Juan Antonio Muller: Noventa millas

Juan Antonio Muller: Noventa millas

thumbnailjuanantoniomullerEsa es la distancia marítima que separa la Isla de Cuba de los cayos de la Florida. Esas noventa millas tienen una historia plena de sueños y esperanzas pero también de frustraciones y desgracias.

Las guerras por la independencia se alimentaron de hombres y armas a través de esas noventa millas. Del mismo modo ciudades como Tampa y Cayo Hueso crecieron con el flujo de los exiliados y emigrados a finales del siglo XIX huyendo de la barbarie del régimen colonial.

Sesenta años después, al triunfo de la revolución en 1959, una vez constatada que la promesa de regresar a un régimen democrático constitucional era  una farsa inventada por Fidel Castro y sus camaradas las noventa millas volvieron a activarse.





Los primeros en atravesarlas lo hicieron por aire, convencidos que los EEUU no permitirían la instauración de un gobierno comunista a tan solo noventa millas de su territorio y tenían la esperanza de regresar en pocos meses.

Craso error. La política y la Guerra Fría les trastocó su lógica. Los EEUU y la Unión Soviética terminaron con un arreglo que permitió al castro comunismo adueñarse de la isla y exportar su revolución a otras tierras latinoamericanas colocando sus fronteras lejos de las noventa millas.

Las siguientes oleadas, frustradas por lo acontecido en esos primeros años de represión comunista y derrota de la resistencia, pero con la esperanza de vivir en tierras de libertad, lo hicieron tanto por aire como por mar: los vuelos de la libertad, Peter Pan y Camarioca en los años sesenta, Mariel en los setenta, los balseros en los noventa y  más reciente las salidas seudo legales con pasaportes para Centroamérica con la mirada puesta en cruzar la frontera hacia EEUU.

En todos estos largos y cruentos cincuenta y siete años, cientos de miles lograron sus sueños, llegaron como niños a EEUU, ese país de inmigrantes, se educaron, se hicieron profesionales y gerentes, levantaron negocios y familias, miran el pasado con nostalgia, pero sus vidas impregnadas de futuro dan cuenta de sus logros y aciertos.

Otros no lo lograron. Atravesar la traicionera corriente del Golfo significó naufragio y muertes. Las noventa millas se llenaron de cadáveres sin cruces. A los familiares que quedaron atrapados en la isla y los que esperaban del otro lado solo tuvieron el consuelo de las lágrimas ante el pesado fardo del dolor.

La diáspora cubana con sus noventa millas a cuesta deja una enseñanza para otros pueblos que enfrentan los intentos y amenazas de minorías trasnochadas y autoritarias de eternizarse en el poder. Venezuela es hoy sin duda el ejemplo más tétrico.

Los venezolanos han salido estos años en oleadas hacia otros países. La mayoría en busca del futuro que se les niega en su tierra. Es una realidad, no podemos ignorar el mundo que nos rodea. Pero no nos crucemos de brazos y pongamos todas nuestras esperanzas en fuerzas externas, en esas “noventa millas”, con sus propios intereses. La mayor fuerza está en nosotros mismos y en lo que seamos capaces de hacer para expulsar a esa canalla enquistada en el poder.

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