Daniel Merchán: ¿Los corruptos son más que los correctos?

Daniel Merchán: ¿Los corruptos son más que los correctos?

thumbnaildanielmerchanHace poco en una de esas tantas conversaciones diarias e inevitables sobre la situación crítica del país, me encontré con un viejo amigo quien me refirió una anécdota sucedida hace unos cuantos años en una elección presidencial, en efecto, mi amigo fue abordado por un férreo seguidor de uno de los candidatos, y refiriéndose al contendor de su simpatía, señaló, mi candidato va a perder las elecciones contra este rival; aseveración que a mi amigo le sorprendió, y le pregunto a aquel señor en un pueblo olvidado por la memoria venezolana, por que opinaba eso, si ambos compartían sus esperanzas de mejora en la victoria del candidato en cuestión, a lo cual el señor ya entrado en años respondió soltando una frase lapidaria y fulminante, muy sencillo, los corruptos son más que los correctos.

Muchas veces en la practica política nos encontramos con ese constante dilema, valores y anti valores conviviendo en una sociedad, en un gobierno, en un partido político, en una empresa, en las escuelas y universidades, en los hogares, planteando una lucha ético – moral que no parece terminar nunca, si nos detuviéramos a revisar los índices de percepción de la corrupción emitidos por la ONG transparencia internacional, inmediatamente brincaríamos del susto frente a un mapamundi tomado casi en su totalidad por las conductas que corrompen la ley, básicamente comenzando con casos macro como la penetración de instituciones en México involucradas con la desaparición de los 43 estudiantes de Iguala, el saqueo de Petrobras en Brasil, o de las 49 obras fantasma del fondo indígena en Bolivia, hasta cosas más comunes pero igualmente preocupantes en la evasión de impuestos por parte de empresas, el financiamiento y perdida de dinero en campañas electorales, los sobornos en la FIFA, la proliferación de la piratería y la falsificación frente a las violaciones de los derechos de autor de múltiples obras del intelecto humano, o el de los persistentes hechos de copiar o plagiar meritos académicos, y  no obedecer las normas y señales de transito sabiéndose impunes ante la posibilidad de un arreglo rápido con la autoridad de turno.

En Venezuela frente a esas mismas valoraciones nos ubicamos en el puesto 160 de países con mayor corrupción, entre 177 países evaluados, esto seria positivo de no ser porque la cuenta se lleva de atrás hacia adelante, es decir estamos en el grupo de los rezagados, y en el caso de América solo somos superados por Haití, lo que claramente nos hace pensar que poseemos como cultura una gran tolerancia a la corrupción, o peor aun, el sentimiento de impunidad es tan alto, que muy poca gente se siente cohibida al cometer un acto de corrupción penado por el ordenamiento jurídico, escándalo tras escándalo, de modo que vivimos en medio de culturas audaces para la trampa, el engaño, la estafa, o como nos gusta llamarle “viveza criolla”, un artilugio eufemístico que nos sirve como consuelo para no generar culpabilidades, sino para aupar aquello de lograr el fin sin importar los medios.





Me gusta pensar que hay más correctos que corruptos, pero no han encontrado la vitrina para mostrar otro modelo de convivencia, uno ejemplarizante, coherente y respetuoso de los derechos y deberes de todos, simplemente no han tenido la oportunidad, tal vez porque los corruptos siempre consiguen el modo de convencer con los caminos más cortos, con la manipulación de la opinión publica, y porque son capaces de cosas que otros jamás harían, esa es una realidad, avasallante por cierto en nuestro continente, donde una buena parte de los políticos de oficio aunque cabe mejor el apelativo de politiqueros, se dedican a la compra y venta de conciencias, a los fraudes de las promesas, el pensamiento y la acción, al compadrazgo y el nepotismo como método de repartición de beneficios, o a la extorsión y uso de influencias para cometer en nombre de otro la obtención de favores consistentes o no, con la institución o persona que afirma representar.

El reto es más grande hoy frente a esa abrumadora realidad, no hay manera de decirle a cada uno cuantos grados de corrupto o de correcto tiene, esa determinación pertenece a cada quien, es producto de su educación, su crianza, y sus circunstancias, aunque la condición humana también posee una antigua vocación por la búsqueda de justicia, como decía Confucio “ver una injusticia y no hacer nada es no tener valor”, pues  nunca debe cesar la aspiración de los correctos a cambiar el modelo falso y de artimañas que tanto han defendido los corruptos, que los vuelve la manzana aparentemente sana y reluciente, pero por completo podrida en su interior descompuesto, ante lo cual solo existe un antídoto posible para un veneno que recorre las venas de nuestro entramado social, la transparencia, la claridad y luminosidad del hacer a prueba de cuestionamientos e interpelaciones, la senda del obrar en base a la prudencia, la pertinencia y la congruencia,  pues solo así se gesta la realización del sueño permanente e infinito que tienen las nuevas generaciones creyentes y demandantes de un mundo mejor.

Daniel Merchán

@Daniel_Merchán en Twitter.