José Manuel Rodríguez: Los tiempos que nos tocó vivir

José Manuel Rodríguez: Los tiempos que nos tocó vivir

thumbnailcolaboradores-190x1301Los tiempos que nos tocó vivir ya no son tiempos nuevos. Son 17 años de “revolución bolivariana” de resultados estremecedores. Estamos recogiendo una cosecha de polarización, confrontación política, intolerancia, normalización de la violencia, anarquía y anomia que convierte la vida de los venezolanos en un “modo supervivencia” día tras día.

Atravesamos una crisis económica sin precedentes, agudizada en estos 3 últimos años de “revolución”, sometidos a una constante lucha por cubrir hasta la más básica de nuestras necesidades. Amén de la crisis económica que atraviesa nuestro país, lo que es realmente espelúznate es la crisis social a la que nos hemos visto arrastrados.

Venezuela vive dentro de un inmenso conflicto de valores. La “viveza criolla” se ha convertido en una herramienta de supervivencia para muchos venezolanos, que ven ostensiblemente disminuidas sus capacidades ya no de elevar su nivel de vida, sino de evitar que el mismo siga cayendo de manera vertiginosa al estadio social más temido: la pobreza extrema.





Venezuela se ha convertido en la tierra del “no hay”. No hay comida, no hay medicinas, no hay seguridad ni personal ni jurídica, no hay carros, ni cauchos, ni repuestos, ni viviendas, y lo poco que se consigue, pues no hay dinero que alcance para adquirirlo. El pueblo demanda soluciones y no las hay, ni tampoco hay respeto por la vida, ni por la voluntad que expresa en las urnas electorales.

Enfrentamos la escasez de agua, de luz, y de transporte. Cada día sabemos de alguien cercano, (cuando no nosotros mismos) que fue víctima de la violencia hamponil en las calles, en el metro, en un centro comercial o en su propia casa.

Tengo la sensación de que el gobierno no ha entendido su rol social de “páter familia”.  El páter familia era, en la antigua roma, aquella persona o individuo que tenía la potestad y dominio legal del hogar y de cada uno de los miembros que la componían. Esta persona, inmersa en una sociedad patriarcal muy típica de la época antigua, era la que trabajaba con el objeto de mantener su hogar y defenderlo de lo que fuera necesario, es decir que era esa pieza fundamental sobre la que se sostenía toda familia.

Un gobierno es sobre quien recae la potestad y el dominio legal de un territorio y de sus ciudadanos, debe garantizar el bienestar de todos (no solo de unos cuantos) debe actuar con justicia y probidad en la administración de los fondos públicos, pero por sobre todas las cosas, sus integrantes deben predicar con el ejemplo. El gobierno venezolano en este momento, encarna el papel del padre irresponsable, que no cumple con los deberes y obligaciones para con los suyos, que derrocha, despilfarra, y gasta más de lo que gana, que no produce y que no provee a su hogar de lo necesario y que ejerce la violencia indiscriminada y selectivamente ante cualquier signo de reclamo por parte de cualquiera de los integrantes de la familia. Cuando un padre no es ejemplar, sus hijos van al garete y copian y ponen en práctica su mal ejemplo.

Así esta nuestro país, al garete, con un gobierno sordo a las suplicas de sus ciudadanos. Con funcionarios que sostienen ante la opinión publica teorías inverosímiles de bienestar nacional y que no duda en levantar su dedo acusador para endilgar culpas a otros por los malos resultados de sus equivocas políticas.

La situación se torna grave. Las caras tristes de los ciudadanos denotan una suerte de desesperanza progresiva. Es que no es fácil sonreír cuando hay que hacer largas colas para conseguir algo de comida o se recorren a diario farmacias y farmacias buscando un medicamento para un hijo enfermo, o se ha pasado la noche en vela en la emergencia de un hospital esperando que atiendan infructuosamente a algún familiar accidentado, ni tampoco es fácil mostrar cara de alegría, cuando hay que hacer filas y recibir empujones para abordar un transporte publico destartalado con la incertidumbre de no ser asaltado una vez a bordo.

Lo realmente preocupante es cuál es el umbral de esa desesperanza, hasta cuando el pueblo venezolano podrá vivir bajo estos parámetros de desorden y anomia, pues eso no lo sabe nadie. El dialogo y el entendimiento se hace indispensable para poder pegar los trozos en los que está rota nuestra Venezuela.