José Toro Hardy: Moringa

 thumbnailjosetorohardyPor primera vez en 17 años Venezuela cuenta con una Asamblea independiente y dispuesta a cumplir con las funciones que le asigna la Constitución. Resulta insólito que quien encabeza el Ejecutivo le pida a esa Asamblea, a las primeras de cambio, que renuncie a esas funciones aceptando un Decreto de Emergencia para adelantar un plan que no hace otra cosa que radicalizar lo más negativo de las acciones que llevaron a nuestra economía al descalabro.

Olvida quién hace esa petición que el pueblo está sufriendo duramente las consecuencias de los errores gubernamentales y que aceptar el Decreto sería una cachetada al mandato popular.

“El sector capitalista se ha declarado en huelga de inversión”, denunció Maduro en su informe ante la AN y agregó que se han sumado a los mecanismos especuladores y de “guerra económica contra Venezuela”. Por Dios, basta con escuchar al nuevo zar de la economía para entender que si no hay inversionistas es porque el gobierno los está espantando y sin embargo la propuesta gubernamental no es más de lo mismo sino, peor aún, mucho más de lo mismo.

El oficialismo pretende que todos los males que hoy afectan a Venezuela son el resultado de una “guerra económica”. Se trata de una premisa cargada de dogmatismo y también de ignorancia. No entienden cómo funciona una economía. Al carecer de este conocimiento, son incapaces de comprender las verdaderas causas de la crisis y menos aún su responsabilidad dentro de la misma. Armados con un catecismo de dogmas marxistas que creen infalibles, no pueden aceptar que su propio modelo es en buena medida culpable de lo que ocurre. Con una paranoia que raya en la ridiculez, buscan por todas partes a quien achacarle la culpa.





El pueblo habló alto y claro el 6D. La gente está harta de la escasez, de las colas y de la inflación.

La inflación -según el zar de la economía- no existe o no es más que un fenómeno “inducido” por la oligarquía, por las clases explotadoras, por la derecha golpista y por los acaparadores. ¡Pura palabrería hueca!

Ciertamente la inflación es inducida. Pero lo es por el Banco Central de Venezuela cuando imprime billetes sin respaldo con el único objetivo de financiar el enorme déficit fiscal de una administración incompetente, desorganizada y dogmática.

Los excedentes monetarios generados por ese tipo de políticas van a parar a manos del público traduciéndose en un estímulo a la demanda de bienes. Pero como esos bienes no existen en el mercado (porque a lo largo de 17 años el gobierno ha destruido el aparato productivo con medidas muy similares a las que hoy pretende profundizar en su Decreto de Emergencia) el resultado es que inevitablemente los precios suben.

Cuando hay escasez surgen el acaparamiento y la especulación, que según el oficialismo son los instrumentos de una “guerra económica” para desestabilizar al gobierno. Ciertamente son fenómenos perversos, pero se trata de prácticas provocadas por la incapacidad gubernamental.

Si el gobierno tuviese la inteligencia de estimular la producción, la escasez tendería a disminuir y las colas irían disminuyendo. Es un problema de confianza. Si en lugar de atacar a quienes producen, el gobierno los estimulase, los bienes que hoy escasean comenzarían a aparecer en los mercados. Cuando se producen suficientes cantidades de un bien, nadie en su sano juicio intentaría acapararlo por la sencilla razón de que después no podría venderlo a mayor precio para realizar un beneficio. Por eso a nadie se le ocurre acaparar el aire, simplemente porque abunda.

Si la producción fuese suficiente, lejos de subir, los precios tenderían a bajar y las colas desaparecerían. Para poder competir los productores aprenderían a ser más eficientes y producir a menor costo, porque así lograrían una mayor participación en el mercado y un mayor beneficio ofreciendo esos mismos productos a menor precio. Si por el contrario intentasen vender a mayor precio, nadie les compraría. La especulación desaparecería vencida por la competencia.

Uno de la precios que más suben en el mercado es el del dólar. Una vez que los bolívares que circulan no encuentran bienes que comprar, se desvían a la compra de otro bien que sí conserva su valor: el dólar. Cuando un banco central no es capaz de cumplir con la más importante de sus funciones que es la de preservar el valor de la moneda, inevitablemente los miembros de la sociedad desean preservar sus ahorros en otra moneda

En Venezuela no hay una guerra económica como no sea la que el gobierno le ha declarado a la ciencia económica. Desconociendo los más elementales fundamentos de su funcionamiento, el oficialismo ha creado una maraña de intimidaciones, expropiaciones, controles, regulaciones y limitaciones de todo orden que están asfixiando nuestra economía.

Ciertamente el país necesita con urgencia de medidas capaces de reactivar la economía;. Pero estas nada tienen que ver con el decreto de emergencia económica anunciado. Cuando un organismo está gravemente enfermo no puede curarse suministrándole mayores dosis de la misma bacteria que lo enfermó. Eso es lo que pretende el decreto.