María Auxiliadora Dubuc: Adultos mayores: Pensiones y jubilaciones en Venezuela, canas y bastones en la Asamblea

Thumbnail maría auxiliadora dubuc

La semana pasada se promulgó la Ley del Bono de Alimentación y Medicamentos a Jubilados y Pensionados, que fue aprobada en Primera Discusión por la Asamblea Nacional en fecha 11 de febrero y en Segunda Discusión en fecha 30 de marzo de los corrientes., luego que el Tribunal Supremo de Justicia se pronunciara sobre su constitucionalidad, pero sujetara su entrada en vigencia al cumplimiento, por parte de la Asamblea Nacional, “del extremo necesario relativo a la viabilidad económica”, la cual permite garantizar su ejecución.

Así la Asamblea en cumplimiento al mandato del TSJ, realiza estudio económico o plan de financiamiento en el que explican que no hace falta aumentar los impuestos ni reducir gastos, porque con un bono de 12 mil por 7 meses, restaría un 0,5 % del PIB y vender el 4.2% de las exportaciones petroleras en el DICOM y disminuir el total de barriles que dan a PETROCARIBE, para el financiamiento del Bono.





En Venezuela, desde el punto de vista jurídico/legal, toda persona que esté o haya trabajado en organismos o entes públicos o privados y cumpla con requisitos de edad y años de servicio, para hacerse acreedor del beneficio de jubilación, podrá solicitarlo para que le sea pagada una pensión. Es decir, un pago fijo y periódico, hasta la fecha de su muerte que le sirva para satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia. El beneficio de Jubilación en Venezuela es un derecho constitucional, irrenunciable. El Artículo 89 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela sobre los derechos de progresividad, intangibilidad e irrenunciabilidad de los beneficios sociales y con él la jubilación, todo lo cual le proporciona a la persona que desempeña o ha desempeñado algún cargo, una pensión como recompensa por los servicios prestados.

Es una consecuencia del derecho al trabajo y forma parte de él. Se trata de un derecho adquirido de por vida para los funcionarios y empleados al servicio de los organismos o entes públicos o privados y se otorga cuando el trabajador tiene un determinado número de años de servicio y ha alcanzado ciertos límites de edad, es decir que haya cumplido 55 años en la mujer y 60 en el hombre y tener 25 años de servicio en la administración pública o cuando el funcionario o empleado haya cumplido 35 años de servicio, independientemente de la edad.

Así es como los derechos de los adultos mayores en Venezuela están contemplados en el ordenamiento jurídico vigente, salvaguardando aspectos tan básicos como la alimentación, salud, seguridad social, recreación, asistencia social, entre otros aspectos. La norma que consagra el derecho a la jubilación es el Artículo 80 de la Constitución de la República Bolivariana que reza “El Estado garantizará a los ancianos y ancianas el pleno ejercicio de sus derechos y garantías. El Estado, con la participación solidaria de las familias y la sociedad, está obligado a respetar su dignidad humana, su autonomía y les garantizará atención integral y los beneficios de la seguridad social que eleven y aseguren su calidad de vida…” y por otro lado, nuestro Código Civil en su artículo 1980, prevé un lapso de tres (3) años para reclamar o solicitar la Jubilación. Es decir, que el derecho a la jubilación puede reclamarse por un período de hasta tres (3) años, contados a partir de la fecha de terminación de la relación laboral.

Aristas de una misma arruga

Pero más allá de lo consagrado en la Ley, la situación real del adulto mayor en Venezuela es de dimensiones dramáticas de cara a la crisis que atraviesa el país y tiene aristas que debemos analizar con detenimiento. La escasez de medicinas y alimentos, les afecta de manera puntual, y cuando por fin las consiguen, resulta que la pensión no alcanza para cubrir los gastos, ni necesidades básicas y no hay dinero para recreación, dada la inflación.

Así las cosas, la lucha de los ancianos es dura y sin tregua, pasan grandes penurias en las colas de supermercados y farmacias, donde son maltratados y vejados incluso por la Guardia Nacional, quienes tienen un comportamiento hostil para con ellos. Ya no existen colas preferenciales para ellos, ni privilegios o consideraciones de ningún tipo como en otros tiempos. Sufren pobreza y desigualdad y enfrentan la pérdida del poder adquisitivo progresivamente, perdida ocasionada por pensiones de jubilación irrisorias. Por eso resultan tan necesarias otras ayudas para equilibrar, como el bono al que nos referimos antes. El otorgamiento de estos beneficios es cuestión de justicia porque reitero la inflación y la crisis castigan el estomago de nuestros ancianos inmisericordemente.

Por otro lado, debemos referirnos a un tema muy sensible y de vital importancia para la tercera edad que es el tema emocional. Como sabemos, la vida del ser humano está compuesta de ciclos, en los cuales se ponen a prueba y cada etapa se debe recibirla, enfrentarla y asumirla con amor. La infancia y la niñez, etapa para estudiar y formarnos; la adultez donde asumimos responsabilidades, trabajamos, formamos un hogar y tenemos hijos y así, hasta llegar a la madurez y luego la tercera etapa donde nos adaptamos a la evolución y aceptamos lo que la vida nos brinda, digamos aquí es donde recogemos la cosecha de lo que sembramos en las otras etapas. En esta etapa de jubilarnos más que un derecho constituye, una decisión de vida y hacerlo con dignidad, debe ser razón suficiente para disfrutar de la vida y ser felices.

En Venezuela este no es el caso. Tenemos un problema adicional que afecta emocionalmente a nuestros adultos mayores: la soledad. Aquí estamos colmados de padres huérfanos. Ellos solos enfrentan su situación y los avatares de la vida; ellos han tenido que dejar ir a sus hijos por múltiples razones: inseguridad, razones de carácter económico y por la represión política que vivimos. Nuestros muchachos no quieren vivir así, se criaron en democracia, naturalmente quieren encontrar oportunidades para crecer, surgir y desarrollarse en libertad y lamentablemente estas son cosas que hoy día Venezuela no ofrece, por lo que muchos padres se sacrifican por brindarles a sus hijos esa tan ansiada oportunidad.

Sumamos entonces a la tragedia que viven nuestros ancianos, el hecho de la ruptura del eje fundamental de la sociedad que es la familia. Esa por la que tanto lucharon, esa que levantaron producto de su esfuerzo y trabajo de años, porque sin duda es la familia quien paga el costo material, emocional y sentimental de toda esta crisis. La comunicación familiar y las demostraciones de amor se limitan entonces a redes sociales skype o facebook, con el dolor que conlleva el hecho que nada sustituye el hecho físico de abrazar a alguien y para los padres solo queda el consuelo: “mejor allá, que aquí”.

Aquí sufrimos todos las separaciones, padres e hijos por igual. Así es como el núcleo social y de valores se erosiona poco a poco. Consecuencialmente tenemos la tristeza del padre de familia, un adulto mayor, jubilado y deprimido porque deja ir siente que es su responsabilidad asegurarles un futuro mejor a sus hijos, quedándose solo, de su cuenta y riesgo porque tiene una historia de vida construida aquí, en su país. Un sentido de pertenencia, aquí construyó, aquí sus muertos, su esencia. No es fácil irse, abandonar, sentir y saber que existen cosas difíciles de reconstruir en un nuevo país a esa edad y empezar de cero, con sus activos atrapados en Venezuela, ante una disyuntiva que mortifica: luchar por el país o por los hijos, así, muchos se sacrifican y se van, otros se quedan lo cual también es un sacrificio de marca mayor.

En cualquier país enfrentar la situación y la atención debida del adulto mayor constituye un reto para el Gobierno, porque supone un esfuerzo enorme sobre todo por de las acciones, decisiones, la inversión y los equipos multidisciplinarios que deben participar. En Venezuela tiene connotaciones heroicas, porque hace falta más que un bono para resolver la situación, se requieren medidas extremas: una reforma estructural que permita de forma definitiva, garantizar la capacidad económica de adultos mayores ante la crítica situación que vivimos, reconocer la importancia que la familia, la comunidad y la sociedad tienen en esta etapa y ciclo de la vida del ser humano, la diferencia que hace la compañía y el abrazo insustituible, porque el amor, cariño, la alimentación y los cuidados son fundamentales para mantener a nuestros adultos mayores en el mejor ánimo y optimo estado de salud.

Hay elementos que una Ley no contempla, que no los sustituye un bono o un ajuste salarial, pero que hacen la diferencia en el tratamiento de un adulto mayor. Los adultos mayores, nuestros padres, madres, abuelos y abuelas, nos lo dieron todo para hacernos felices y en su gran mayoría, fueron los forjadores de nuestra patria. El mejor modo que tiene toda la sociedad para honrarlos, es atendiéndolos con el amor, dedicación, consideración y el respeto que merecen, con el lema de dar vida a los años y no simplemente sumar años a la vida.