Sobrevivir en Caracas, la ciudad más violenta del mundo

Sobrevivir en Caracas, la ciudad más violenta del mundo

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Una víctima de la inseguridad en la capital venezolana, la metrópoli más peligrosa del planeta sin estar en guerra, habla con ABC de España





TEXTO: JORGE BENEZRA/FOTO: ÁLVARO YBARRA

La inseguridad y la violencia en Venezuela no es una simple sensación generada por los medios. Es algo que se percibe en cada rincón de la capital. En la morgue de Bello Monte recibieron 432 cadáveres durante el mes noviembre, en su mayoría víctimas de crímenes. Todo el mundo habla de los muertos, pero poco se habla de los otros: los supervivientes que arrastran lesiones de por vida.

La Parroquia La Vega es una de las que forman parte de Caracas. José Gregorio Rivas lleva toda su vida en el barrio Las dos Rosas. Iba rumbo a su casa después de dejar a su novia cuando de forma inesperada fue interceptado en un callejón por un hombre que sin mediar palabra sacó una escopeta de su costado y le disparó por la espalda. Aquel hombre que le sentenció su vida hace 13 años era un policía de laextinta Policía Metropolitana, que cegado por los celos abusó de su poder por una venganza personal. La bala le produjo una lesión medular.

El pasado año, hubo, según el Observatorio Venezolano de la Violencia, 24.980 asesinatos en todo el territorio nacional y la tasa de homicidios por cada 100.000 habitantes llegó a 82. Entre 1998 y 2014, se cometieron en Venezuela 231.562 homicidios. La violencia homicida es la tercera causa de muerte en Venezuela; es la primera causa de muerte entre los jóvenes y es la mayor causa de número de años de vida perdidos. «Después de catorce horas de operación y un mes de terapia intensiva supe que no caminaría más. Era un adolescente que solo contaba con el apoyo de una madre y una abuela que lo han sido todo para mí», recordó.

Los dos primeros años después del intento de asesinato fueron los más difíciles para Rivas. «Yo pensé que no lograría superar esta etapa, estaba deprimido, sin ánimo de nada, pensé que me iba a morir». Tuvo la tentación de caer en el crimen, porque le ofrecieron aprovecharse de su condición para vender droga en las calles, pero el miedo pudo más que la necesidad. «Estar preso y minusválido en este país debe de ser el infierno».

Cuando entendió que así tendría que pasar el resto de su vida, Rivas decidió incorporarse a un programa médico que aún visita en el Centro de Rehabilitación del Hospital Pérez Carreño de Caracas. Conoció a otras personas con discapacidad que como él eran víctimas de la violencia. Así que salió a la calle a buscarse la vida con trabajos en la economía sumergida. «Debo darle gracias a Dios por darme la oportunidad de estar vivo y poder seguir soñando». Atraviesa la ciudad desde La Parroquia La Vega hasta el final de la avenida Libertador en Chacao frente al centro Comercial Sambil, donde los moteros le dan una propina por cuidar las motos. También alquila minutos para cualquier transeúnte que pasa por la zona. Necesita una silla deportiva para trasladarse con facilidad, pero cuestan mucho.

En Venezuela existe La Ley para Personas con Discapacidad que señala que «los órganos y entes de la Administración Pública y privada, así como las empresas públicas privadas o mixtas, deberán incorporar a sus planteles de trabajo no menos de un 5% de personas con discapacidad permanente, de su nómina total… No podrá oponerse argumentación alguna que discrimine, condicione o pretenda impedir el empleo de personas con discapacidad». También hace unos años se creó bajo el Gobierno de Chávez la Gran Misión Hijos de Venezuela, dirigida a las madres adolescentes y las personas con discapacidad, quienes aparentemente tienen una subvención mensual.

Pocas ayudas

Pero este es un país donde la población con discapacidad es invisible y sus derechos son violentados a diario. Muchas son las leyes y programas que se han impulsado cuando se busca información, pero en la realidad poco o nada funcionan. Las calles de Caracas son un campo hostil para cualquier ciudadano con alguna dificultad física.

José Gregorio es un joven lleno de ganas de vivir y con una voluntad increíble, como nos relata en su historia. Él, como muchos, está seguro de que las cosas no cambian de la noche a la mañana, pero pueden ser diferentes. Con su mirada esperanzadora nos dice que su mensaje es para el mundo: «Puedes ser feliz sin necesidad de tener muchas cosas, la vida es lo más importante».