William Anseume: El yo no fui de Rodríguez Torres

William Anseume: El yo no fui de Rodríguez Torres

thumbnailWilliamAnseumeEl exministro de Relaciones Interiores Justicia y Paz, Rodríguez Torres, alza la voz y saca la cara. ¿Cómo? No debería tener cara para sacar. Calladito pudiera irle mejor. Ahora, en una especie de revisionismo comunista, despierta de su amplísimo letargo para “descubrir” que esto no “marcha” bien. De pronto, hay delincuencia sin control y la economía concebida del modo gubernamental es un fracaso ante sus ojos. ¿Dónde dormía como bebé?

Sabedor, como es, de que la amnistía vendrá muy pronto, se inclina ante ella, ante el “olvido”, espejeándose,  y traza un camino, el suyo, ya sin trinchera, desaforado, para tratar de desnudar al gobierno que lo echó por inconsistente. Pero, seguro, no sólo para disparar contra el gobierno de Nicolás Maduro.

¿Se podrán olvidar los venezolanos de las inclementes acciones de Rodríguez Torres ante las protestas de los ciudadanos? ¿O sea, la amnistía incluye a Rodríguez Torres, aunque no esté preso ni haya sido humillado? ¿Los estudiantes vejados por Rodríguez Torres, algunos de ellos hoy diputados de la República tienen que pasar por alto el criminal accionar desde su despacho con torturas, detenciones y muertes?





El General, retirado, menos mal, busca un respirito y un frente. Trata de dividir al ya tasajeado chavismo, y cual chapulincito colorado devaluado, llama a los “buenos” con él encabezando la “asonada”, debido a que suena mucho. Pero suena mal, no disuena, malsuena. Tendrá, desde luego, sus muy minoritarios seguidores, pero, cuidado, siempre contará con el desprecio de un ala muy fuerte del chavismo que rememora jornadas de sangre con sus aliados más alzados, ya lo asomaron Bernal, el desprotegido y el El Aissami, de los buscados, ese algo así como: “Nosotros no te queremos, criticón antichavista y antimadurista”.

Ni amnistía para Rodríguez Torres, ni espacio en el chavismo, ni espacio en la parte más ruda de la oposición que clama cambio. Inolvidables los recuerdos de las carpas arrasadas de madrugada, la detención y torturas de estudiantes, que aún pagan las extralimitaciones de este verdugo, en los pozos sépticos de las cárceles venezolanas. ¿Dónde estaba este recién despierto el 12 de febrero cuando rodaban entonces, hace no tanto, sangre y cuerpos ilevantables? ¿Dónde estaba cuando el otro “secuestraba” a Leopoldo López?

El ahora adalid del conveniente, muy conveniente para él, perdón, debería responder más bien ante La Haya sus despropósitos infernales, irreversibles. No es la suya una condena pasajera.

Los militares, activos y retirados, debieran ir olvidando el posible protagonismo político, el ordenamiento reconstructivo de está destrucción de país que han provocado vendrá de la civilidad, del civismo y, algunos, como éste, deberían saber que el perdón que se trama con la ley de amnistía,  tan deseada ahora, ya, es la mejor manera de aliviar las prisiones injustas cometidas por ellos, atropellando sin recato pudoroso todos los derechos ciudadanos. No incluye perdón de esbirros, matarifes ensañados ni criminales atentadores contra los derechos humanos. El “yo no fui” de ahora, que juega con la posibilidad de escasez de memoria de algunos, no vale para la justicia. Este coqueteo con una especie de centro para protegerse y hacerse pasar por mediador o conciliador no le va, no calza en el papel dramático que necesita esta historia.

No deja de ser peligroso, para todos, ese atajo protector que toma ahora el General, quien vislumbra ya la salida del “proceso” que puede revertírsele. Fuiste tú. Como dice una canción popular aún, aunque con otras intenciones más sanas.

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