Gustavo Tovar-Arroyo: Asamblea Nacional o la conquista de lo inútil

 

“Para los que tienen un sentido poético.
Para los que sienten un fuego en su interior.”
Werner Herzog

 





thumbnailgustavotovararroyoLo que el imaginario colectivo llama “calle”

No he querido ponerme inoportuno estos días pese a que Venezuela ya vive su apocalipsis. Mi cautela es en todo caso ciudadana, no política. Los políticos de la oposición están cumpliendo su rol y el debate recupera lo trascendente: ¿cuál es “la salida” más viable, menos traumática y más republicana frente a la histórica devastación que ha causado el narcochavismo?

Fuese cual fuese la respuesta política (constitucional) que los entendidos alcancen: Revocatorio, Enmienda o Constituyente, me permito servir de aguafiestas -otra vez- a sus reflexiones y agonías.
Nada de lo que hagan desde el punto de vista político tendrá una “salida” viable, poco traumática ni republicana, si no va acompañada de movilización social, es decir de lo que el imaginario colectivo llama “calle”.
Sí, calle.

Organización y dirección

Pero no “calle” espasmódica y guarimbera, no, debe ser calle organizada y dirigida, sobretodo noviolenta, hacia los poderes usurpadores de la democracia y de la República. A fin de cuentas, las palabras “democracia” y “república” no son abstracciones ni entelequias, no, ambas son palabras que contienen en su seno gente, personas, seres humanos, pueblo.

Y el pueblo -insisto e insistiré hasta el hartazgo- es el poder soberano de una democracia y de una República, es el poder que “constituye” poderes.

Dicho en venezolano ramplón, el pueblo -tú, yo, él: nosotros- es quien decide quien ocupa la Presidencia, la Asamblea Nacional, el Tribunal Supremo de Justicia (los poderes constituidos) a través de la crítica, el voto y, cuando es necesario, la justicia. Si el pueblo no encuentra vías democráticas ni republicanas que legitimen su soberana voluntad, si no haya vías legales que garanticen sus decisiones, lo hará llanamente a los coñazos.
Sí, a los coñazos.

Los días venezolanos de Sodoma y Gomorra

Si Dios sentenció la destrucción de Sodoma y Gomorra por la perversión de sus habitantes, ¿no piensan que ya giró su orden fulminante sobre la perversa Venezuela narcochavista?

Las evidencias indican que la furia celestial nos ha caído encima.

Sin agua, sin luz, sin alimentos, sin medicinas, desatadas todas la plagas y hambrunas, la oscuridad y la inmundicia, el pueblo ha hecho todo lo que ha podido por las vías democráticas y republicanas existentes para deshacerse de los perversos que se han instalado en el poder constituido, e intentar así evadir la ira del Todopoderoso.

El tiempo perfecto divino nos fue ofrecido de todas las formas posibles, y nada. Lo desatendimos. Ahora Venezuela, regida por la perversión narcochavista, es la Sodoma y Gomorra del siglo XXI. Y lo peor está por venir. ¿Quién lo duda?

¡Oh, Dios! ¡Perdónanos! ¡No sabíamos lo que hacíamos!

Asamblea Nacional o la conquista de lo inútil

Le hurto a Werner Herzog ese eminente título: Conquista de lo inútil por razones más poéticas que políticas. La única relación entre el título del cineasta alemán y el mío es un presentimiento, digamos, una visión profética. ¿No dicen que los poetas son visionarios de su tiempo?

En ningún caso pienso que haber conquistado la Asamblea Nacional haya sido una conquista inútil, todo lo contrario, pienso que fue una decisión lúcida, profundamente juiciosa de nuestro pueblo (y de nuestros políticos). Si algo se rescata de estos años de suplicio narcochavista, es la heroica actitud del pueblo de Venezuela para enfrentar y resistir a la peste que durante casi veinte años lo ha azotado.

Consciente del error y de la ruinosa ebriedad que lo llevó en alguna ocasión a apoyar a Hugo Chávez (el perverso), el pueblo ha criticado, protestado, marchado, votado, para librarse de tal fatalidad. Eso le ha costado persecución, cárcel, tortura o la muerte, pero lo ha hecho.
Lo hemos hecho.

La voz del pueblo y la de Dios

Su último acto de conciencia y buen juicio lo significó la aplastante derrota que le propinó a la perversión narcochavista -usurpadora del poder constituido- en las pasadas elecciones parlamentarias, que llevó a la Unidad Democrática a conquistar la Asamblea Nacional.

La voz del pueblo y la voz de Dios se hicieron, y la observamos con asombro y revelación, como milagro, en la pluralidad y la diversidad con que desempeña el nuevo parlamento.

Si se desatiende ese mandato soberano y definitivo del pueblo de Venezuela, lo de Sodoma y Gomorra será un chiste en comparación con lo que se nos avecina. Dios ya perdió la paciencia con nosotros, el pueblo está a instantes de hacerlo.

¿Quién fue el que dijo que la voz del pueblo era la voz de Dios, y viceversa?
Fue un venezolano que hoy está muerto por desvergonzado y perverso.

Movilización…, hasta el hartazgo

A pesar de lo que considere el imaginario colectivo, la calle no es la calle a secas, la calle es la movilización social y política organizada y bien dirigida. Eso es el verdadero quehacer de un buen político, organizar y dirigir al pueblo hacia su bienestar.

Sea que se determine que la solución más viable, menos traumática y más republicana para la apocalíptica crisis que nos asecha es el Revocatorio, la Enmienda o la Constituyente -hay decenas de sesudos análisis al respeto, cualquier que se decida es bueno-, lo único que un poeta -activista de conquistas inútiles- puede agregar es que si no se moviliza social y políticamente, si no se recurre a una calle organizada y dirigida hacia los poderes usurpadores (no a espacios públicos como autopistas y plazas) no habrá ni cambio ni salida.

Por eso hablaré de movilización, de calle, hasta el hartazgo. Recordemos el 11 de abril de 2002 y también el 14. Hoy los que se movilizaron el 11 y el 14 por diferentes motivos quieren lo mismo.
Actuemos unidos no por Chávez o la oposición, actuemos por Venezuela.

El pueblo organizado y movilizado jamás será vencido

Sólo el pueblo organizado y movilizado puede constituir o sustituir poderes, y si las vías democráticas y republicanas le son desautorizadas y desconocidas, si están cerradas a su soberana autoridad por la tiranía usurpador de los archiconocidos perversos del chavismo, la única salida que tiene es pueblo -y sus políticos- es movilizarse masivamente para imponer su voluntad democrática, que según dicen es la perfecta voluntad de Dios, y sus tiempos.

¿Nos estamos organizando para hacerlo? Esa es la única pregunta verdaderamente política de este momento. ¿Lo estamos haciendo?

Lo demás es poesía…, institucional, republicana, pero poesía. Y para títulos sublimes o conquistas inútiles es mejor que dejemos a los soñadores y a los poetas.

¿Qué somos políticos o poetas? Podríamos ser ambos. Sí, ambos.
Y que nuestro sueño de libertad sea un hecho político.
Movilizado, organizado, dirigido.