Los turistas evitan las pirámides de Egipto

Los turistas evitan las pirámides de Egipto

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Said Ramadan, vendedor callejero al pie de las famosas pirámides de Guiza, no para de tomar prestado dinero para poder llegar a fin de mes desde que una oleada de atentados yihadistas ahuyentara a los turistas de Egipto.

AFP

“Ya no gano casi nada desde que no hay turistas. Ya no tengo dinero para comprar ropa a mis hijos”, se lamenta Ramadan, de 42 años, en su casa de ladrillos situada cerca del complejo arqueológico, en el oeste de El Cairo.

Este vendedor no es el único en lamentarse, ya que todos los enclaves turísticos egipcios parecen olvidados, incluso las localidades costeras del mar Rojo que han seguido hasta estos últimos meses atrayendo a los visitantes.

El golpe de gracia al turismo tuvo lugar el 31 de octubre, cuando un avión ruso se estrelló en la península del Sinaí matando a sus 224 pasajeros. La organización yihadista Estado Islámico (EI) reivindicó esta tragedia.

“Ahora ya no hay casi turistas rusos, británicos o estadounidenses en las pirámides”, lamenta Ramadan antes de aproximarse a unos visitantes chinos para intentar venderles estatuillas de Tutankamón y de la reina Nefertiti.

Los autobuses que abarrotaban el aparcamiento de las pirámides de Keops, Kefrén y Micerinos han desaparecido y los hoteles, que otrora colgaban el cartel de completo, están ahora casi desiertos.

Actualmente, sólo familias egipcias y pequeños grupos de estudiantes se pasean por el complejo arqueológico de unos 4.600 años de antigüedad. Y, en sus pedregosos caminos, la mayoría de ellos pasan de largo frente a los pequeños recuerdos exhibidos por los vendedores.

– Seguridad reforzada –

Nadie quiere montar más a caballo o a los lomos de un camello, lo que desespera a sus propietarios, acostumbrados a abordar a los turistas extranjeros en ruso, italiano o francés.

“Antes, ganaba fácilmente 1.000 libras (114 euros) por día”, recuerda Ibrahim, mientras una pareja egipcia se fotografía al lado de su camello. “Ahora, si gano 100 libras, tengo suerte”.

A la entrada del complejo, policías armados hasta los dientes montan guardia cerca de barricadas y autorizan únicamente el paso de autobuses turísticos para evitar un eventual ataque yihadista.

Decenas de policías de paisano se confunden con los visitantes, a quienes someten a controles de identidad aleatorios.

A finales de enero, cinco policías y dos civiles murieron en la explosión de una bomba durante una incursión de las fuerzas del orden en un apartamento del barrio de las pirámides. La rama egipcia del EI reivindicó este ataque

“Antes de Dáesh [acrónimo del EI en árabe], tenía grupos de turistas cada día. Ahora, rara vez recibo más de tres o cuatro turistas”, se lamenta Merdash Ghanem, propietario de una tienda de recuerdos próxima a las pirámides.

“¿Cómo podemos esperar tener turistas en la región cuando ven que las personas se matan entre ellas?”, se pregunta.

– ‘Hay que esperar’ –

Algunos días después de la tragedia aérea, Rusia suspendió todos sus vuelos con destino a Egipto, mientras que Londres interrumpió sus vuelos rumbo a Sharm el Sheij.

El turismo, sector clave de la economía, ya padecía la inestabilidad política y la violencia que sacude Egipto desde la revuelta de 2011, que acabó con casi 30 años de poder de Hosni Mubarak. El número de visitantes ha caído de los casi 15 millones en 2010 a 9,3 millones cinco años después.

“La inestabilidad regional en Irak, en Siria y en Libia afecta igualmente al turismo en Egipto”, subraya Ibrahim al Ghitani, experto del centro regional de investigaciones estratégicas, con sede en El Cairo. “Si los rusos y los británicos no regresan, es el fin del turismo en Egipto”, advierte.

Con 5.600 millones de euros en 2015, los ingresos del sector cayeron un 15% respecto al año anterior, según datos oficiales.

Justo después de la tragedia aérea, las perdidas mensuales alcanzaban los 2.200 millones de libras egipcias para los meses de noviembre y diciembre, es decir, unos 26 millones de euros.

“Trabajamos con los turistas de generación en generación y no sabemos hacer otra cosa. Hay que esperar a que la situación mejore”, apunta fatalista, Ibrahim, el camellero.

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