El deporte venezolano en la lona, sofocado por la crisis económica (fotos)

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Cada mañana, el venezolano Elías Malavé ase su viejo arco, se carga a la cintura un puñado de flechas raídas y empieza a entrenar solo en un descampado de un complejo deportivo en la calurosa ciudad de Maracay, al centro del país.

Por Diego Oré/Reuters

Tras cinco horas disparando sin supervisión, entrenador, ni equipamiento adecuado, vuelve a casa a pie para cuidar a su hijo de dos años mientras prepara el entrenamiento del día siguiente.

Esta podría ser la rutina de cualquier deportista amateur, pero no debería ser la de Malavé, múltiple campeón nacional de tiro con arco y uno de los primeros venezolanos en lograr su clasificación a las Olimpiadas de Río hace ya casi un año.

La crisis económica que azota Venezuela ha obligado al Estado a recortar las vitales divisas para los atletas de alto rendimiento, incluidos varios de los 70 clasificados a Río quienes, como Malavé, entrenan solos, sin implementos apropiados y hasta se han visto en la necesidad de hacer colectas para costearse gastos.

“La respuesta siempre es la misma: ‘no hay dinero'”, se lamentó el arquero de 26 años que estuvo a punto de colarse entre los ocho mejores en los Juegos Olímpicos de Londres 2012, su primera olimpiada.

“Pensé que iba a cambiar después de conseguir un cupo olímpico, pero no, nada cambió”, agregó en un alto de su entrenamiento donde confesó que un compañero karateca le regaló suplementos vitamínicos porque él no ha recibido los necesarios.

Desde que clasificó a las Olimpiadas de Río de Janeiro, en julio del año pasado, Malavé se ha perdido el test olímpico -para probar las instalaciones del Sambódromo-, un mundial en Las Vegas y varios campamentos con su entrenador, el ruso Alexander Kirillov, a quien vio recién a mediados de mayo tras siete meses de contactos por correo electrónico.

“(Por) dejar de ver a mi entrenador un mes, no va a pasar nada, pero siete meses ya es demasiado. Ningún atleta de alto rendimiento pasa siete meses sin ver a su entrenador”, se quejó.

La Federación Venezolana de Tiro con Arco (Feveta) y el Comité Olímpico Venezolano (COV) no quisieron dar declaraciones para este reportaje. El presidente Nicolás Maduro, por su parte, sostiene que durante sus tres años de gestión y los 14 años previos de Hugo Chávez se ha apoyado como nunca al deporte en Venezuela labrando una “generación de oro”.

A fines de marzo, por ejemplo, Maduro le entregó un sedán cero kilómetros y 150.000 bolívares -siete veces más que la beca mensual de Malavé- a Yulimar Rojas, campeona mundial de salto triple bajo techo. La atleta, de apenas 20 años, acudió al Palacio de Miraflores para recibir el homenaje y celebró con el puño derecho en alto, a la usanza de los socialistas.

“En medio de las dificultades, un apoyo”, dijo Maduro henchido de orgullo. “Esta generación de oro, que cada vez crece más, (…) impresiona a Venezuela y ya impresiona al mundo”.

Pero para Malavé la realidad ha sido distinta: recién hace unos días su federación le entregó un nuevo arco para reemplazar el que usaba desde Londres 2012, aun cuando las normas de ese deporte sugieren cambiarlo, por lo menos, una vez al año.

Boom petrolero

El segundo domingo de mayo del 2012, millones de venezolanos madrugaron para ver cómo Pastor Maldonado era bañado en champán por Fernando Alonso y Kimi Raikkonen tras convertirse en el primer venezolano en ganar una carrera en la Fórmula Uno.

Aquel logro fue posible, en parte, gracias al auspicio de Petróleos de Venezuela (PDVSA) que desembolsó decenas de millones de dólares para que el piloto paseara el logo de la estatal por Europa, Asia y Norteamérica durante un lustro.

Pero cuando el precio del crudo se vino a pique y los ingresos en divisas de Venezuela se hundieron más de 60 por ciento en el 2015, Maldonado se quedó sin patrocinador y se vio obligado a dejar la máxima categoría del automovilismo para trabajar como probador de neumáticos Pirelli.

La estrechez de dólares no sólo tumbó los sueños de Maldonado y demás pilotos de otras categorías, también ha golpeado al fútbol que empezaba a labrarse un camino propio.

La Federación Venezolana de Fútbol (FVF) dijo recientemente que, el año pasado y en lo que va del 2016, no ha recibido “ni un dólar” de PDVSA, su principal patrocinador. La estatal replicó asegurando que “jamás” ha dejado de honrar sus compromisos.

El hecho, sin embargo, es que las integrantes de la selección femenina de fútbol Sub-20, que lograron el año pasado su primera clasificación a un Mundial, apenas tienen calzado adecuado para entrenar y hasta mendigan comida y medicinas, según confesó su propio entrenador a los medios locales.

Ante esta situación, un grupo de futbolistas de la selección absoluta, comandados por Tomás Rincón y Christian Santos, lanzó una campaña para apadrinarlas de su propio bolsillo. Pero, conscientes de que la dádiva no es eterna, las jóvenes exigen una pronta respuesta del Gobierno socialista.

“La selección de fútbol sub-20 femenina solicita urgente una audiencia al Presidente. ¿Será que se nos presta atención por una vez?”, escribió la capitana del equipo, Kika Moreno, en su cuenta de Twitter. “La audiencia que pedimos es debido a muchas promesas incumplidas”, agregó Bárbara Serrano, defensa central.

El malestar de algunos deportistas crece cuando ven que hay quienes sí disfrutan del jugoso auspicio del Estado.

Entre el 2009 y 2012, por ejemplo, el club de fútbol ecuatoriano Emelec, del cual el presidente Rafael Correa es acérrimo, lució el logo de PDVSA en el pecho.

Y en Venezuela, la petrolera estatal financia desde hace años al Zamora FC, presidido por Adelis Chávez, hermano del fallecido mandatario, y al Monagas SC, oriundo de la ciudad natal del número dos del partido de Gobierno, Diosdado Cabello.

Deporte Vs. política

Como en muchos países, los éxitos deportivos en Venezuela son motivo de orgullo nacional. De hecho, Chávez pretendió convertir la cosecha de medallas en una política de Estado a la usanza de otros países socialistas como la extinta Unión Soviética, China o Cuba.

Pero el teniente coronel, que murió de cáncer en el 2013, falló en el intento: Venezuela ha sido incapaz de emular el medallero de sus aliados socialistas y, a pesar de haber enviado el récord de 109 atletas a Pekín 2008, apenas consiguió una medalla de oro olímpica en los 17 años de Gobierno socialista.

Y hoy, en épocas de vacas flacas, los escasos dólares parecieran no estar equitativamente repartidos.

Mientras la esgrimista Alejandra Benítez, ex ministra de Maduro, se prepara desde hace meses en las afueras de Moscú para su cuarta olimpiada consecutiva, el velerista José Vicente Gutiérrez se ha perdido una decena de pruebas de fogueo desde enero, cuando logró su clasificación a las olimpiadas de Río.

“Esto es algo que afecta bastante porque, por muy fuerte que entrenes, no puedes tener el mismo nivel que alguien que está midiéndose con otros competidores”, dijo el deportista de 23 años en el club privado donde entrena, a orillas del Caribe.

Cansado de esperar por una respuesta del Estado, Gutiérrez no se quedó de brazos cruzados y, junto a su entrenador René Álvarez, abrió una página web para captar donaciones.

A pesar de la buena voluntad, apenas ha logrado levantar 6.500 dólares de una meta de 50.000 que le hubiera permitido asistir a varios eventos antes de agosto, cuando arrancan las Olimpiadas.

“Entre enero y mayo, todos los países clasificados han ido, mínimo, a 10 eventos de primer nivel. En mi caso, sólo he ido a dos”, confesó Gutiérrez, quien heredó el amor por el mar de su abuelo, un italiano que falleció cruzando a vela el Estrecho de Magallanes. “Pero hay otros que están muchísimo peor que yo”.