Eduardo Mackenzie: ¿Dónde y cómo clasificar a Nicolás Maduro?

Eduardo Mackenzie: ¿Dónde y cómo clasificar a Nicolás Maduro?

thumbnaileduardoMackenzieA la hora de las deportaciones masivas de colombianos en Venezuela, por orden del tirano Nicolás Maduro, deberíamos recordar que los desplazamientos forzados de población fueron utilizados siempre por los bolcheviques como un método de gobierno y como una política de destrucción de pueblos, nacionalidades y minorías étnicas.

Lo que hace hoy Maduro con la minoría colombiana de Venezuela ya lo hicieron Lenin y Stalin y sus sucesores, en escala mucho mayor, incluso desde antes de que Hitler llegara al poder y desatara su pavorosa política de terror, desde marzo de 1933, y de deportación y exterminio total de los judíos de Europa, desde diciembre de 1941.

Las deportaciones étnicas de masa en la URSS fueron reveladas por el mismo Nikita Khruchtchev en su “informe secreto” al XX Congreso del PCUS, en febrero de 1956. Otra parte de informaciones al respecto fue aportada por los que lograron sobrevivir a esas deportaciones y, más recientemente, por los archivos soviéticos, abiertos por un tiempo tras el colapso del poder comunista en la ex URSS.





Sin embargo, parece que todo eso ha sido borrado de nuestra memoria. Algunos creen en Colombia que la deportación de seres humanos, la destrucción de viviendas, la separación de las familias, la violación de las mujeres, las golpizas propinadas por la soldadesca, son únicamente métodos “nazi-fascistas”.

En estos días, Nicolás Maduro ha deportado violentamente y generado un éxodo de cerca de 7.000 colombianos que vivían en Venezuela desde hace años. El hace eso no porque sea un nazi sino porque es alguien que sabe muy bien que existe una tradición comunista de deportar seres humanos en las condiciones más terribles y que eso es, para ellos, como lo fue para los hitlerianos, justificado, pues les permite conservar el monopolio del poder, de la ideología, del aparato productivo y de la población.Madurofue formado durante años por gente que conocía esa técnica represiva. Fidel Castro amenazó a Washington con desatar otro éxodo hacia la Florida, como el organizado desde elpuerto de Mariel, de abril a septiembre de 1980, en el que 125 000 cubanos huyeron y 30 perecieron ahogados.

Las deportaciones soviéticas fueron denunciadas en los años 1960 por el historiador americano Robert Conquest. El ruso Alexandre Nekricht, en su estudio sobre el problema de las nacionalidades en la URSS, dio después nuevas informaciones y lanzó la fórmula de “pueblos castigados”. En Camboya, Pol Pot ordenó la deportación y ruralización de los habitantes de Phnon Pehnlo que llevó a la muerte a cerca de dos millones de personas, entre 1975 y 1979, en un país de 5.200.000 habitantes en ese momento. En sólo la URSS el número de víctimas de la violencia de masa es altísimo. El historiador francés Stéphane Courtois recuerda que los autores más serios dan cifras diferentes: “Robert Conquest habla de 40 millones de muertos, Volkogonov 35 millones, Panine 60 millones, Soljenitsyne 66 millones, Kourganov 66 millones.”

Tras la desaparición de la URSS, otros investigadores, como Svetlana Alieva, Nikolai Bougai y Pavel Polian, trabajaron con los archivos de la NKVD y de otros organismos soviéticos, y publicaron sus estudios sobre la masiva represión contra las nacionalidades en la URSS.

Durante el periodo zarista, hubo pogromos antijudíos y éxodos forzados de población (griegos, armenios, cosacos, musulmanes del Cáucaso, etc.), pero lo hecho por los leninistas superará todo aquello, por la cantidad, crueldad y arbitrariedad de sus operaciones.

No solo la guerra civil, ni el temor al “cerco imperialista”, ni la invasión hitleriana, después, fue lo que generó en Rusiaesas deportaciones. En el periodo menos agitado de la NEP (1923 a 1927), hubo masivas y sangrientas deportaciones en las repúblicas periféricas. Desde entonces, en cada fase de la vida de la URSS, hubo deportaciones masivas, como lo explica Claire Mouradian en un ensayo dedicado a lo que ella llama “desplazamientos profilácticos hacia el interior”.En su investigación, ella evoca la teoría estaliniana de las nacionalidades, donde los judíos, los poloneses, los griegos, los alemanes, los búlgaros, los kurdos, los khemchins, los lazos eran considerados como “grupos nacionales fluidos” es decir “sin territorio histórico, ni estructuras sociales ‘fijas’, que podían, por eso, ser fácilmente desplazados”.

Las Farc, siguiendo esa doctrina criminal, utilizan la deportación de comunidades campesinas, de caseríos y hasta de pueblos, antes o después de realizar sus asaltos. La mayor parte de los 4,7 millones de desplazados en Colombia entre 1996 y 2012, según cifras (incompletas) del Grupo de Memoria Histórica, se debe a las Farc. ¿Hemos olvidado también eso?

La justa indignación de los colombianos y de los venezolanos ante los destierros ordenados por Nicolás Maduro, y sus amenazas de guerra contra Colombia, han llevado a algunos a calificar todo eso como “atropellos de corte hitleriano”. Un columnista insistió en que las deportaciones de Maduro recuerdan “la ‘noche de los cristales rotos’, el 9 de noviembre de 1938”, en Alemania. Otro fue más lejos en la comparación: “Hitler, cuando persiguió a los judíos, marcó sus viviendas, destruyó sus propiedades y negocios, los obligó a llevar insignias, y los deportó hacia terribles campos con hornos crematorios”. La cólera lleva al parangón abusivo (Maduro no ha utilizado hornos crematorios contra los deportados), y engendra sobre todo una especie de ceguera.

Esta consiste en creer que la ideología que sustenta la acción de Maduro en Táchira no puede ser comunista, que la deportación de seres humanos no sería un crimen comunista sino un crimen nazi. Consiste en sugerir que las deportaciones siempre terminan en las cámaras de gas del hitlerismo. En realidad, las deportaciones del comunismo también tenían la dimensión genocida y condujeron a millones de seres humanos a otros campos de muerte, a los gulags (en URSS) y a los laogai (en China), aunque no obedecieran a un esquema de “solución final”.

El peor error consiste en decir que “Maduro, infunde contra los colombianos un odio comparable al de Hitler contra los judíos”. El odio de Hitler contra los judíos no puede ser equiparado al odio de Maduro contra los colombianos. Hacerlo es relativizar el antisemitismo de Hitler. El antisemitismo de Hitler no era un odio cualquiera, no era el anti judaísmo de ciertas épocas del cristianismo, incluyendo el catolicismo y el luteranismo. No era tampoco una variante del racismo antijudío ordinario. Es otra cosa, es algo mil veces peor. En su delirio antisemita, Hitler no ve los judíos como una raza aparte, sino como una anti raza que “destruye el mundo” creado por “la raza superior”, los arios. Por eso, según Hitler, como resumen Joel Kotek y Maxime Steinberg, había que eliminar a ese pueblo del espacio alemán y si era posible de la faz de la tierra. Y esa eliminación, no es separación, ni exclusión de la sociedad, ni alejamiento geográfico. Es purificación étnica mediante masacres sistemáticas, es erradicación física, masiva y total para impedir la continuidad social, cultural, histórica y genética de un conglomerado humano.

Comparar las deportaciones del Táchira con el holocausto judío es quizás el resultado de una memoria colectiva deficiente frente al Holocausto. Es relativizar y soslayar la naturaleza particular, la singularidad, de la Shoah. Singularidad que viene únicamente del nivel teológico que porta el pueblo de la Biblia. Es, al mismo tiempo, negarse a ver que las deportaciones hacen parte también del arsenal destructivo del comunismo y ofrecerle, en consecuencia, una victoria póstuma a Lenin, Stalin, Mao, Pol Pot y Tirofijo.

Acudir al expediente del “nazismo” contra Maduro es un error. Aparece a primera vista como una crítica radical pero no lo es. Nazismo y comunismo son dos ideologías totalitarias, hermanas gemelas del horror, similares pero no idénticas. Ambas buscan la hegemonía total mediante la violencia y la dominación de los espíritus (por el adoctrinamiento, la mentira y la propaganda).En esos dos sistemas hay partido único, terror de Estado, culto del jefe, dinámica revolucionaria, odio de la democracia representativa y destrucción de las élites. El comunismo realizó genocidios de clase. El nazismo realizó genocidios de raza. Ambos mediante la construcción de campos de exterminio. Pero fundir esas ideologías-sistemas en una sola entidad, bajo la etiqueta “nazismo”, no tiene sentido. El hitlerismo salió vencido de la Segunda Guerra Mundial. El comunismo salió vencedor y por eso la larga duración de ese sistema, hasta 1991, y la lamentable subvaloración, en la opinión pública y en las universidades, “de la tragedia vivida por las poblaciones sometidas a los regímenes comunistas”, como constata Stéphane Courtois.

Los actos criminales de Maduro son el resultado de una ideología, el marxismo-leninismo. Lanzar el epíteto de “nazi” a Maduro, explicar las deportaciones de colombianos por pulsiones nazis, es hacerle un favor a él y, sobre todo desviar la atención sobre los castristas cubanos, sus mentores ideológicos y políticos, pues en el fondo de ese planteo hay como un eclipse, como una evaporación de la responsabilidad comunista, del carácter intrínsecamente criminal de esa corriente.Los crímenes de Maduro son los crímenes de ese sistema, no de un sistema de poder que no existe en Venezuela, ni en Cuba. Es a esa ideología a la que hay que pasarle la cuenta por la destrucción de Venezuela y de Cuba y por la sangrienta acción armada de 50 años contra la democracia en Colombia, y por los eventuales ataques nuevos de Maduro a Colombia, no al Tercer Reich de Hitler vencido por los Aliados y condenado por el tribunal militar internacional de Núremberg entre noviembre de 1945 y septiembre1946 y por otros importantes procesos. (Periódico Debate, 08/09/2015)

Eduardo Mackenzie | Periodista y escritor colombiano. Trabaja en París desde 1985, donde ha sido el corresponsal de medios colombianos como Semana, Cromos, Cambio 16-América, Cambio16-Colombia, Revista Cambio, Doing Business, Radio Caracol y el Espectador.4
Publicado originalmente en Periódico Debate (Colombia)