Lo que ahora resulta irónico es que, transcurrido varios años de aquellas amenazas jamás cumplidas, el mismo régimen que tanto despotricó del FMI, haya hecho todo lo necesario y más que eso aún, para llevar al país y a su economía a un estado de postración tal que hacen ahora absolutamente necesario solicitar auxilio de ese organismo multilateral para superar ese estado. El régimen que tanto cuestionó al organismo financiero internacional es el que más se aseguró que sería imprescindible acudir en búsqueda de su ayuda, para superar la profunda crisis en que se encuentra la economía del país.
Hay dos razones por las que ahora se hace necesario apelar a un programa de asistencia con el FMI. Una es la necesidad financiera. El país no tiene manera de armar un programa que resulte sostenible si no cuenta con un volumen significativo de recursos que lo respalde y que solo le puede proveer el FMI. Más específicamente, la unificación y estabilización cambiaria que es absolutamente una necesidad no se puede lograr sin una masa significativa de reservas internacionales, muy por encima de las que el país dispone actualmente. En segundo lugar, está el asunto de la credibilidad. El programa solo será exitoso si es creíble y un factor fundamental para generarle credibilidad es el aval de un ente financiero internacional como el FMI.
Venezuela no tenía por qué haber llegado a requerir la asistencia del FMI. Dado el volumen de ingresos petroleros obtenidos en los últimos diez años, el país debería contar hoy con una posición de reservas internacionales muy sólidas, capaz de financiar cualquier programa de reestructuración o ajuste económico que fuese necesario. Pero ya sabemos lo que pasó. El régimen no solo dilapidó los muy elevados ingresos petroleros de los últimos años, sino que endeudó el país aceleradamente. Esa es la paradoja. El régimen que pudo haberlo evitado, hizo todo lo necesario para que el país hoy no tenga otra opción que acudir al FMI. Mientras despotricaba contra el Fondo Monetario, llevaba al país a otro fondo, al fondo del abismo, del cual no es posible ahora salir sin el auxilio del primero.
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