En Caracas siempre hay París por @maggidilena

thumbnailMaggiDiLena“El 27 de febrero de 1989 Venezuela vivió un colapso ético, que dejó estupefactas a muchas personas, fue una explosión sobre la cual no se ha escrito hondo, amerita un análisis, es una explosión que se traduce en un saqueo, pero no es un saqueo revolucionario, no hay una consigna, es un saqueo dramático, las personas asaltaron locales en medio de una delirante alegría, no hay tragedia, al iniciarse el proceso. A mí me quedó la imagen de un caraqueño alegre cargando media res en su hombro, pero no era un tipo famélico buscando el pan, era un “jodedor” venezolano, aquella cara sonriente llevando media res se corresponde con una ética muy particular; si el Presidente es un ladrón, yo también; si el Estado miente, yo también; si el poder en Venezuela es una cúpula de pendencieros, ¿qué ley me impide que yo entre en la carnicería y me lleve media res? ¿Es viveza? No, es drama, es un gran conflicto humano, es una gran ceremonia. Ese día de juego que termina en un desenlace monstruoso, cruel, la carcajada termina en sangre, es el día más venezolano que he vivido, nunca había sido tan interpretado por nuestra historia, por lo que nos está ocurriendo, es el día que fuimos sublimes y perversos como lo fuimos en buena parte de nuestra historia. Nuestros íconos históricos nos anuncian siempre ese dilema.” José Ignacio Cabrujas, 1995

Citar a Cabrujas es siempre una delicia. Leerlo en cualquier tiempo y lugar es un motivo adicionalpara dar gracias a Dios el habernos regalado su verbo profético y sincero, sin dejarde ser esteprofundamente misterioso y acertado. Para los venezolanos ha sido siempre un reto amable comprender cualquiera de sus declaraciones oportunas y diáfanas. Hoy, al haber transcurrido algunos años luego de su desaparición física, volvemos nuevamente a buscar en sus palabras esa dosis reflexiva y sobrenatural que muchos experimentamos, cargada de una actualidadde obligatoria consulta.

El mundo según Cabrujas, sin duda, ha cambiado. Ahora bien, ¿cómo?





Surgen entonces varias preguntas: ¿Hemos cambiado para mejorar?, ¿El aprendizaje dio con nuestra consciencia?; o es que acaso ¿Seguimos siendo en parte ese “tipo famélico” que riendo sádicamente cargaba una res en los saqueos del 27F de 1989?

Según lo narra el autor, ¿Reconoce usted al “jodedor” venezolano en el grupo gobernante? o¿cree que somos nosotros esos jodedores de oficio?

Responder estas preguntas trae al presente diversas opiniones basadas en anécdotas, cuentos chinos o experiencias personales que sirven para justificar de una u otra forma el momento que estamos viviendo ahora. Existirán incontables escenarios que lo definan, y ante ellos ofrecemos el más sincero respeto. Sin embargo, la realidad nos arropa y en algunos casos nos eclipsa.

A propósito del asalto sufrido por la ciudad de París, recientemente blanco de ataques terroristas, y a riesgo de parecer trasnochados dibujantes de escenarios homónimos, de alguna formala intención de este ensayo es mostrar dos imágenes que ilustranlas coincidentes realidades entre Caracas y la capital francesa, las cuales hoy tienen como protagonista el sabor amargo y destructivoque se queda caminando libremente por las calles yautopistasde dos metrópolis con infinitas diferencias pero que se acuestan coincidencialmente con el mismo miedo: perder la vida en manos de algún sociópata.

Si hace unas semanas atrás algún ciudadano del mundo llevaba su pensamiento hasta París no solo se imaginaba la emblemática Torre, sino que se podía inspirar velozmente en una música especial, un vino exclusivo, jardines hermosos, un antecedente histórico humanista y un perfume exquisito. Ahora el aroma ha cambiado.

Lamentablemente, a la ciudad de “la luz” le llegó un eclipse casi total, tal vez el más impactante que haya podido vivir en la época moderna. La causa de tal embestida no ha sido otra que la violencia aliada macabramente con un brutal radicalismo ideológico y religioso. Así, sin un ápice de arrepentimiento, sin mover una pestaña, un grupo de radicales ha confesado quetras haber sido autores de varios crímenes horrendos una misma noche, seguirán viniendo otros tantos más.

No hay compasión en sus palabras; por el contrario, hay sabor a victoria y gloria por haber logrado parte de sus objetivosmediante la única expresión que conocen: la violencia. La amenaza más grave aún no se ha cumplido, pues la idea final es destruir, en mayor medida, todo aquello que cualquier sociedad enemiga conciba como espacio de paz y tolerancia.

Aterricemos ahora en Caracas. La sorpresa que nos podemos llevar a estas alturas del cuento trasciende a la narrativa del maestro Cabrujas.

Cuando el afamado dramaturgo se refiere a la denominadaética particular del venezolano nos advierte que, endefinitiva, el modo individual de conducta afecta indefectiblemente al colectivo. Y cómo no va afectarlo si esta ética particular es la que sale a relucir cuando muchos nacionalesse excusanen su diario proceder para mantenerse al margen de la ley o de los convencionalismos sociales, so pretexto de señalar que sus gobernantes también lo hacen, y lo hacen peor que ellos.

La violencia y el autoritarismo una vez que se toman de la mano es muy difícil desunirlos. Ese casamiento produce una formula casi infalible para lograr todas las metas propuestas y llegar a la dominación absoluta de cualquier grupo. Eso sí, las máscaras son diferentes unas de otras. No necesita un individuo o líder llevar un turbante en su cabeza, o cargar un arma de guerra en sus apariciones. Perfectamente cualquier hombre o mujer de vestimentaoccidental, con zapatos cómodos, frente a un podio, micrófono en mano y sonrisa acomodada, puede llegar a ser la voz cantante de un grupo extremo y violento, capaz de cautivar a muchos escasos de esperanza en sí mismos y llegar a hacer mucho dañoa aquellos que no le acompañan en su plan macabro, o que simplemente no visten el mismo color de ropa.

En nuestra historia reciente sabemos que el jarabe ha sido peor que la enfermedad. El hambre, la miseria, la desmoralización de cada uno como individuo, el verbo increpante, la forma violenta de imponer nuestro punto de vista y excluir sin compasión a quien piensa distinto, además de la mal llamada “viveza criolla”, nos ha consumido nuestro perfume a cacao, los extensos y únicos jardines con flora y fauna insuperable, nuestro cafecito, el Caballo Viejo y la espectacular gracia divina de cualquier paisaje natural…en fin nuestro París en Caracas, también ha cambiado de aroma.

Cuando decidimos escribir este artículo, tomando en cuenta la lamentable tragedia que ha ocurrido en Paris en días recientes, el ejercicio del autor fue pensar si la realidad caraqueña o de cualquier ciudad de Venezuela, ha llegado a conocer el horror de pérdidas humanas sin ninguna razón, o probar el mal sabor que deja ser víctimas de la violencia. La inquietud no la vamos a responder por ustedes, apreciados lectores, basta concientizar si la situación cada vez más grave que vivimos no se eleva a las mismas gradas donde aguardan la impotencia, la rabia y la desolación que siente un ciudadano cuando le arrebatan la vida a algún familiar o amigo, sin motivo alguno.

¿Acaso el eclipse que ha vivido la ciudad de la luz en un solo día, no es el mismo efecto que nos cubre la vida desde hace al menos 15 años en cualquier punto geográfico de esta noble tierra? A pesar de su respuesta, por favor trabajemos para que Caracas, y Venezuela toda,lleguen a tener un mejor París, como aquel en sueños de Guzmán Blanco.

Edición: David A. Rodríguez Gómez

Noviembre 2015