por mala salubridad o atacadas en el área asistencial, sino se desprenden del gatillo de una descompuesta sociedad.

Como patología de lo inhumano ahora la moda es ver escoltas, guardaespaldas y encargados de la protección de reconocidos políticos, en las cifras rojas reseñadas por la prensa nacional, que haría cambiar de profesión y hasta huir despavorido al más inspirado Kevin Costner. Igualmente, Venezuela cuenta con más de 120 policías asesinados en el primer semestre del año.

Por más que edifiquen planes como OLP, Patria Segura o te cambio tu pistola por metras, la sensación del venezolano sobre el ámbito de la seguridad, es que si se irrumpe en un callejón oscuro de manera repentina, seguro que al día siguiente no puedes echar el cuento.