Las extorsiones en diferentes instancias de Gobierno se pagan en dólares

Las extorsiones en diferentes instancias de Gobierno se pagan en dólares

SebinComandos

 

La periodista de investigación, Sebastiana Barráez, devela este viernes en su columna en el semanario Quinto Día, la operación de una red de extorsión dentro de las entrañas de algunos de los cuerpos de seguridad del gobierno. Un relato macabro.





 

Esa red se paga en dólares…

EXTORSIÓN. Es en esa moneda del imperio en la cual se están pagando las extorsiones en diferentes instancias de Gobierno. Es un vicio que se acrecentó. Por ejemplo, allanan una empresa y la señalan de estar vendiendo con sobreprecio o que tiene productos acaparados. Puede ser cierto o no. El dueño o administrador de la empresa va preso. De inmediato se activa una red de extorsionadores que incluye jueces, fiscales, policías, militares, etc. No hay prueba judicial que valga. Esa persona cae en una telaraña que le cobra hasta por respirar. Y puede permanecer preso por años. Pueden evacuarse las pruebas que demuestren que es inocente o culpable, ya eso no vale cuando se está en la red que como telaraña se teje a su alrededor. Sólo lo va a salvar la cantidad de dólares que logre pagar. Si la víctima, sea culpable o no, logra que salga la decisión judicial, aún le queda el filtro del Sebin o de la cárcel. Los pranes no están sólo en los centros penitenciarios ordinarios, también están en el Sebin. “Y pague en dólares”, le dicen. Una de las peores aberraciones se da cuando funcionarios del Sebin han secuestrado a empresarios o comerciantes, llevándolos dizque a declarar a la sede del Sebin, bajo amenaza de abrirles un expediente. “Eso puede tardar años en resolverse”, les dicen. “Si das tanto en dólares, te vas ya”. Ni pierda su tiempo diciendo que usted es inocente de los cargos que le señalan, tampoco crea que le va a suceder como en las series americanas cuando llame al abogado y si aún sueña con la justicia, seguro que le dan un remedio al estilo de aquel garrote rompe hígado que había en la Disip o la Digepol listo para cuando el preso dijera: “Me acojo al precepto constitucional”.

 

Lea el resto de la columna de Barráez en Quinto Día