Rafael Casas: El Salto Ángel y el Carácter

Rafael Casas: El Salto Ángel y el Carácter

thumbnailRafaelCasasEn el centro de nuestros logros y de nuestros éxitos, en el resurgir de las cenizas como ave fénix y en las muestras contundentes de resiliencia personal -familiar o empresarial- está la energía inmanente y profunda de nuestro carácter. El carácter es indetenible, de extraordinario efecto, poderoso y de naturaleza cúspide como el imponente y maravilloso Salto Ángel.

El desarrollo del carácter ha recobrado un papel crucial en el escenario educativo internacional. Se han desarrollado e implantado centenares de estudios y programas académicos en torno al carácter. Asimismo se destinan generosos presupuestos para fortalecer esta línea de trabajo orientada hacia niños y jóvenes. Nos preguntamos ¿por qué?

Los noticieros de la cotidianidad mundial denuncian constantes violaciones a la ética en la vida pública. Muchas de ellas relacionadas con la crisis de valores éticos y morales en contextos juveniles. De allí que se convierte en noticia el incremento de la violencia en diversas modalidades como el ¨bullying¨, violencia de género, laboral, doméstica, escolar, vial, y muchas otras expresiones. Especialistas y autoridades ecuménicas coinciden en que la clave -o antídoto- para enfrentar estas expresiones de violencia radica en la educación para el carácter. Entonces nos preguntamos ¿qué hacer con el carácter de los “ya no tan jóvenes”?





Podríamos definir el carácter de manera sencilla como una serie de cualidades o atributos equivalentes a la gerencia del ¨si mismo¨, lo cual, en el campo educativo se denomina curricula ¨socio emocional¨.

Algunos de los más significativos receptores -y por tanto auditores- del producto educativo de la sociedad contemporánea, son los empleadores. Llama la atención la consistencia de temas respecto a los cuales los empleadores -alrededor del mundo- señalan los vacíos en el desempeño: competencias socio-emocionales (empatía, simpatía); sentido de pertenencia y compromiso integral activo (trabajar no solo por dinero); razonamiento socio-moral; perspectiva de la diversidad e inclusión en el discurso (hablar constructivamente, no discriminar); resolución de conflictos y autocontrol (disentir con respeto); motivaciones y conductas pro-sociales tales como la perseverancia, la valentía (impedir abusos, aplicar los valores), entre otros.

Es obvio que los sistemas educativos contemporáneos, universidades o escuelas de negocios no están respondiendo a ésta necesidad. Por otra parte pareciera que la sociedad global no cuenta ya con los agentes o moduladores del carácter que alguna vez tuvo. El carácter es un sistema, una constelación de atributos, características virtuosas, talentos y dones que se expresan cuando tomamos la determinación de re-definirnos, de re-construirnos a nosotros mismos a la luz de valores humanos, y del énfasis en esos dones y talentos que ya poseemos, y para ello, hacemos uso del poder de la autodeterminación. El carácter invoca la fortaleza y la continuidad del caudal del Salto Ángel. El carácter también se expresa cuando cumplimos con nuestros deberes, actuamos con rectitud, respetamos a los demás, entregamos nuestras tareas a tiempo, cuando somos puntuales, cuando cancelamos las deudas adquiridas y cuando cumplimos nuestra palabra, sin que el factor ¨me provoca” o “no me provoca¨ entre en consideración.

El asunto del carácter tiene un papel fundamental en el éxito en nuestras vidas, así como en muchos casos, también lo tiene la personalidad. Sin embargo, la personalidad, entendida como los rasgos que determinan el comportamiento habitual de las personas, puede jugar ¨doble play¨ y tener algo de virtuoso y de tortuoso. Cuando lo tortuoso -el lado oscuro- de la personalidad predomina, aparecen los problemas. La personalidad es como un jefe mandón, autoritario y exigente. La personalidad exige que sus rasgos -buenos o malos- se exterioricen y se pongan de manifiesto, no importa que eso implique que la conducta manifiesta sea la pereza, desorden, deslealtad, violencia, hipocresía o mediocridad. El carácter -en contraposición a la personalidad- tiene una sola faceta, una naturaleza y ésta siempre es buena, aunque a veces el carácter imponga rigor, disciplina, exigencia, fortaleza, templanza o batalla. El carácter es un gran aliado, una vía de autodesarrollo que nos permite superar la obra que hemos hecho de nosotros mismos hasta un momento dado, permite superar nuestro temperamento, así como las ¨calles ciegas¨ o ¨caminos sin salida¨ a donde tantas veces nos conduce y expone nuestra personalidad.

Es probable que nuestro tiempo histórico nos esté demandando más carácter y menos personalidad, más autodeterminación y menos reacción, más yo superior y menos egos, más presencia y conexión personal y menos ausencia e interconectividad virtual, más templanza para las metas personales o sociales, y menos zona de confort e individualismo.

Pareciera que el gran reto es cómo estimular el desarrollo del carácter en los adultos, cuando la personalidad gana terreno en sus vidas, en sus relaciones, en su actuación cotidiana y en su expresión de identidad. Una de las claves consiste alimentar la idea de despojarnos de aquellos rasgos de personalidad que no nos convienen, que nos arrastran a dificultades y problemas. En nuestra mente funciona mejor el ¨te cambio este rasgo por aquella virtud¨ que el ¨me quito este rasgo o me arranco aquel patrón¨ a secas. Hay que enamorarse de los valores, la ética, la virtud, la excelencia, el profesionalismo, la rectitud, la no violencia, entre otros y detestar sus opuestos.

Para los adultos hay cuatro grandes ámbitos de vida donde nos medimos a diario: la familia, la pareja, el trabajo y la comunidad. En cualquiera de éstos ámbitos será auspicioso un decreto de mudar nuestras vidas de la ¨calle de la personalidad a la autopista del carácter¨. A diferencia de los programas para desarrollo del carácter en los niños y jóvenes, en el caso de los adultos, parte del reto y de la aventura a vivir, es que usted mismo será el profesor y el alumno a la vez.

La conquista del carácter, brindará a nuestras vidas beneficios cuánticos en materia ética, moral y social, que nos permitirán evolucionar con una velocidad y una fuerza comparable con la fuerza del caudaloso Salto Ángel. Pero nos queda preguntarnos: ¿de qué se alimentan la personalidad y el carácter? Y, ¿dónde hay un gimnasio para el carácter?

Rafael Casas / Psicólogo.
Coaching. Desarrollo Estratégico.