Federico Boccanera: Aquí ya no pintamos nada

Federico Boccanera: Aquí ya no pintamos nada

thumbnailfedericoboccaneraAUTODETERMINACIÓN

1.Decisión de los ciudadanos de un territorio determinado sobre su futuro estatuto político.
2.Capacidad de una persona para decidir por sí misma algo.
DRAE

Derecho de los habitantes de un territorio nacional a decidir su independencia y régimen político sin recibir presión alguna del exterior.
Diccionario de la lengua española, Espasa-Calpe
Comienzo el artículo con estas definiciones simples acerca de lo que es autodeterminación, para poder exponer un aspecto decisivo de nuestro destino final, que la permanente y pobrísima retórica política en la cual hemos caído desde hace años, no permite precisar en toda su magnitud trágica.





Con respecto a la república, esa construcción que no puede existir sin ley, sin separación de poderes ni instituciones, se debe constatar su pérdida hace rato, y con ella la posibilidad de democracia. Seguir discutiendo a estas alturas si esto es dictadura, incluso tiranía, ha debido perder su pertinencia hace un buen tiempo ya.

Más aun cuando tampoco puede caber duda de que entregamos nuestra soberanía a Cuba, lo cual determina una relación que ya ni siquiera es de asociación “venecubana”, sino una relación colonial de la peor especie, en donde la metrópolis se ha beneficiado ampliamente a expensas de nuestra destrucción.

Esta relación de explotación en sus peores términos, nos puso a merced del castrismo y su proyecto expansionista, pero no todo estaba perdido, pues esa situación poseía la gran singularidad -y me perdonan el uso del término- de que implicada una lucha bilateral, en un solo frente, contra Cuba, lucha que habría podido darse, aún con cierto margen de independencia, de cara al concierto internacional, por lo menos hasta el fatídico año 2014, todo claro está, si hubiésemos podido disponer alguna vez, de una verdadera oposición.

Sin duda, esa lucha igual hubiese sido ardua y compleja, porque si bien se trataba de enfrentarse sólo a Cuba, esta habría recurrido a encender y atizar el escándalo y la indignación oficial, de enteras naciones de Suramérica y el Caribe, y también de Europa, tanto las simpatizantes supinas de La Habana, como las compradas por Chávez, amén del aparato mediático multinacional de formación de opinión de las izquierdas continentales. Sin duda, una guerra nada fácil, pero una guerra que aun podíamos librar, sobre todo porque el sistema de alianzas castrochavista, así como fue comprado, se le podía derrotar en un plano moral, y también material.

Lamentablemente, la insuficiencia política crónica de la dirigencia venezolana de estas últimas cuatro décadas, que jamás pudo prevenir ni detener el avance de la desgracia, terminó por desacreditarnos ante el mundo en más de una forma. Nos alienamos mucha comprensión foránea porque todo este proceso perverso, plantea las paradojas casi surreales de una nación con recursos de emirato árabe, pero reducida a la pobreza de Haití, y la de una nación que, aun con cierto nivel de poder y desarrollo material, terminó dominada por una más débil y atrasada. Este caso que nada osadamente se podría clasificar, como único en el mundo, no solo desnuda la capacidad devastadora del régimen castrochavista, pero también la deplorable postración de casi toda la sociedad, y ni hablar de su dirección política.

Lo que penosamente nos ha sucedido, y el hecho de que aún sigamos transitando por este derrotero en forma que parece indetenible, nos debe llevar finalmente a una pregunta de importancia realmente trascendente, que no es otra que el de nuestra efectiva capacidad para autodeterminarnos, en los términos expresados por las definiciones expuestas al principio del texto.

¿Hemos perdido la capacidad de autodeterminarnos? Esta pregunta deberíamos hacérnosla con toda la gravedad del caso, y sobre todo sin perder tiempo, y me refiero al tiempo, porque pareciera que la pregunta ya está siendo respondida por otros, no precisamente por estos lados, y pareciera también que la respuesta es negativa. Remitámonos a los hechos.

Al parecer, el futuro del país debería pasar otra vez, por una nueva disputa a ladridos entre el régimen y su supuesta oposición, sobre la muy controversial cuestión de “diálogo versus revocatorio”, especialmente, sobre si estas propuestas se excluyen entre sí.

Este enfrentamiento, degenerado desde el mismo comienzo en diatriba, y tal como se ha planteado y desarrollado, no ha mostrado hasta ahora la menor posibilidad de poder solucionarse en forma cívica, y conociendo la naturaleza y las limitaciones insuperables, del régimen y de su particular oposición, es indudable que no llegue a ningún lado, y por lo tanto ahonde la situación de crisis, ya de magnitud humanitaria, que afecta dramáticamente a la población.

Mientras tanto, se han activado los aparatos diplomáticos que siempre se pueden aplicar en estos casos, y, de hecho, la movilización tanto del régimen como de su oposición, ha terminado por gestar una situación que está a la vista de todos: el problema ha sido arrebatado por la comunidad internacional, y esta apropiación, aunque salvando las fachadas, es completa e irreversible, salvo la nada imposible eclosión de algún evento de talante claramente autocrático o insurreccional, que en todo caso, será forzosamente violento (e impredecible).

El hecho innegable, más allá de espejismos y autoengaños, es que esta confrontación entre enclenques, no será decidida por los venezolanos, será decidida entre muchos países: Cuba, EE. UU, Colombia, casi toda Latinoamérica y el Caribe, la Unión Europea, Rusia, China, Irán, y para coronar el pastel multicapa, el Vaticano.

Cada quien, obedeciendo como siempre a sus intereses, actuará, mediará o intervendrá ya sea por estar necesitado de estabilidad, para sus planes de apertura a la inversión, o sus procesos de “paz”, o para impedir flujos migratorios indeseables, más otras motivaciones que sería muy largo de describir aquí, comenzando por tratar de “perfilar” a este Vaticano, convertido en internacional dispensadora de bendiciones papales al progresismo ecuménico, o el hecho eterno de que muchos están codiciando desde luego, nuestros recursos, los cuales van mucho más allá del petróleo.

Aquí lo determinante es que, para la resolución custodiada de la crisis venezolana, se ha abierto una ventana de oportunidad en la cual todos confluyen según sus conveniencias, y esta amplia “concesión” sin lugar a dudas, viene de la constatación ya confirmada una y mil veces, de nuestra incapacidad y cobardía para procurarnos una salida, del peligroso callejón histórico en el cual quedamos trabados.

Aquí nosotros, ya no pintamos nada.

Llegado a este punto, discutir sobre un revocatorio que solo serviría si se puede lograr este año, algo que solo podría darse si la oposición oficialista lograra imponérselo al régimen, ya no tiene mucho sentido, si es que alguna vez tuvo sentido.

También discutir si aquí vamos a un diálogo, que no podría resultar en otra cosa que no sea la exhibición para la platea, de una transición gatopardiana pactada en los palcos, que signifique ahorrarle al chavismo la eventual paliza que recibiría en un revocatorio, a cambio de tener que calarnos a Aristóbulo hasta el 2019, con el consenso de todos los poderes de tirios y troyanos, esto realmente ¿qué sentido debería tener, si fuésemos a discutirlo seriamente? ¿Sabiendo además que esa función de títeres, por los vientos que soplan, va a ser manejada y mandada desde afuera?

Un diálogo para pactar el mantenimiento del statu quo de todas las elites, del estado rentista y su modelo de reparto, del chavismo en todas sus variedades recicladas, de la relación “privilegiada” con Cuba (invierta en Cuba), un “pacto de guisofijo”, que permita a los micropartidos de la MUD incorporarse de lleno al festín populista. Un diálogo para pactar, el respeto a los sacrosantos privilegios acumulados por castas y burocracias viejas y nuevas, un diálogo para cuadrar un pacto de reconciliación nacional, acordado sobre un pantanal de impunidad…

(y el que crea que aquí se acabaron los reales pa eso, no sabe ni dónde esta parado…)

Venezolanos, este podría ser un pacto que, tomando en cuenta nuestras flaquezas como sociedad, y nuestro renovado talento histórico para la decadencia, podría ser perfectamente orquestado, dirigido e impuesto desde afuera, y no desdeñen ni de vaina que eso es justamente, lo que sueña buena parte de nuestras elites, cuya alta vocación cipaya nunca desapareció, solo andaba de parranda.

Conciudadanos, el riesgo de ser convertidos, en una especie de protectorado de una Cuba en vías de transformarse en empresa múltiple transnacional, con tutelaje multinacional en lo externo, y de procónsules en lo interno, es real, y no puede ser descartado.

Se debe hacer toda esta reflexión y también se debe hacer un llamado, a ver si alguna vez este país pudiese recuperar la habilidad de adelantarse, a algún plan siniestro, aunque sea uno, aunque sea solo este. Sería suficiente.

Por una Venezuela libre y de los venezolanos.

En twitter es: @FBoccanera