William Anseume: ¿La amnistía es ya?

William Anseume: ¿La amnistía es ya?

 

thumbnailWilliamAnseumeHay pocos elementos para la celebración y el festejo risueño en este cierre de año, en estas fechas tradicionales de recogimiento familiar, amistoso. Una muy grande, histórica: el triunfo electoral del seis de diciembre. Aún así, se percibe una pesadumbre poderosa en el ánimo colectivo. Tal vez administrada por los agoreros reiterados que anuncian más a viva voz los diversos males que los bienes que se vislumbran en los años venideros.

La idea del mal que sobreviene se enuncia desde el poder con palabras y acciones: sabotaje legal y hasta físico a la nueva Asamblea Nacional seleccionada en los comicios, desconocimiento de algún modo, de cualquier modo, de la verdad expresada en los resultados electorales; ya la gente expresó de manera abrumadora su repudio a este gobierno y sus formas sin cuido alguno y esto movió las cimientes gubernamentales que ya venían inestables años ha. La ausencia del Presidente de la República en la asunción de Mauricio Macri y en la reunión del Mercosur es parte de ese accionar que nos permite leer a todos esta situación de malestar, a pesar del triunfo irrefutable y magnífico de la oposición. Se imponen la ceguera y la sordera. El alejamiento inescrupuloso de la política y sus interpretaciones valiosas para construir futuro.





¿Qué le costaba a  Maduro representarnos como es su deber en tan importantes actos y escenarios internacionales? ¿Cómo no sobreponerse al inmenso duelo que padece, aceptar la realidad, asumirla, y dar la cara como corresponde a su cargo? ¿Pena? La sufrimos todos con su presencia o con su ausencia allá, como ocurrió, más o menos nos daba igual. ¿Da la espalda y con arrogancia pide respaldo? Así no es.

No gana y pretende llevarse una pelota que no le pertenece para paralizar el juego. Retrechería infantil muy malsana que a nada bueno conduce y nos sume en este agobio, en esta presión-prisión que nos ahoga el trago de una posible celebración entusiasta que nos merecemos, sin duda.

La palabra “amnistía” se suma a esa carga emocional negativa, pesadísima, que se nos impone, de ambos lados gobierno-oposición, por cierto. Después aclaro el otro lado, por lo pronto me voy de amnistía: ¿Qué haría un estadista, un político zamarro que Maduro no es desde luego? Amnistiar. Más nada. Medir las consecuencias y obtener el lado positivo de ellas. Amnistiar en navidad. Grande.

La amnistía implica una culpa liberada. Eso lo debería saber el gobierno y un sector de la oposición juega con el término a su favor. Aquel sector que pretende señalar y rebajar a quienes, como Leopoldo López, Ledezma o María Corina, no les conviene exaltar en su accionar. La palabra amnistía les funciona mejor porque es el reconocimiento de la culpa y su perdón. En el entendido de que es un mecanismo liberador, rápido y eficaz es aceptable. Pero el juego lingüístico, legal y simbólico no debía escapársele a nadie. Los presos políticos deben estar libres porque no son culpables ni se les ha demostrado culpabilidad alguna, sólo por eso. El perdón conlleva al reconocimiento del delito. Por ello me estorba sobremanera la palabra “amnistía”, pero la acepto como fácil posibilidad de escapatoria. Es tragar grueso. Así debe entenderse.

Si el gobierno y Maduro se afincaran en el término y su valor pudieran sacarle el máximo provecho, incluso político, para la complacencia de sus secuaces, ávidos algunos de violencia, de sangre, de venganza. Se crecería, como se hubiera crecido asistiendo a los convites internacionales donde estaba obligado a ir. Pero no hablamos de un estadista sino de un mal histrión improvisado.

Algunos sectores de la oposición, los que más rebullen en soberbia de ganadores absolutos, como si eso hubiera, cifran también el pesimismo plañidero. En términos económicos señalan el desastre del porvenir. Eso no luce discursiva ni políticamente conveniente. Como no luce la palabra amnistía, y lo saben, ni el empleo impropio y reciente desde la Mesa de la Unidad del término “guarimba” achacándoselo al gobierno. ¿A qué juegan?

Si gobierno y oposición nos diseñan mentalmente la catástrofe que será nuestro futuro, estamos refritos, ¿están hermanados en eso, por cierto? No se aprecia entonces “salida”. Considero que es eso lo que nos llena de pesadumbre en este fin de año, tan parecido a diversas agonías. Esta mueca de mona-lisa se hace insoportable, de veras.

Luce mal, desluce más bien, este tan corto espacio para la esperanza que se nos brinda. ¿Es que acaso ese triunfo electoral, ese tesonero y riguroso construir la mayoría  democrática entre todos nos da pesar? No. Salgamos ya del letargo. Brindémonos, sí, sí, una amnistía perdonadora, todos, expiemos las culpas y construyamos futuro, sin retaliaciones, ni siquiera lingüísticas para los de nuestro lado. Los de allá que paguen lo que deban pagar y los que deban pagar donde deban pagarlo. Para ellos, aún no existe amnistía posible y lo saben. Los demás, amnistiémonos pronto, ya.

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